tag:blogger.com,1999:blog-280900542024-03-18T10:48:36.884+00:00 Ahondando en la palabra de DiosEste blog pretende reflexionar sobre los evangelios dominicales de los tres ciclos litúrgicos, proporcionando un material que ayude a laicos y a sacerdotes a hacer una lectura del mundo de hoy a la luz de la palabra de Dios.Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.comBlogger897125tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-31176963331528409212024-03-15T18:40:00.004+00:002024-03-15T18:41:29.232+00:00Padre, glorifica tu nombre<h2 style="text-align: left;">5º Domingo de Cuaresma B</h2><h1><o:p></o:p></h1>
<h3 style="text-align: left;">Evangelio: Juan 12, 20-33</h3><div><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjbzjMEi3NmXJm-e667noGt8ajlfaRuNbps1s7kyK1XrPmsb9tleu0_pBskNydsicJlVr_LnFV_BPKwg1KkWZRMqXgdgee4rwbpP-1oRp5Bv9V-T4X96orVRWffMuNSc_9xc_U9ET1frpLOvqfuXEW86Z6qsCCuKsJCPfrbxRdwZDR9VXEwm3cv/s1280/Nube%20Dios%20cruz.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjbzjMEi3NmXJm-e667noGt8ajlfaRuNbps1s7kyK1XrPmsb9tleu0_pBskNydsicJlVr_LnFV_BPKwg1KkWZRMqXgdgee4rwbpP-1oRp5Bv9V-T4X96orVRWffMuNSc_9xc_U9ET1frpLOvqfuXEW86Z6qsCCuKsJCPfrbxRdwZDR9VXEwm3cv/w400-h225/Nube%20Dios%20cruz.jpg" width="400" /></a></div><br /><div><span style="text-align: justify;">La lectura de hoy nos lleva a Jerusalén, en los días antes
de la muerte de Jesús. Él ha llegado a la ciudad con sus discípulos y predica
en los atrios del templo. La gente se apiña a su alrededor para escucharlo y,
entre ellos, aparecen unos griegos que se acercan a Felipe, el de Betsaida.<b> ¡Queremos
ver a Jesús!</b></span></div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">¿Quiénes son estos griegos que han acudido a Jerusalén? Seguramente
eran judíos de la Diáspora, de habla griega, que habían llegado para celebrar
la Pascua. Y quizás se dirigen a Felipe y Andrés (dos discípulos que llevan
nombres griegos) porque, siendo galileos, tal vez hablaban su lengua y podían
entenderse con ellos. La petición de estos hombres es apremiante: quieren ver a
Jesús. Es como un preludio de lo que será <b>la futura misión</b> de los apóstoles,
que saldrán de Jerusalén y se esparcirán por el ancho mundo para saciar la sed
de Dios de miles de almas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús se dirige a sus seguidores y los avisa. Si quieren ir
tras él, deberán desprenderse de todo y ser libres para volcar su vida. Si se
aferran a sus bienes, a sus miedos y seguridades, lo perderán todo. Esto es lo
que significa «<b>perder la vida y guardarla</b> para la vida eterna». Jesús no habla
de ninguna renuncia suicida ni de la autoaniquilación, sino de la entrega
total. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Después, viendo inminente la hora de su muerte, Jesús nos
deja ver su lado más humano y se angustia. ¿Qué diré?, exclama, rezando ante su
Padre del cielo, ¿Líbrame de esta hora? El debate interno que libró en
Getsemaní empieza ahora, días antes. ¡Qué batalla debió librar Jesús en su
interior! Porque humanamente era natural tener miedo y querer escapar del
sufrimiento. Jesús conocía bien a los suyos, sabía ya que uno lo traicionaba y
que las autoridades judías tarde o temprano acabarían con él. Pero no iba a
escapar a su destino. Y convertiría su muerte en una ofrenda. No fallaría a su
Padre. Por eso le pide: ¡Glorifica tu nombre! Es decir, muestra tu gloria, que
todos vean cómo es el Dios que adoran. El Padre responde desde una nube, como
un trueno, en una imagen muy bíblica. En el evangelio de Juan, es la primera
vez que oímos <b>la voz del Padre</b>. En los otros evangelios la escuchamos cuando
Jesús se bautizó, en el Jordán, y en el monte alto, durante la transfiguración.
Jesús es fiel a su Padre; su Padre tampoco le fallará, aunque de por medio
tenga que pasar una muerte muy dolorosa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús se vuelve a dirigir a la multitud con palabras que
suenan un poco misteriosas y que deben ser explicadas. La voz del Padre ha
sonado para ellos, para que crean que Jesús viene enviado por el cielo. ¿Qué es
<b>el juicio del mundo</b> y quién es el príncipe de este mundo? El príncipe representa
a todos los poderes que rechazan a Dios y a Jesús, los que le condenarán a
muerte. ¿Cómo serán juzgados? Con la resurrección. Después de su muerte en cruz
(cuando «sea elevado»), Jesús atraerá a muchos: muchos serán los que creerán en
él cuando sus discípulos comiencen a dar testimonio de su resurrección. Pero
los que se cierren a su luz, los que lo rechacen, ya han sido juzgados. Ellos
mismos se juzgarán, eligiendo vivir en la oscuridad y <b>rechazando la vida</b> que
Jesús les ofrece. Permanecer en las tinieblas será su condena.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Hoy nosotros podemos reflexionar. Seguir a Jesús es nacer de
nuevo e iniciar una vida con sentido e intensidad. Una vida desafiante, pero
con una belleza y un gozo incesante. Una vida que empieza en la tierra y seguirá
en la eternidad. Pero hay que dar el paso, y Jesús promete y no engaña, pero
siempre avisa. Para lanzarse al mar hay que soltar lastre; para seguirlo hay
que <b>renunciar a las ataduras</b>. Y la principal atadura es el egoísmo acompañado
del miedo, que nos llevan a querer «guardar» nuestra vida, ahorrándola y dando
lo mínimo, para no perder nada. Es la manera más fácil de acabar perdiéndolo
todo. En cambio, quien es generoso para darse a los demás y sigue a Jesús sin
reservas, lo ganará todo y mucho más de lo que pueda imaginar.<o:p></o:p></p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-90787853372149004112024-03-08T18:41:00.002+00:002024-03-08T18:41:30.579+00:00Tanto amó Dios al mundo<h3 style="text-align: left;">4º Domingo de Cuaresma B</h3><h1><o:p></o:p></h1>
<p class="MsoNormal">Evangelio: Juan 3, 14-21<o:p></o:p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgyTyuKUS8N9UH233XcKYnYP4faU1sfh1cAwAFFyWaFKYuPqNgz0iygKSEQg8Y5qO27EA88ycAVbrHkFnmeWZHXYOfOywU72fXOoePE3hNFuEUHyP8Gnq-xkFO6mcb3LvPITmyHwIpv-sINhIKhizr4LFFUTISttb_QZUji4wokx0Pfgegv-L68/s1280/Escritura%20y%20Cruz.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgyTyuKUS8N9UH233XcKYnYP4faU1sfh1cAwAFFyWaFKYuPqNgz0iygKSEQg8Y5qO27EA88ycAVbrHkFnmeWZHXYOfOywU72fXOoePE3hNFuEUHyP8Gnq-xkFO6mcb3LvPITmyHwIpv-sINhIKhizr4LFFUTISttb_QZUji4wokx0Pfgegv-L68/w400-h225/Escritura%20y%20Cruz.jpg" width="400" /></a></div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El evangelio de hoy nos lleva a un diálogo nocturno, a
escondidas, entre <b>Nicodemo</b>, jefe de los fariseos, y Jesús. Nicodemo ha conocido
a Jesús en Jerusalén, lo ha oído predicar y ha visto cómo expulsaba a los mercaderes
del Templo; quizás ha visto u oído de sus milagros y está asombrado e
inquieto. Algo en su interior lo lleva a hablar con él porque intuye que en
sus palabras late la verdad. Pero Nicodemo todavía vive atrapado en su esquema
mental antiguo, en la Ley judía y en sus enseñanzas. Jesús, poco a poco, le irá
abriendo el horizonte.</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Y lo que Jesús le revelará es de una belleza y hondura vertiginosa. <b>Dios</b>, este Dios que todo buen judío debía adorar con todas sus
fuerzas, llevando su ley impresa en el corazón, <b>no es un juez</b>. No es un rey
autoritario, no mira el mundo con ira, esperando detectar a los pecadores para
condenarlos. No está vigilando a ver si uno cumple o no cumple, si falla o acierta,
si es puro o impuro, según las leyes rituales y las tradiciones. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús desvela un rostro diferente de Dios. En primer lugar, ama.
Ama al mundo sin límites. En segundo lugar, ¡tiene un hijo! <b>Dios es Padre</b>, y su hijo es él
mismo. Y en tercer lugar, Dios está dispuesto a sacrificar a ese hijo amado para
que todos los demás seres humanos se salven. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En la mente de un hombre antiguo esto no podía caber. ¿Cómo
Dios va a sacrificar a su propio hijo? ¿Cómo Dios va a dar algo por los
hombres? ¿No debería ser al revés? Son los hombres los que deben entregarse, ofrecer
sacrificios y adorar a Dios. Y he aquí que Jesús revela un Dios que está listo
para hacer lo contrario, porque <b>no quiere juzgar, sino salvar.</b> Y no pide nada a
cambio, más que confiar en él. Dios ofrece porque ama, y ama porque quiere. Lo
único que necesita hacer el hombre es abrir su corazón a la luz.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Esta lectura enlaza con <b>el prólogo de Juan</b>, un poema
bellísimo que contiene, condensado, todo el mensaje del cuarto evangelio. Jesús,
enviado por Dios, es la luz que viene al mundo. Pero una parte del mundo la
rechaza. ¿Por qué? La explicación es bien simple: <b>la luz lo descubre todo,</b>
bueno y malo. La luz señala defectos, pecados e imperfecciones. Y nadie quiere
verse totalmente expuesto. El orgullo y el miedo a menudo dominan la voluntad humana.
Muchos quieren tapar sus sombras y les molesta la luz. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p><p style="text-align: justify;">La misión de Jesús no es juzgar ni condenar, sino salvar. La
luz también es una llamada a cambiar y a obrar el bien. Quienes rechazan la luz
se pierden a sí mismos. <b>La tiniebla es su condena</b>, y no el decreto de Dios. Por
eso Jesús avisa una y otra vez. Mientras dure nuestra vida, siempre nos llamará
para que nos aproximemos a la luz y, con humildad, nos dejemos curar por su
amor. </p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-48411971206913978782024-03-01T18:47:00.002+00:002024-03-01T18:47:17.030+00:00El celo de tu casa me devora<h3 style="text-align: left;">3r Domingo de Cuaresma B</h3><h1><o:p></o:p></h1>
<p class="MsoNormal">Evangelio: Juan 2, 13-25<o:p></o:p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5Kq3M12hDSnCthSJzPDR-hCHngyDNNBuMTKENuDKp22jOS3xwt12sLIA1PF-xHKJuSmd-APyG_XIXs4Z2dqgqf1Q5lFl5xbv7x-bBSNTPIVmwXQnsc5ZFcAvkqDDdX6z_MDVGuEuHWxlIala4Tw3N4wz2CXgjsikLm7Erne6qZAsjd3Wl1REx/s1280/Templo%20Jerusalem.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5Kq3M12hDSnCthSJzPDR-hCHngyDNNBuMTKENuDKp22jOS3xwt12sLIA1PF-xHKJuSmd-APyG_XIXs4Z2dqgqf1Q5lFl5xbv7x-bBSNTPIVmwXQnsc5ZFcAvkqDDdX6z_MDVGuEuHWxlIala4Tw3N4wz2CXgjsikLm7Erne6qZAsjd3Wl1REx/w400-h225/Templo%20Jerusalem.png" width="400" /></a></div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En este evangelio leemos la expulsión de los mercaderes del Templo,
<b>un gesto profético de Jesús</b> en la línea de los sorprendentes gestos que profetas
como Jeremías y Ezequiel hicieron, ante todo el mundo, para transmitir un
mensaje de forma rotunda.</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Los profetas rompían jarras, yugos y cadenas. Pero Jesús va
a hacer algo que impactará en la sociedad judía de su tiempo. Tanto, que este
episodio es recogido por los cuatro evangelios y, de una manera u otra, se insinúa
que es uno de los motivos por los que las autoridades planearon su muerte. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El Templo de Jerusalén era un pilar de la fe de Israel. Era
<b>el lugar sagrado por excelencia</b>, símbolo de la unidad del pueblo. Era el lugar
donde se ofrecían sacrificios a Dios, donde los hombres se reconciliaban con el
Señor y los sacerdotes hacían efectiva su presencia en medio del pueblo. El
Templo era un puente entre el cielo y la tierra. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Pero también, hay que decirlo, era la sede de la autoridad
religiosa, un inmenso mercado y un banco. El Templo de Jerusalén era el motor
económico de Jerusalén y la comarca de Judea, feudo de cuatro grandes familias
que se repartían el poder y los beneficios de la gestión del santuario. Reconstruido
tras el exilio de Babilonia, ampliado y embellecido por Herodes el Grande,
rodeado de inmensos pórticos y patios, el Templo de Jerusalén era un recinto
fastuoso que ocupaba casi una cuarta parte de la superficie de la ciudad. Era
la meca de todo judío devoto, al menos una vez al año. Para Jesús, desde los
doce años, era también <b>la «casa de su Padre»</b>. Pero ¿en qué se había convertido
esta casa?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">A golpe de látigo, Jesús purifica el templo. ¿Son los
animales, las monedas o los mercaderes los que lo mancillan? ¿No se ganan la
vida estas buenas gentes, vendiendo los animales que las familias van a ofrecer
en sacrificio? ¿No son necesarios los cambistas para que judíos de toda la Diáspora
puedan cambiar sus monedas extranjeras por los shekels del Templo? ¿Qué culpa
tienen los bueyes, los corderos y las palomas? ¿Por qué Jesús estorba el culto
en el lugar santo? <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús, con su gesto profético, está diciendo algo mucho más profundo.
Apela a la limpieza de corazón, a la rectitud de intenciones y a una fe honesta
y libre de intereses. <b>El culto que quiere Dios </b>es un corazón lleno de amor, solidario
con los pobres, sincero y fraterno, humilde y compasivo. A Dios no se le puede
comprar con ofrendas ni sacrificios, como bien rezan los salmos penitenciales.
Dios quiere misericordia y no sacrificios, como decían los profetas. Jesús, en
el fondo, está atacando la religiosidad mercantil: Yo te doy para que tú me
des. Con mis rituales y ofrendas compro la salvación. Y, de paso, nutro el
negocio del Templo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Una casa de oración, lugar de encuentro con Dios, se
convierte en un mercado. El edificio acaba siendo <b>un gigantesco ídolo</b>. Cuando
los judíos piden a Jesús un signo de autoridad, reconociendo el gesto
profético, él responde con una frase enigmática que nadie entiende: <i>Destruid
este santuario y en tres días lo levantaré</i>. Sólo sus discípulos entenderán,
tiempo más tarde, que el santuario es su cuerpo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b>El verdadero santuario es Jesús, su cuerpo, su vida</b>. El santuario está también en nosotros, que somos <i>templo del Espíritu
Santo. </i>Lo demás, el culto externo, el edificio, los adornos de la liturgia,
está bien, pero no es imprescindible. No idolatremos las formas, la estructura,
las paredes y el ritual por encima de lo esencial. A Dios se le puede adorar, <i>en
espíritu y en verdad</i>, en todas partes. Y en ninguna mejor que allí donde
estamos amando a los demás, encarnando el amor generoso de Dios como Jesús nos
enseñó.</p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-46645743480969800162024-02-23T18:46:00.005+00:002024-02-23T20:29:19.177+00:00Este es mi hijo amado<h3 style="text-align: left;"> 2º Domingo de Cuaresma B</h3><h1><o:p></o:p></h1>
<p class="MsoNormal">Evangelio: Marcos 9, 2-10<o:p></o:p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh8SBh-jxIeew4_dQAB4w7ZKBVAsCbi4rzOfQhLVSsFcCQBcbPBl-Rtqp_oGbzhAA-3BzUvOFpMf8uGjU0nqXrSA2rbCZg0HsjMujKxOI5SKtuoa8ey4YQ535K0H8sFkqhjDu1VINCc7j9D45HPC7aWLmb_3rk57JVpV-HuPv4CbqECyCmGmQ4m/s1280/Monte%20Hermon.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh8SBh-jxIeew4_dQAB4w7ZKBVAsCbi4rzOfQhLVSsFcCQBcbPBl-Rtqp_oGbzhAA-3BzUvOFpMf8uGjU0nqXrSA2rbCZg0HsjMujKxOI5SKtuoa8ey4YQ535K0H8sFkqhjDu1VINCc7j9D45HPC7aWLmb_3rk57JVpV-HuPv4CbqECyCmGmQ4m/w400-h225/Monte%20Hermon.jpg" width="400" /></a></div>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En los evangelios sinópticos hay dos ocasiones en las que se
deja oír una voz del cielo: la voz del Padre, que se dirige a la tierra. Y en
ambas ocasiones dice casi exactamente lo mismo: <b>Este es mi hijo amado</b>. La
segunda vez añade: ¡Escuchadlo!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Son dos momentos que los teólogos llaman epifánicos, o de
manifestación de la divinidad de Jesús. En esos momentos Jesús se revela no
sólo como el hombre galileo que habla y actúa como un gran profeta, sino como
el auténtico enviado de Dios, su propio hijo. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La primera vez es en el Jordán, después del bautismo. La
segunda vez es en un monte alto. Por cierto, el evangelista nunca dice que sea el
Tabor, en realidad no sabemos de qué montaña se trata y no pocos biblistas
piensan que tal vez era el Hermón, al norte de la región de Cesarea de Filipo, a
donde Jesús se había desplazado con sus discípulos. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b>Un monte alto</b>: en la Biblia, siempre es un lugar sagrado,
un lugar de encuentro con Dios y un lugar donde Él transmite un mensaje. En el
Sinaí Moisés recibió la Ley; en el Horeb, Elías fue reafirmado en su misión por
Dios; en el pequeño monte Sion, al lado de Jerusalén, David instaló el Arca de
la Alianza y Salomón construyó su templo. Sinaí, Sion… y ahora, un monte alto sin
nombre, donde Jesús sube con tres de sus discípulos, los más destacados del
grupo: Pedro, Santiago y Juan. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b>La luz blanquísima</b> es signo de la presencia divina,
igual que la nube, que cubre el rostro de Dios y los envuelve. Los tres
discípulos caen asustados y están fuera de sí, no saben cómo reaccionar, la
potencia celestial los abruma. Pero en medio del resplandor divisan dos figuras
que dialogan con Jesús: Moisés y Elías. Son las dos columnas de la fe de Israel:
el transmisor de la Ley y el primero entre los grandes profetas. <b>Ley y
profetismo</b>, palabra de Dios y enseñanza de su voluntad, rodean a Jesús. En
Jesús se aúnan la dimensión profética y líder de Moisés y Elías. Pero Jesús es
más que un amigo de Dios, como Moisés, más que un guía, y más que un profeta
como Elías. Jesús es el <i>Hijo amado. </i>Y no es él, sino el mismo Padre
quien lo dice. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Si había dudas, los discípulos <b>ahora saben quién es Jesús</b>.
Ya no sólo creen: han visto y oído. Han tocado el cielo con sus dedos y han
caído en tierra, incapaces de moverse. Sólo Pedro se atreve a hablar, ¿y qué
dice? Señor, ¡qué bueno estar aquí! Hagamos tres tiendas: una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">¿Qué significa esta propuesta insólita de Pedro?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Se han dado muchas <b>interpretaciones de las tres tiendas</b>.
Pero volvamos al trasfondo bíblico del monte santo. La tienda no es una mera tienda
de campaña: es un tabernáculo, <b>un templo, un lugar santo</b> donde la
divinidad pueda habitar y donde pueda ser adorada. Pedro, extasiado, pretende
levantar nada menos que tres santuarios para meter en ellos a Jesús, al pastor
y al profeta.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">No sabía lo que decía, comenta el evangelista. No, no lo
sabía. Cuando David quiso construir un templo a Dios, este le respondió, por
voz del profeta Natán: Yo soy el creador de todo el universo y te lo he dado
todo, ¿y tú me vas a construir un templo a mí?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Construir un templo es encerrar, poseer y controlar a la
divinidad, y Dios no se deja atrapar tan fácilmente. Tampoco lo hará Jesús.
Pedro está viendo y oyendo, pero aún no comprende del todo y pesa en él su
religión judía, centrada en torno al culto del Templo. Sus compañeros, Santiago
y Juan, están como él, atónitos y desconcertados. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Pero Jesús les ha querido mostrar un pedacito de su gloria.
Y después los avisa: <b>No contéis nada</b> hasta que el hijo del hombre haya
resucitado de entre los muertos. ¿Por qué? Porque en ese momento la gente no
entiende nada, todavía. Los seguidores de Jesús aún ven en él a un mesías
político, guerrero y triunfante sobre los poderes de este mundo. No imaginan un
rey que será condenado a muerte y que se dejará abatir por los poderosos. No
imaginan a su Mesías en la cruz. Aún es pronto. Pero el recuerdo ha quedado
grabado dentro de ellos. Llegará el día en que comprenderán. Y entonces esa revelación
luminosa en el Tabor adquirirá para ellos su pleno significado.</p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">¿Qué nos dice hoy esta lectura? En primer lugar, nos habla del <b>amor del Padre</b> hacia su hijo. Si escuchamos sus palabras, ¿qué nos dice Dios? ¡Que escuchemos a Jesús! Este es el único e inmenso consejo, lo que nos pide Dios a lo largo de todo el evangelio. <b>¡Escuchad a mi hijo! </b>Seguidlo. Haced lo que él hace. Porque él es mi amado, y vosotros también lo sois, y aún estaréis más cerca de mi corazón si seguís mis pasos.</p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En segundo lugar, la escena en el monte nos dice que, para llegar a la resurrección, a la gloria, antes hay que ascender una cuesta. Antes <b>hay que pasar por la cruz</b>. Si queremos resurgir en nuestra vida, hemos de aceptar una renuncia, un dejar atrás muchas cosas que quizás nos obstaculizan seguir libremente el camino de Jesús. Muchas cosas que también nos alejan de los demás. Porque en la entrega a los demás también encontramos a Dios. </p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Finalmente, el monte también es una llamada a buscar, cada día, espacios de encuentro con Dios. Allí, en el silencio, en las alturas, podremos contemplar nuestra vida en perspectiva, poner cada cosa en su lugar y ofrecerlo a nuestro Creador. Jesús nos invita a subir cada día a la montaña, aunque vivamos en medio de la ciudad. Cada capilla, cada iglesia o santuario abierto es <b>un pequeño Tabor</b> donde él nos espera.</p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-30416335167900305802024-02-16T18:49:00.007+00:002024-02-16T18:51:21.217+00:00Convertíos y creed en la buena nueva<h3 style="text-align: left;">1r Domingo de Cuaresma B</h3><h1><o:p></o:p></h1>
<h4 style="text-align: left;"><span style="font-weight: normal;">Evangelio: Marcos 1, 12-15</span></h4><div><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9rpfz3Wl7n0AZXbGNlh3U8wZDjjwTGho9meja0pcCBiJHXjD1QoeX4QH0PG7Ve9uC4b2Mkrg4XSdXODi1Ww6Q8Ln-ehVeFZWATB4ANiD8wRwiS8wXAalZatfui7lCHb4CpXRF6DZa88Q2TtsBTBE5B7kViRPIsuqsomowQ4s4VR9lZaalVFzA/s1280/Jesus%20vence%20al%20Tentador.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9rpfz3Wl7n0AZXbGNlh3U8wZDjjwTGho9meja0pcCBiJHXjD1QoeX4QH0PG7Ve9uC4b2Mkrg4XSdXODi1Ww6Q8Ln-ehVeFZWATB4ANiD8wRwiS8wXAalZatfui7lCHb4CpXRF6DZa88Q2TtsBTBE5B7kViRPIsuqsomowQ4s4VR9lZaalVFzA/w400-h225/Jesus%20vence%20al%20Tentador.jpg" width="400" /></a></div><br /><div style="text-align: justify;">El evangelio de Marcos es breve, pero intenso como un cuadro
impresionista. Hoy, con cuatro pinceladas nos traza dos escenarios: Jesús en el
desierto, preparándose para su misión, y Jesús en camino, por Galilea,
iniciando su tarea.</div><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Como un buen caballero de la antigüedad, Jesús se prepara
antes de la batalla. Los caballeros medievales pasaban una noche en vela y
oración antes de ser armados. Jesús pasa cuarenta días en el desierto, <b>en
vela y oración</b>, para revestirse de la fuerza divina. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b>Cuarenta</b> es un número simbólico que expresa el periodo
necesario para un cambio. Cuarenta fueron los años de peregrinaje de Israel por
el desierto. Cuarenta años representan dos generaciones: periodo suficiente
para que se dé un cambio cultural. Curiosamente, cuarenta son los días, según
los neurólogos, que tarda en consolidarse un nuevo hábito en nuestras redes
neuronales. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Pero ¿qué sucede en el desierto? En los espacios de oración y
silencio nunca estamos solos. Jesús está rodeado de la <b>naturaleza</b>
salvaje, como Adán en el paraíso. Pero también recibe una visita menos amable:
la de Satanás, el <b>Enemigo</b>, que lo tienta, tratando de apartarlo de su
camino, o incitándolo a conseguir sus metas de forma torcida. Jesús batalla con
el ángel caído, pero su Padre también le envía otros <b>ángeles</b> amigos que
lo sirven. Jesús en el desierto aparece como un auténtico hijo de Dios: rodeado
de las fieras salvajes, que simbolizan la creación; batallando con el Maligno y
servido por los ángeles.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús supera la prueba. Y «después que Juan fue entregado»,
marchó a Galilea a proclamar el evangelio de Dios.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Recordemos que Jesús estuvo con Juan en la ribera del
Jordán. Se hizo bautizar por él. Marcos y los sinópticos no lo recogen, pero el
cuarto evangelio nos habla de Jesús conviviendo con <b>Juan Bautista</b> y
compartiendo sus primeros discípulos con él. Al final, Jesús forma un grupo que
se va distanciando del Bautista. Y sólo cuando Juan es encarcelado, por orden
de Herodes, Jesús inicia definitivamente su misión.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La misión de Jesús se diferencia de la de Juan. Ambos piden <b>conversión</b>:
un cambio de mentalidad, un cambio de vida. Pero Juan añadía: penitencia.
Arrepentimiento, bautismo purificador y espera del juicio que ha de llegar. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús añade: creed. <b>Creed en la buena noticia</b>. ¿Cuál
es? El texto original del evangelio dice literalmente: «ha llegado el Reino de
Dios». Ya no es algo del futuro, ya no es una promesa, sino una realidad. El
reino está aquí porque Dios está con vosotros. Y su presencia se concreta en el
mismo Jesús. El reino ha plantado su semilla en esta tierra y ahora sólo
necesita manos y corazones abiertos que crean y trabajen por él. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-81936093555061898792024-02-09T18:42:00.004+00:002024-02-09T18:59:26.500+00:00Ve y queda limpio<h3 style="text-align: left;">6º Domingo Ordinario B</h3><div>Evangelio: Marcos 1, 40-45.</div><div><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiV7zb4lmh-hp3qkNj73HpGl4FaUiP8zMUxdADQV3MVMBQ4NSAmn1iA7Wc4d8Itob3qY4yvriOw-6NFnP0tTcqR1usthfHo1fsSrP8eTEqfndLJIjKV7P6hp0Az9Cl7YtVhV8uBKGAbzi1bk2nJiuFmQWoBxEPgELY5F1D-i9yxIAyD13Nwt7g1/s1280/Jesus%20y%20leproso%202.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiV7zb4lmh-hp3qkNj73HpGl4FaUiP8zMUxdADQV3MVMBQ4NSAmn1iA7Wc4d8Itob3qY4yvriOw-6NFnP0tTcqR1usthfHo1fsSrP8eTEqfndLJIjKV7P6hp0Az9Cl7YtVhV8uBKGAbzi1bk2nJiuFmQWoBxEPgELY5F1D-i9yxIAyD13Nwt7g1/w400-h225/Jesus%20y%20leproso%202.jpg" width="400" /></a></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div><span style="text-align: justify;">Entre las curaciones que Jesús practicaba, podríamos
distinguir varias: curaciones de enfermos de diversas dolencias, rehabilitación
de paralíticos, sordos y ciegos, y purificación de leprosos.</span></div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La lepra era una enfermedad considerada impura: al sentido físico
se le añadía <b>una carga moral</b>. Un leproso no sólo era un enfermo, sino un impuro.
No podía formar parte de la comunidad, tenía que vivir aislado y lejos de los
demás, pregonando su impureza por los caminos y sobreviviendo de la mendicidad.
La vida de los leprosos, además de precaria y penosa, era desoladora, porque se
sentían totalmente <b>excluidos de la sociedad</b>. La lepra cortaba sus vínculos
familiares y sociales. Independientemente de su conducta, se consideraba que
Dios los había castigado con la enfermedad, de modo que eran igual a pecadores
malditos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Hoy nos escandaliza y subleva esta creencia, que era
habitual en la antigüedad: asociar enfermedad a pecado y a castigo divino.
Jesús rompe con esta idea curando a los leprosos. Por eso los textos hablan de “purificación”.
Sanando al leproso, Jesús lo restablece física y espiritualmente, lo devuelve
al seno de su familia y de su comunidad. Lo reintegra en el mundo de los vivos.
La sanación es mucho más que corporal.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Podemos hacer <b>una lectura espiritual</b> y más profunda del
texto. Leproso puede ser alguien que tiene el corazón sucio, enfermo o herido.
Podemos hablar de una “lepra interior” que nos carcome por dentro. Traumas no
resueltos, odios, resentimientos, miedos, rupturas… Todo esto va minando
nuestra fuerza espiritual y nos impide crecer, cultivar nuestros talentos y
vivir con paz y alegría. ¡Necesitamos purificarnos!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Y Jesús lo hace. Él puede sanar nuestro corazón de golpe, tocándonos
con su mano y con una palabra suya: ¡Quiero, queda limpio! Nos está diciendo:
Quiero, <b>queda libre</b>, queda sano, queda perdonado. <b>Empieza de nuevo</b> con el alma
limpia. ¡Yo lo quiero! ¿Y tú?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La sanación comienza dándonos cuenta de que estamos enfermos
de alma. El siguiente paso es pedir ayuda, suplicar con insistencia, como el
leproso. Jesús se compadecerá y nos devolverá la fuerza y la salud. ¿Cuál es el
próximo paso?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Dar testimonio. Tendemos demasiado a hablar mal y quejarnos,
y en cambio nos cuesta mucho divulgar lo bueno y elogiar a quien nos ayuda. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Una última reflexión sobre el gesto de Jesús: “lo tocó
diciendo”. Jesús toca a un impuro, algo prohibido. Hoy diríamos que rompe el
confinamiento, la distancia social. Si queremos imitar a Jesús, hemos de <b>salvar
esas distancias</b> que nos separan y nos aíslan. No podemos amar, curar y ayudar
si no es desde la proximidad y el contacto real, cara a cara, mano a mano, mirándonos
a los ojos y sintiendo a nuestro lado una presencia cálida y amiga.<o:p></o:p></p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-41575718607267792262024-02-02T18:48:00.001+00:002024-02-02T18:48:28.208+00:00Sanar y anunciar<h3 style="text-align: left;">5º Domingo Ordinario B</h3><h1><o:p></o:p></h1>
<p class="MsoNormal">Evangelio: Marcos 1, 29-39<o:p></o:p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi69cnxl21j4lSdX3HveoH_5z_mogQHQ3Yczuzl6cKAdMQPLCjTnmLTAtfgFKSnAva1rSRNtzNjRZUGd03k2fIcTXTsV2B_U2th7IdbjEdfL5IFtWkrpoEedUz0d0tfhNQfP2IonTsMwOlsjBGIT07KIWvLPvwKmDTuRPPVZ-rMjKzRIFOGP5df/s1280/Jesus%20sana%20(2).png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi69cnxl21j4lSdX3HveoH_5z_mogQHQ3Yczuzl6cKAdMQPLCjTnmLTAtfgFKSnAva1rSRNtzNjRZUGd03k2fIcTXTsV2B_U2th7IdbjEdfL5IFtWkrpoEedUz0d0tfhNQfP2IonTsMwOlsjBGIT07KIWvLPvwKmDTuRPPVZ-rMjKzRIFOGP5df/w400-h225/Jesus%20sana%20(2).png" width="400" /></a></div><br /><p class="MsoNormal"><span style="text-align: justify;">La lectura de este domingo nos presenta un día típico en la
«agenda de Jesús». Enseña en la sinagoga, donde anuncia el Reino de Dios. Después,
cura a los </span><b style="text-align: justify;">enfermos y endemoniados</b><span style="text-align: justify;">. Libera a las personas de la fragilidad de cuerpo y de alma. Jesús libra una batalla contra el mal,
mandando callar y echando a los demonios que lo reconocen. Mientras tanto, las
multitudes lo rodean y requieren su atención. Apenas lo dejan reposar.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">¿De dónde saca Jesús la energía para poder afrontar estas jornadas?
El evangelio también nos lo cuenta. Jesús madruga, se levanta antes del alba y sale
a rezar a lugares solitarios y apartados. Ese tiempo precioso, en intimidad con
el Padre del cielo, es la fuente de todo cuanto hace y predica. En esas horas
de <b>oración </b>también planea sus próximos pasos. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Cuando Simón y sus compañeros van a buscarlo, Jesús les dice
que irán a otros lugares. La gente lo busca, lo reclama, pero él no se ata a un
solo lugar: el mundo es grande y muchos otros esperan la buena noticia. <b>«Para
esto he salido»</b>, dice. No se cierra a una única ciudad, a una sola comunidad, a
un solo grupo de gente. Recorre Galilea y sigue predicando y expulsando
demonios.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">¿Cómo entender esto y aplicarlo a nuestra realidad de hoy?
Nosotros somos seguidores de Jesús. Estamos llamados a salir, como él. Y nos
enseña qué hemos de hacer. La agenda de Jesús también puede ser la nuestra,
adaptada a la situación de cada cual.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Lo primero es madrugar. Antes de salir el sol, <b>orar ante
nuestro Padre</b>, con confianza y amor, poner el día en sus manos y ofrecerle
cuanto hagamos. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Lo segundo es trabajar, <b>convirtiendo nuestra tarea en servicio</b>
que contribuya al bien de los demás. Es una forma de sanar y expulsar el mal del
mundo: contribuir a dar salud, ánimo, alegría, consuelo y compañía a quienes
nos rodean. Y anunciar, si no con palabras, con nuestra vida, que tenemos muchos
motivos para vivir agradecidos y contentos, pese a todo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Finalmente, en nuestra vida diaria también nos tendremos que
<b>enfrentar al mal</b>, que viene disfrazado de mil maneras. Pueden ser tentaciones, miedo,
pereza, la trampa del egoísmo y el interés personal. Todo cuanto nos aleja de
Dios y de los demás, pudiendo causar un daño, es sospechoso. Necesitaremos ser enérgicos
y decididos, como Jesús, para acallar esas voces, internas o externas, que nos
quieren apartar del amor y del servicio, de la entrega a los demás. Podemos
sufrir una fiebre espiritual que nos paralice y nos postre, como a la suegra de
Pedro, impidiéndonos amar y servir. En esos momentos necesitaremos la mano de
Jesús que nos levante. <b>Sanados y liberados</b>, tendremos fuerzas y alegría para
ponernos a servir, de inmediato.</p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-56034853197103760812024-01-26T18:51:00.002+00:002024-01-26T18:51:30.870+00:00Una enseñanza nueva<h3 style="text-align: left;"> 4º Domingo Ordinario B</h3><h1><o:p></o:p></h1>
<p class="MsoNormal">Evangelio: Marcos 1, 21b-28<o:p></o:p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqWX_c_dH5jA8hZ7zlWVvfyXVFNBLh-mz_9FH7ncv3XPnI136n8Ry1n2aZ9kgOSUhLqS2Ur7NLM2rLEI2wqCRMDT28BLEill6gNX0Z1wyNxIaXBucfSwYFZNTaotshn8i5OxqnRcME1nDB2Yn8fgjW3JTtdqk_wSv8QcjH3iHsrn6mgdmY3BMr/s1280/Liberaci%C3%B3n.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqWX_c_dH5jA8hZ7zlWVvfyXVFNBLh-mz_9FH7ncv3XPnI136n8Ry1n2aZ9kgOSUhLqS2Ur7NLM2rLEI2wqCRMDT28BLEill6gNX0Z1wyNxIaXBucfSwYFZNTaotshn8i5OxqnRcME1nDB2Yn8fgjW3JTtdqk_wSv8QcjH3iHsrn6mgdmY3BMr/w400-h225/Liberaci%C3%B3n.png" width="400" /></a></div><p class="MsoNormal"><span style="text-align: justify;">El evangelio de hoy nos presenta una escena con tres
momentos claves: enseñanza de Jesús en la sinagoga, exorcismo y fama que se
extiende por la comarca. Y se desarrolla en tres lugares: Cafarnaúm, la
sinagoga y toda Galilea.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">¿Qué ocurre aquí? Un hombre poseído por un espíritu inmundo comienza
a gritar, increpando a Jesús y proclamando su identidad como Hijo de Dios. Es
curioso que son los demonios los primeros que <b>reconocen a Jesús</b> como un hombre
santo, que actúa por el poder de Dios, quizás porque ven en él la mayor
amenaza. Jesús lo hace callar con una orden rotunda: ¡Calla y sal de él! El
demonio se va. Jesús, que ya despertaba admiración por su forma de enseñar, ve
cómo su fama se extiende por toda la región.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La enseñanza de Jesús, el anuncio del reino, siempre va
acompañado de <b>signos y obras</b> que demuestran su autenticidad. Jesús nos trae a
Dios, y por eso expulsa las fuerzas del mal que quieren destruir a la persona. <b>El
reino de Dios es liberación</b>, salud, alegría; por eso el mal debe ser echado
afuera. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La posesión diabólica, además de su sentido literal, puede
leerse como un símbolo de todas las esclavitudes humanas. <b>Los poseídos son
esclavos,</b> están atados, enfermos, mudos, ciegos o sordos, enajenados, fuera de
sí. Jesús viene a liberarnos de todo lo que nos ata y nos devuelve la salud, la
identidad, la voz y la cordura.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús, tan humano y comprensivo con las personas, especialmente
con los pecadores, no tiene contemplaciones ante el Maligno. No admite réplica:
<b>¡Calla y sal!</b> Con el mal no hay negociación posible. Dialogar es rendirse a su
juego. Esta autoridad de Jesús impresiona a las gentes. ¿Por qué la enseñanza
de Jesús es nueva? Porque va acompañada de hechos. No es palabrería ni
repetición de las escrituras, como solían hacer los escribas y los maestros de
la Ley. Jesús actúa con su palabra y habla con sus obras.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Hoy podemos preguntarnos cuántas esclavitudes nos atan, limitan
nuestra alma y oscurecen nuestra vida. <b>¿De qué tenemos que liberarnos? </b>Pidamos
ayuda a Jesús. Enfrentémonos a las sombras de nuestra alma y miremos el mal de
frente. Sepamos decir con valentía, como Jesús: ¡Calla! ¡Sal fuera! Y pidamos su
ayuda para que nos haga libres para seguirlo, libres para ser nosotros mismos,
libres para amar.</p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-89376267818213952782024-01-19T18:45:00.002+00:002024-01-19T18:45:32.265+00:00Pescadores de hombres<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh0PyJl0jwV3QEAZSh_Vu0DH4g8a8wIOI-c5G8eLMUqsW3Hk3xNdCECLsyFHzRwIVUYvIyHIL9cdzgZPbik3hsM5w3zVlT7YavqjtlawS8lmhnJsT2Hkeq6dyB2xX0Tr0N-0I4dHpFzPu-ZqyLdmMWItLOzOnXgSrpiz2bKF426nIv-16Vxgg2G/s1280/Pescadores.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh0PyJl0jwV3QEAZSh_Vu0DH4g8a8wIOI-c5G8eLMUqsW3Hk3xNdCECLsyFHzRwIVUYvIyHIL9cdzgZPbik3hsM5w3zVlT7YavqjtlawS8lmhnJsT2Hkeq6dyB2xX0Tr0N-0I4dHpFzPu-ZqyLdmMWItLOzOnXgSrpiz2bKF426nIv-16Vxgg2G/w400-h225/Pescadores.jpg" width="400" /></a></div><div style="text-align: left;"><br /></div><h2 style="text-align: left;">3r Domingo Ordinario B</h2><h3 style="text-align: left;">Lecturas</h3><div>Jonás 3, 1.5-10; Salmo 24; 1 Corintios 7, 29-31; Marcos 1, 14-20.</div><h3 style="text-align: left;">Los primeros apóstoles</h3><div style="text-align: justify;">Jesús comienza su misión, pero comprende algo importante que
todo líder o fundador debe tener presente. No puede trabajar solo, y tiene que
enseñar a otros para que, el día que falte, continúen su labor. Por eso Jesús llama
a un equipo de hombres que le ayuden en su tarea de extender el Reino de Dios. Primero
estarán con él, aprendiendo: serán <b>discípulos</b>. Después, los enviará a la misma
tarea que él: serán enviados o <b>apóstoles</b>. ¿A qué? La frase con la que Jesús
resume la misión es única e impactante, y no deja de ser un poco misteriosa:
venid tras de mí y os haré pescadores de hombres.</div><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">¿Pescadores de hombres? Aquellos hombres: Simón, Andrés,
Santiago y Juan, eran pescadores de peces. Era su medio de vida y para los
peces, ser pescado es la perdición: significa ser capturado y comido. Pero para
un ser humano, perdido y flotando en las aguas, la cosa cambia. <b>Ser «pescado»
es ser rescatado</b>. Y en la antigüedad, en el mundo judío y en el imaginario
bíblico, el mar y su oleaje a menudo eran una imagen del mal, del peligro, de
la muerte.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">De manera que ser pescadores de hombres se convierte en
sinónimo de ser rescatadores de vidas. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Toda la escena del evangelio de Marcos es preciosa y está
llena de simbolismos. El mar y la playa son <b>el escenario de nuestra vida</b>: allí
donde vivimos, nos movemos y trabajamos. Las redes y las barcas son nuestro
trabajo, pero también las ataduras que a veces nos imponemos (o dejamos que nos
impongan) y nos impiden vivir en plenitud y en libertad. La llamada de Jesús es
siempre la misma: ¡Venid tras de mí! Es decir: Seguidme. Quedaos conmigo,
convivid conmigo, aprenden a mi lado. Y después… haréis lo mismo que hago yo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús nos llama. En nuestro ámbito cotidiano, a cada cual en
el suyo. Y podemos seguirlo de mil maneras. Cada cual tiene su vocación y sus
capacidades. <b>Lo que importa es nuestra respuesta</b>: ¿somos capaces de soltar
las redes, las ataduras, las esclavitudes, para ir tras él? ¿Aceptamos
convertirnos, como él, en anunciadores de la buena nueva y portadores de vida,
de alegría, de paz, en este mundo?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El mensaje de Jesús es muy sencillo, pero inmenso: El reino
de Dios está aquí. Dios está aquí, entre vosotros y por vosotros. No sólo
existe: os ama, le importáis y quiere vuestro máximo bien. Creedlo y convertíos:
¡cambiad de vida! No viváis como víctimas, como huérfanos, como criaturas
perdidas faltas de sentido. <b>Sois amados y llamados</b> a la plenitud. Escuchar la
llamada es el primer paso para convertirse. Y convertirse es renacer.<o:p></o:p></p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-37925310903662521282024-01-12T18:36:00.004+00:002024-01-12T18:37:42.228+00:00¿Qué buscáis?<h2 style="text-align: left;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhLapLXba-82jB1tzDn-AQpEc9b4-sH9gRK9soVMQGxHkQQPf4QH6dRbZB4XIFqS_OWMcoeHE9mML04rWkpXi9BhD3YvdwtDvbr1muDbgikiLt84XnvKkTnhy6jWpyjngtViE2TNXt3TMA1XJcwRHMu-_DNFXtu2-Ea2onteAiErCW8RFIG5EeX/s1280/Jordan.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhLapLXba-82jB1tzDn-AQpEc9b4-sH9gRK9soVMQGxHkQQPf4QH6dRbZB4XIFqS_OWMcoeHE9mML04rWkpXi9BhD3YvdwtDvbr1muDbgikiLt84XnvKkTnhy6jWpyjngtViE2TNXt3TMA1XJcwRHMu-_DNFXtu2-Ea2onteAiErCW8RFIG5EeX/w400-h225/Jordan.jpg" width="400" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div>2º Domingo Ordinario B</h2><h1><o:p></o:p></h1>
<h3 style="text-align: justify;">Lecturas</h3><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">1 Samuel 3, 3b-19; Salmo 39; 2 Corintios 6, 13-20; Juan 1, 35-42</p><h3 style="text-align: justify;">La primera llamada</h3>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Cuando vivimos un encuentro que nos cambia la vida, siempre
<b>recordaremos el día y la hora</b>. En nuestra memoria quedarán impresas las
imágenes, como una escena imborrable: el lugar, el ambiente, las voces, los
gestos…, la mirada de aquella persona que nos impactó y que ha dado un vuelco a
nuestra existencia.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Así lo vivieron aquellos primeros llamados. Eran discípulos
de Juan Bautista, buscadores del reino de Dios. Cuando este señaló a Jesús,
fueron tras él.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús ve que lo siguen y les pregunta: ¿Qué buscáis?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b>¿Qué buscamos?</b> Esta es la pregunta que todos podríamos
hacernos hoy. Parece que vivimos en una era de buscadores… ¿Qué estamos buscando?
¿O a quién? <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Tal vez estamos buscando un lugar donde ser nosotros mismos,
donde vivir de verdad, donde encontrarnos. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Tal vez ese lugar no es tanto un espacio físico como una
presencia, una compañía. Quizás ese lugar sean los otros: aquellas personas con
quienes abrir el corazón y compartir un destino.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús conoce la naturaleza humana. Lee el corazón y <b>ve más
allá de las apariencias</b>. Percibe la sed y la búsqueda de aquellos discípulos de
Juan: Andrés y otro cuyo nombre no se da, pero que sabremos más tarde, por el
evangelio, que es aquel «a quien amaba Jesús». Son los dos primeros; los
sedientos de sentido, de propósito, de vida plena.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús también conoce nuestra búsqueda, nuestra sed. Y ¿qué
hace? Venid y lo veréis, dice a los dos galileos. También a nosotros, hoy, nos
dice: Venid y veréis. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">No obliga, no fuerza, ni siquiera persuade. <b>Sólo invita</b>. Este
es el estilo de Jesús. Ven, mira lo que hay y, si quieres, quédate. Andrés y su
compañero fueron, se quedaron y ya no volvieron a separarse de él. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">¿Hemos conocido de verdad a Jesús? ¿O tan sólo lo conocemos
de oídas, de lecturas, de escuchar homilías y cumplir con el precepto? Quizás
conocemos a Jesús por fe, por estudio, por esperanza o por devoción… Pero, <b>¿nos
hemos encontrado con él?</b> ¿Ha cambiado nuestra vida, como cambió la de sus discípulos?
¿Hemos oído su llamada? ¿Nos ha impulsado a salir, como a Andrés, para llamar a
otros y decir: ¡Lo hemos encontrado!? <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Señor, ¡enciende en nosotros el deseo de conocerte!
¡Despierta en nosotros el anhelo de buscarte! Vamos tan perdidos, buscándonos a
nosotros mismos… Encontrarte a ti es encontrarnos.<o:p></o:p></p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-86946304049921708782024-01-05T18:33:00.000+00:002024-01-05T18:33:00.312+00:00Pasar la vida haciendo el bien<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://2.bp.blogspot.com/-wVvIIf_FbWc/Wk_UdnT-I8I/AAAAAAAAENM/i51HTWrv0D8fdnzk8IamGXdyp8IX-nirgCLcBGAs/s1600/bautismo_jesus.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="920" data-original-width="630" height="320" src="https://2.bp.blogspot.com/-wVvIIf_FbWc/Wk_UdnT-I8I/AAAAAAAAENM/i51HTWrv0D8fdnzk8IamGXdyp8IX-nirgCLcBGAs/s320/bautismo_jesus.jpg" width="219" /></a></div>
<h3 style="text-align: left;"><b>El Bautismo de Cristo</b></h3>
<b><br /></b>
<i>Isaías 42, 1-7</i><br />
<i>Salmo 28</i><br />
<i>Hechos 10, 34-38</i><br />
<i>Marcos 1, 7-11</i><br />
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background: white;">Hoy el evangelio de Marcos
nos relata el episodio del bautismo de Cristo, el <b>inicio de su misión</b>,
acompañado por la voz potente del Padre y la presencia del Espíritu. La
Trinidad al completo se abraza para dar al Hijo la fuerza y el ímpetu que va a
necesitar. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background: white;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background: white;">La segunda lectura nos sitúa
en <b>los inicios del cristianismo</b>, cuando Pedro comienza a hablar de Cristo ante
las gentes. Su mensaje es una buena noticia, para todos sin excepción. Aunque Jesús
predicó a los israelitas y no se movió de su país, su mensaje es para todo el
mundo. Basta que la persona acoja a Dios y practique la justicia, “sea de la
nación que sea”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background: white;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background: white;"><b>Pedro</b>, como el resto de los
apóstoles, no se inventa un discurso bonito sobre la vida y la eternidad, con
el fin de atraer a las multitudes. Pedro habla a partir de <b>su experiencia</b>, de
su vivencia personal con Jesús, y de su descubrimiento, tras la resurrección,
de que aquel maestro al que había seguido durante años por los caminos de
Galilea es realmente Dios. Un Dios
cercano, amigo, que ama y que llama a todos los hombres y mujeres a <b>vivir de una forma
nueva y plena</b>.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background: white;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background: white;">Jesús actuaba “<b>ungido por
Dios con la fuerza del Espíritu Santo</b>”, dice Pedro, y esto es lo que se expresa
en el bautismo. La autoridad de Jesús le viene de Dios Padre, y la autoridad de
Pedro y sus compañeros les viene de Jesús. No hablan por sí mismos, sino que transmiten
lo que han recibido de Jesús.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background: white;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background: white;">“La cosa empezó en Galilea…” Cuántos
recuerdos y episodios debían llenar la memoria de Pedro y de los otros
apóstoles. Toda persona que ha sido llamada por Dios y ha respondido recuerda
muy bien dónde y cuándo empezó todo. Recuerda, como el discípulo Juan, hasta el
día y la hora. Esos momentos, como un primer enamoramiento, nunca se olvidan.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background: white;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background: white;">¿Qué hizo Jesús? Pedro resume
su vida: “pasó <b>haciendo el bien y curando a los oprimidos</b> por el diablo”. Esta
frase es todo un programa de vida para los cristianos. En este año que
comienza, ¿nos hemos propuesto pasar por el mundo haciendo el bien? ¿Nos hemos
propuesto aliviar, ayudar y consolar a las personas que sufren a causa del mal? Nuestro mundo enfermo de guerras, crisis y malos gobernantes necesita esperanza y manos dispuestas a sostener y a liberar. ¿Convertimos el programa de Jesús en nuestro propio modelo de vida?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background: white;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background: white;">La fiesta del bautismo de Cristo
es buen momento para <b>revivir el propio bautismo</b>. Los que fuimos bautizados muy
pequeños no podemos acordarnos, pero con el sacramento de la confirmación
tenemos ocasión de renovar nuestro sí a ser cristianos, no sólo de nombre, sino
convencidos, con el deseo de vivir imitando a Cristo. Y cada vez que celebramos
esta fiesta podemos renovar nuestro sí a Dios. Él es el primero que, con la
gracia del bautismo, nos da su sí, como se lo dio a Jesús: “Tú eres mi hijo
amado”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background: white;">Todos <b>somos hijos amados de
Dios</b>. Pero cuántos vivimos ignorándolo u olvidándolo. Cuántos lo desconocen, o
lo niegan. Vivir sintiendo y sabiendo que somos tan inmensamente amados nos
puede cambiar la vida. Ser conscientes de que recibimos tanto amor nos puede
convertir en personas agradecidas, que siempre saben sacar algo bueno de
cualquier circunstancia. Y esto no sólo nos transforma a nosotros, sino que va sembrando
semillas de vida a nuestro alrededor.<o:p></o:p></span></div>
<br />
Descarga <a href="https://drive.google.com/file/d/1WJzAizHVBF7v2h-s69Tpapz52JIFdP89/view?usp=sharing" rel="nofollow" target="_blank">aquí </a>la reflexión en pdf.Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-33902303219424142142023-12-29T18:48:00.003+00:002023-12-29T18:48:38.294+00:00Mis ojos han visto la salvación<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-exy3LVRSrVvlq8WOkQtLv5DXDpPol4Yp-80me-gSk0YJhLXJ_m4PNMsgglB6TS8qXgm8Q_xO9XCw7fT3LjiQc4VcVnutBdMtJXuo0DjseNbCTJuCoMuyYHiOsyMyBJ1b1A9-JmopmvvW9FKgbaPUqdqtJr4cON1QKpXJdtqCsK8N_G_lyl9-/s1280/Simeon%20y%20Ana.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-exy3LVRSrVvlq8WOkQtLv5DXDpPol4Yp-80me-gSk0YJhLXJ_m4PNMsgglB6TS8qXgm8Q_xO9XCw7fT3LjiQc4VcVnutBdMtJXuo0DjseNbCTJuCoMuyYHiOsyMyBJ1b1A9-JmopmvvW9FKgbaPUqdqtJr4cON1QKpXJdtqCsK8N_G_lyl9-/w400-h225/Simeon%20y%20Ana.jpg" width="400" /></a></div><p>Fiesta de la Sagrada Familia - ciclo B</p><p>Lectura del evangelio: Lucas 2, 22-40</p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En los llamados evangelios de la infancia, Lucas traza un
paralelo entre la historia de Jesús y grandes personajes del Antiguo
Testamento, cuyo nacimiento se vio envuelto de promesas: todos ellos fueron
<b>niños tocados por la mano de Dios</b> y estaban destinados a una gran misión entre
su pueblo. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Este es el caso de Jesús. A los ocho días de nacer, como
todo niño judío, lo llevan a circuncidar. Y su madre, a los cuarenta días del
parto, habiendo cumplido su purificación, va a llevar una ofrenda al Señor. También
deben pagar el rescate del primogénito, pues según la Ley de Moisés, todo hijo
varón, el primer nacido de su madre, está consagrado a Dios.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Este evangelio nos muestra <b>la humanidad de Jesús:</b> un hombre
hijo de su tiempo y de su cultura, el mundo judío del siglo I, bajo el Imperio
romano. Aunque tengamos muy presente su divinidad, los cristianos no deberíamos
olvidar esta faceta humana, histórica y real de Jesús.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Los padres de Jesús lo llevan al Templo: es el lugar sagrado
para todo judío, la morada del Señor. Y es en este lugar donde se encuentran con
dos ancianos que representan el resto fiel de Israel, que sigue esperando las
promesas de Dios a su pueblo. El Templo es el escenario: <b>un lugar santo</b>. Y los
ancianos, Simeón y Ana, encarnan la fidelidad y la devoción. Por eso, como los
pastores, pueden recibir un aviso, en este caso una inspiración del Espíritu
Santo, que los mueve a ir al encuentro de ese niño, que, entre muchos otros,
será presentado a los sacerdotes por sus padres.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b>Simeón </b>alaba a Dios: es viejo, pero antes de morir Dios le
ha permitido ver la promesa cumplida. Ha visto al Salvador, el enviado definitivo
de Dios, el que iniciará una era de paz y libertad para el pueblo. Pero en la
profecía de Simeón hay luz y sombra. No le oculta a María, la madre, la dura
verdad: Jesús será una «bandera disputada», motivo de división y conflicto, y finalmente
ella sufrirá como si una espada le partiera el alma, porque verá morir a su
hijo en la plenitud de la vida.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Años después, Jesús diría de sí mismo que «no he venido a
traer la paz, sino la espada» (Mt 10, 34-36). Y Juan en su prólogo afirmaría
que la luz «vino a los suyos, y los suyos no la recibieron» (Juan 1, 11). Esta
es la cruda realidad: <b>no todo el mundo aceptará a Jesús</b>. Lo rechazarán y querrán
matarlo. Su mensaje de liberación es tan novedoso, tan radical y bello que
desafiará abiertamente al poder, que quiere mantener a las gentes sometidas y
esclavizadas. El poder religioso, las autoridades de ese mismo Templo donde es
presentado de niño, matará a Jesús. Simeón está vaticinando la sangre
derramada. Jesús predicará en el Templo y por orden de los custodios del Templo
será juzgado y llevado a la muerte.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Pero esa muerte no tendrá la última palabra. Por eso Simeón
y Ana, aún pudiendo prever el futuro dolor y el rechazo, se alegran al ver al
niño.<o:p></o:p></p><p>
</p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Unas últimas palabras sobre <b>Ana, la profetisa</b>. Ana es una
viuda que lleva toda su vida frecuentando el Templo. Es una mujer hambrienta de
Dios, que le dedica su tiempo y su energía. Ana representa a todas aquellas mujeres
fieles que han sostenido a la Iglesia durante siglos. En épocas de crisis, de
persecución, de caída de la fe, de grandes desviaciones y divisiones, la fidelidad
de las mujeres ha sostenido la Iglesia desde abajo, desde la comunidad. Y aún
hoy siguen siendo un puntal indispensable. ¿Qué sería de la Iglesia sin las
mujeres? Basta observar quiénes asisten hoy a las eucaristías, quiénes se
ofrecen voluntarias para colaborar en tareas pastorales, en catequesis, en toda
clase de apostolados… ¡La mayoría son mujeres! Y <b>no hay edad ni condición que
sea obstáculo</b>. Ana es una viuda anciana. Quizás puede hacer poco, pero al menos
está ahí. No le falta la voz y un rostro amable para acoger a los que vienen y
para alabar a Dios. Todos, a cualquier edad, podemos hacer algo por Dios, por Jesús,
por la Iglesia. Todos podemos ser transmisores de la buena noticia, como Ana. Pensémoslo.</p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-71118294277208831142023-12-22T18:46:00.002+00:002023-12-22T18:46:28.469+00:00Hágase en mí<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgFHvfeNUZso9pMVOas2P87AKjOUIhleMpNX0EF40IQRoGD1dE8J-zGrDO1EpHaBtCD6lyXqPZ1smfS3yKvbrx4JvKReSw7Jv_V-1zRHfkZ_SmVwSsgkZVYNFJuuBRI29p_BkjHl6KOURZ3kOAahCbWcypSswi1gJNg-JImT-3XRZKw3mQAChyY/s412/anunciacion.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="412" height="311" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgFHvfeNUZso9pMVOas2P87AKjOUIhleMpNX0EF40IQRoGD1dE8J-zGrDO1EpHaBtCD6lyXqPZ1smfS3yKvbrx4JvKReSw7Jv_V-1zRHfkZ_SmVwSsgkZVYNFJuuBRI29p_BkjHl6KOURZ3kOAahCbWcypSswi1gJNg-JImT-3XRZKw3mQAChyY/s320/anunciacion.jpg" width="320" /></a></div><br />Cuarto Domingo de Adviento - Ciclo B<p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;">Lectura del evangelio: Lucas 1, 26-38</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">En el cuarto domingo de Adviento, a las puertas de la Navidad,
la liturgia nos ofrece esta lectura tan conocida: es la escena que tantos
artistas han inmortalizado en cuadros preciosos, la anunciación del ángel
Gabriel a María.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Esta escena que relata Lucas está llena de ecos bíblicos. El
ángel es un <b>mensajero de Dios</b>, y en las Escrituras podemos leer varios episodios
en los que un personaje recibe un mensaje divino, ya sea por medio de una voz,
una visión o un ángel. Cuando esto sucede, es que el personaje visitado <b>va a
recibir una misión</b> o encomienda especial.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Así ocurre con María. Su misión será única: nada menos que
ser la madre del hijo de Dios, un hombre santo que, como David, inaugurará un
reino. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Para una mujer judía del siglo I, el anuncio del ángel sólo
podía significar una cosa: ella sería la madre del <b>Mesías</b>, <b>el Ungido de dios</b>,
el hombre tan esperado que liberaría su pueblo de la esclavitud e iniciaría una
era de gracia y de paz. Y así fue, pero Jesús resultó ser un Mesías muy diferente
de lo que muchos esperaban: no fue un liberador político ni un rey guerrero,
sino un profeta pacífico que traía algo mucho más grande.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">María se alinea con Moisés, Gedeón, Samuel y otros personajes
de la Biblia que reciben un anuncio de parte de Dios. Pero la respuesta de
María destaca sobre ellos porque no se resiste, no pone objeciones y de
inmediato comprende quién la está llamando. Eso sí, como mujer que piensa y
quiere entender, pregunta «cómo será eso», y así el ángel puede darle esta
respuesta: «<b>El Espíritu Santo vendrá sobre ti</b> y la fuerza del Altísimo te
cubrirá con su sombra». María queda encinta y acoge en su seno al hijo de Dios
porque ya antes ha sido colmada del Espíritu Santo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Algunos biblistas señalan que esta frase del ángel es un eco
de otra escena del Éxodo (Ex 40,34-35): cuando el pueblo de Israel ha plantado el
tabernáculo sagrado en el desierto, siguiendo todas las instrucciones de Dios,
la presencia divina llena el lugar, cubre la tienda y la colma de su gloria. La
gloria divina desciende sobre la tienda sagrada como el Espíritu Santo y su fuerza
descienden sobre María. Así, María de Nazaret se convierte en<b> una nueva arca de
la alianza</b>: el arca viviente que lleva en su seno, ya no la Ley de Dios, sino
la misma palabra de Dios encarnada.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">María es una doncella «que no conoce varón». Su prima Isabel es
una anciana estéril que ya no puede concebir; ambas, no obstante, quedan
embarazadas y sus hijos nacerán para traer algo nuevo al mundo. Esto es <b>una
constante de Dios </b>en la historia sagrada: se fija en las personas más humildes,
más débiles, sin poder alguno, incluso marginadas o desdeñadas. Dios las escoge
y las llama para una gran misión. Y ellas, llenas de su fuerza y de su amor, no
temen y aceptan. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">En María se da un proceso que todos podemos experimentar:
escucha la voz del cielo porque está abierta, se turba ante la presencia divina
porque se siente pequeña ante tanta grandeza; dialoga con el ángel porque
quiere entender, y finalmente dice sí, a todas y sin condiciones.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-size: 10.0pt;"><b>María es la imagen de toda persona llamada por Dios</b>. Si oímos
su llamada, seguramente nos sentiremos pequeños e incapaces. Pero él nos
llenará con su fuerza y su Espíritu lo hará posible. Sólo necesita nuestro sí.
La respuesta de María es un ejemplo de valentía y de libertad: «Hágase en mí
según tu palabra». Cuando alguien elige decir sí a Dios, cuando permite que
Dios haga en su vida lo que él tiene planeado, la vida de esa persona se
transforma y se convierte en una aventura maravillosa.<o:p></o:p></span></p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-69430067144349441952023-12-16T19:02:00.000+00:002023-12-16T19:02:05.374+00:00Yo soy la voz que grita en el desierto<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5Qwd33dwCOFDqiZrGYRTnChvmp4uahQiwFefD1qlZ3ZYIJ1JKu9Yu0Eob2glcUr0wHh8O7IajzrdvVQwsMe5dZTUlUOI97Aus2zghsJ_Z6BD6ckGKshv3b5IQFGIr2fSqsRQvDr3_UjKlLWfI9VkQUvff98u71u-UPzClU9HI-IW6KvdA0PAy/s647/juan%20bautista%20profeta.gif" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="647" data-original-width="450" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5Qwd33dwCOFDqiZrGYRTnChvmp4uahQiwFefD1qlZ3ZYIJ1JKu9Yu0Eob2glcUr0wHh8O7IajzrdvVQwsMe5dZTUlUOI97Aus2zghsJ_Z6BD6ckGKshv3b5IQFGIr2fSqsRQvDr3_UjKlLWfI9VkQUvff98u71u-UPzClU9HI-IW6KvdA0PAy/s320/juan%20bautista%20profeta.gif" width="223" /></a></div>Tercer Domingo de Adviento - Ciclo B<p></p><p>Lecturas: Isaías 61, 1-11; Lucas 1, 46-54; 1 Tesalonicenses 5, 16-24; Juan 1, 6-8.19-28.</p><p><span style="text-align: justify;">Camino de la Navidad, celebramos el tercer domingo de
Adviento, </span><i style="text-align: justify;">Gaudete</i><span style="text-align: justify;">. Porque el Señor ya está a las puertas, su llegada será
pronto. La alegría se atisba, la luz viene a llenar nuestro corazón.</span></p><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El evangelista recoge la figura de Juan Bautista: «Surgió un
hombre enviado por Dios». Hoy hemos de recordar que todos los bautizados
estamos llamados, como Juan, a ser <b>testigos de la luz.</b> Él sabe muy bien que no
es el Mesías. Juan nos previene para que no caigamos en el mesianismo de la autorreferencia
y evitemos la egolatría. Siempre hay que estar <b>alerta ante la autosuficiencia
espiritual</b>, que nos convierte en el centro de todo, dándonos más importancia a
nosotros mismos que al mensaje de liberación de Jesús. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Juan se pone detrás de Jesús y reconoce que ni siquiera es
digno de agacharse y desatarle la correa de las sandalias, un signo de profunda
humildad. Él sólo es un eco de la palabra de Dios.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Cuánto nos cuesta permanecer en nuestro sitio, allí donde
nos toca estar. Cuánto orgullo y reafirmación de nuestra persona. Uno de los
rasgos que más me impacta de Juan Bautista es que reconoce que él es el testigo.
Los cristianos hemos de aprender de Juan esto: sepamos lo que sepamos, hagamos
lo que hagamos, somos meros <b>instrumentos de Dios.</b> El error en el que tanto
caemos es pensar que estamos por encima de los demás, y esto bloquea toda
acción evangelizadora y pedagógica. Pasamos mucho tiempo haciendo cosas que no
están en la línea de Jesús. El yo hinchado nos aleja de la auténtica eficacia
en nuestra misión. Pero para esto hemos de descubrir, a través de la oración, qué
es lo que quiere Dios de nosotros. </p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Sin petulancias, con sencillez, Juan nos ayuda
a centrarnos y a sintonizar con Aquel que es el origen de nuestra fe. Como
Juan, hemos de contestar a quienes nos pregunten sobre nuestra identidad: <b>somos
voces recias</b>, convencidas; arrojamos palabras que pueden ayudar a otros a
enderezar sus vidas con el testimonio de una fuerza interior que surge de una
profunda convicción: estamos <b>unidos a Jesús</b>. Como Juan, hemos de hacer posible
que muchos se conviertan y llevarlos a la orilla de la Iglesia, para que el
sacerdote, en nombre de Cristo, los bautice con el Espíritu Santo, el mismo
espíritu de Dios.</p><p></p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-1406749911296405512023-12-08T18:30:00.004+00:002023-12-08T19:07:50.016+00:00Preparad el camino<p>Segundo Domingo de Adviento - Ciclo B</p><p>Lecturas: Isaías 40, 1-11; Salmo 84; 2 Pedro 3, 8-14; Marcos 1, 1-8</p><p></p><p class="MsoNormal">Lectura del evangelio: Marcos 1, 1-8</p><p class="MsoNormal"><br /><o:p></o:p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPKq7SdFuaunbZVgNGdLtwC7qiOKnIx40YKByckChx0Jq3K82OIjAeJ75BglUAbWje9aTS1cnmANH9pTAI4d1BiotxiNw69P1UdQoIIJAnyTRJh2sjb108S2yM1J1T5-bNPLSpPYSEGnwWeZNK8oAsPycq5P47XKGCZEGot_8Y0w5Qg6CWwKOc/s1280/Rio%20Jordan.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPKq7SdFuaunbZVgNGdLtwC7qiOKnIx40YKByckChx0Jq3K82OIjAeJ75BglUAbWje9aTS1cnmANH9pTAI4d1BiotxiNw69P1UdQoIIJAnyTRJh2sjb108S2yM1J1T5-bNPLSpPYSEGnwWeZNK8oAsPycq5P47XKGCZEGot_8Y0w5Qg6CWwKOc/w400-h225/Rio%20Jordan.png" width="400" /></a></div><p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En este segundo domingo de Adviento leemos el comienzo del
evangelio de Marcos. Con la predicación de Juan Bautista en el desierto el
autor recuerda las expectativas mesiánicas del pueblo judío. El pueblo está
llamado a tener <b>una actitud de acogida</b> ante la inminente llegada del Señor. Marcos
define la misión de Juan: este ha de preparar a su pueblo para el momento culminante
de su llegada. Por eso hace referencia al profeta Isaías: «Una voz grita en el
desierto: preparad el camino al Señor, allanad sus senderos». La voz de Juan ha
de resonar en cada uno de nosotros para que también estemos preparados para el
gran acontecimiento de la Navidad. <o:p></o:p></p>
<h3 style="text-align: justify;">Abrirse a la luz</h3><h1><o:p></o:p></h1>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Estar preparados significa limpiar y enderezar el
rumbo de nuestra vida. Dejemos que el Señor entre en nosotros sin poner
obstáculos para que llegue a lo más profundo de nuestro ser. Así viviremos la
plenitud del encuentro tan esperado.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La voz de Juan, hoy, es la voz de los profetas que han de
elevar su clamor e interpelar a toda la sociedad: dejad de vivir en la
oscuridad, abríos a la luz de Cristo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Hoy, más que nunca, es necesario que, como cristianos, desde
nuestras convicciones más profundas, seamos capaces de <b>levantar la voz con
nuestra vida </b>y con nuestro testimonio. Nuestra apertura a Dios será decisiva
para que la voz de Jesús penetre en lo más íntimo de nosotros. Luego,
convencidos, seremos nuevas voces que ayuden a otros a reenfocar su vida a la
luz de la palabra de Dios. <o:p></o:p></p>
<h3 style="text-align: justify;">Llamados a una tarea</h3><h1><o:p></o:p></h1>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En la actual coyuntura social y cultural se hace urgente que
cada cristiano sea consciente de su misión. La desidia y el desespero de muchos
ahogan la esperanza. Pero Jesús está llegando. Hemos de pasar del desierto
árido de nuestro corazón a un vergel, un paraíso donde vivamos la fraternidad como
su nuevo pueblo: la Iglesia. Estamos <b>llamados a vivir en la caridad </b>y tenemos
una tarea: evangelizar. Sólo cuando dejemos que nuestro pozo interior se abra a
las aguas cristalinas de su palabra nuestra sequedad de alma se convertirá en
un hermoso jardín.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Ojalá él nos encuentre a punto y lo acojamos con alegría. Su
venida significó un cambio en la historia de la humanidad. El deseado, el
esperado, está a punto de llegar para culminar nuestras esperanzas. Él es la
gran respuesta a nuestras inquietudes y da una dimensión nueva al sentido de la
existencia. Él es el fundamento y el soporte de nuestra realidad vital. Con
Jesús en nuestra vida, se nos abre un nuevo horizonte que llevará al hombre a
la plenitud. <b>Vivir instalados en la esperanza</b> es empezar a saborear
una alegría que nunca se acaba.</p><p></p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-85603490723343644632023-12-02T18:22:00.003+00:002023-12-02T18:24:07.211+00:00Velad, estad despiertos<p>Primer Domingo de Adviento - Ciclo B</p><p>Lecturas: Isaías 63, 16-19. 64, 2-7. Salmo 79. 1 Corintios 1, 3-9. Marcos 13, 33-37.</p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinuqbYWqV-EakS_R8nOH9KZgnLyFRW844hqtvsCrerIAgRN32rOhlLTtunDO-ZYIr298Q_XKtqmSDPb7nACvbO6FTO207v0aFk0HszrrRijwWIIh4k5-Po_5ezMWlzyAsNOCHD8KQe6vFO5tEeUDYDgyfJRp3Oj4soxepy4mpWJuFfRwF0JRs6/s1280/Velad.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinuqbYWqV-EakS_R8nOH9KZgnLyFRW844hqtvsCrerIAgRN32rOhlLTtunDO-ZYIr298Q_XKtqmSDPb7nACvbO6FTO207v0aFk0HszrrRijwWIIh4k5-Po_5ezMWlzyAsNOCHD8KQe6vFO5tEeUDYDgyfJRp3Oj4soxepy4mpWJuFfRwF0JRs6/w400-h225/Velad.jpg" width="400" /></a></div><br /><p style="text-align: justify;">Entramos en un nuevo tiempo litúrgico: el Adviento, y en el
ciclo B, siguiendo el evangelio de Marcos.</p><p></p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La Iglesia nos propone en Adviento una actitud fundamental
para los cristianos, recogiendo las palabras de Jesús a sus discípulos: Estad
atentos, <b>velad</b>. Son actitudes de un buen cristiano. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Estar atento significa estar despierto, alerta. En nuestra
vida ocurren muchas cosas importantes, pero no siempre prestamos la atención
adecuada. Pueden ser momentos cruciales y no alcanzamos a conocer su
significado. Ir dormidos nos puede alejar del valor que tiene la vida
cotidiana. Hay cosas que pueden ser trascendentales y nos marcan para siempre. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El anuncio que proclama la Iglesia sobre Adviento es
prepararnos para la <b>Navidad</b>. Este camino es una gran ocasión para reflexionar
sobre la <b>esperanza</b>. Vivir desesperanzado es vivir rendido y sin metas.
En este primer domingo de Adviento se nos llama a ser conscientes de que tener
esperanza es una actitud válida y esencial en el ser humano. No se concibe
vivir sin una mirada puesta más allá de uno mismo. Necesitamos trascender de
nuestra ceguera y de nuestra micro visión de la realidad. Mirar más allá de nosotros
mismos significa dejar atrás nuestra pobre realidad y abrirnos a una nueva
visión. No se puede vivir sin esperanza. No podemos levantarnos cada mañana sin
un propósito, sin un plan. Estamos hechos para ser co-creadores de nuestra
historia y esto no es posible sin esperanza. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Sabemos que este tiempo nos ayuda a prepararnos para el gran
acontecimiento del nacimiento de Jesús, un hecho que cambió nuestra historia. La
esperanza del pueblo de Israel se vio colmada: se cumplieron sus expectativas
mesiánicas. La Iglesia, sabia en su pedagogía, nos invita a revivir este
acontecimiento en nuestras vidas. Sólo dejando entrar a Dios en nosotros él
iluminará nuestra existencia. No podemos vivir distraídos, hastiados,
desconectados, cansados de todo. Como nos dice Jesús, velad. Es una <b>llamada a
vivir atentos y apasionados</b>. Sólo despiertos podremos verlo en los demás. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Adviento nos propone vivir con intensidad nuestra vida.
Jesús viene de camino hacia nuestro encuentro. Dejemos que se vaya acercando.</p><p></p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-91032474556208068862023-11-24T19:14:00.002+00:002023-11-24T19:14:24.819+00:00Fiesta de Cristo Rey - A<div><span style="background-color: rgba(0, 0, 0, 0.05); color: #0f0f0f; font-family: Roboto, Arial, sans-serif; font-size: 14px; white-space-collapse: preserve;">Con la fiesta de Cristo Rey culminamos el año litúrgico cristiano. En el evangelio de este domingo Jesús nos recuerda cuáles son las llaves para entrar en el reino de Dios: las obras de misericordia.
Lecturas: Ezequiel 34, 11-17; Salmo 22; 1 Corintios 15, 20-28; Mateo 25, 31-46.</span></div><div><span style="background-color: rgba(0, 0, 0, 0.05); color: #0f0f0f; font-family: Roboto, Arial, sans-serif; font-size: 14px; white-space-collapse: preserve;"><br /></span></div><div><span style="background-color: rgba(0, 0, 0, 0.05); color: #0f0f0f; font-family: Roboto, Arial, sans-serif; font-size: 14px; white-space-collapse: preserve;">Descarga <a href="https://docs.google.com/document/d/1mi15MrwxSyttycHFh6VQ9ngvGGGUnUJA/edit?usp=sharing&ouid=116866473375782565063&rtpof=true&sd=true" rel="nofollow" target="_blank">aquí la homilía</a> para leer o imprimir.</span></div><div><span style="background-color: rgba(0, 0, 0, 0.05); color: #0f0f0f; font-family: Roboto, Arial, sans-serif; font-size: 14px; white-space-collapse: preserve;"><br /></span></div><iframe frameborder="0" height="270" src="https://youtube.com/embed/Ze3gI6bnQJI?si=ykxBcK_01Ei8euO1" style="background-image: url(https://i.ytimg.com/vi/Ze3gI6bnQJI/hqdefault.jpg);" width="480"></iframe><div><span style="font-family: Kalinga; font-size: 10pt; text-align: justify; white-space-collapse: preserve;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Las lecturas de este
domingo, festividad de Jesucristo, rey del universo, giran todas entorno a la
cualidad más hermosa del corazón de Dios: <b>la misericordia</b>, la ternura
entrañable, el amor incondicional de madre. En la primera lectura de Ezequiel
Dios se nos presenta como un pastor que va a buscar a sus ovejas descarriadas,
las recoge, las cura, venda sus heridas… ¡No quiere que se pierda una sola! En
la segunda lectura, Pablo nos habla del gran regalo que nos ofrece Dios: ya no
sólo la vida, sino una vida eterna. ¡Cuánto don inmerecido!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En la cultura cristiana
se ha dado mucha importancia a <b>la fe y la fidelidad</b> a la doctrina. Se ha
insistido mucho en el aspecto intelectual y moral. En el mundo protestante,
considerando la debilidad humana y nuestra continua inclinación al mal, la fe
se ha considerado lo único indispensable para salvarse. Basta la fe, no hacen
falta las obras, que siempre se quedarán cortas, para alcanzar al cielo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-ansi-language: ES;">Y la fe, ciertamente, es
importante. ¿Cómo no vamos a confiar en Dios, cómo no creer en él y en el
testimonio de los evangelios? Pero Jesús, en la parábola que leemos hoy, nos da
una lección muy diferente. A la hora de la verdad, cuando queramos entrar en el
banquete del cielo, ¿qué nos abrirá las puertas?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-ansi-language: ES;">En la parábola de los
corderos y los cabritos, Jesús distingue entre dos tipos de personas. Unas son
las personas creyentes, que siempre han sido fieles cumplidoras de los
preceptos, e incluso han propagado la palabra de Dios. Pero se encuentran una
puerta cerrada y una voz que dice: ¡No os conozco! ¿Qué ha fallado aquí? Por
otra parte, encontramos todo tipo de gentes, algunas incluso personas no
creyentes, pecadoras, alejadas e ignorantes de las verdades de la fe. Pero
Jesús les abre la puerta y los invita: ¡Venid, benditos de mi Padre! ¿Qué han
hecho para merecer el cielo?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b>La llave que abre las
puertas del cielo </b>se llama misericordia. Se llama amor, atención, cuidado,
mimo, compasión. Se llama alimentar al hambriento, escuchar al triste, atender
al enfermo, dar afecto al solitario. Se llama visitar al preso, vestir al desnudo,
enseñar al ignorante. Al atardecer de la vida, decía san Juan de la Cruz, nos
examinarán del amor. Es el amor, por encima de la fe y las palabras, lo que nos
salva.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En cambio, aquellas otras
personas que parecían perfectas, que incluso, como dice san Pablo, dieron la
vida por proclamar el evangelio, o se dejaron quemar vivas, o entregaron todos
sus bienes… pero <i style="mso-bidi-font-style: normal;">no amaron</i>, no
conseguirán nada. <b>Si no tengo amor, de nada me sirve todo lo que haga</b>. Claro
que las obras son importantes, ¡pero siempre con amor! Siempre desde un corazón
generoso y abierto, que ve al otro como un hermano. Ante alguien que ama, Dios
no se resiste.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-ansi-language: ES;">El papa Francisco nunca
se cansa de insistir: ¡misericordia! ¡Necesitamos tanta! Y la Iglesia, que
muchas veces se ha endurecido y se ha mostrado parca en compasión, es la
primera que debe recuperar esta cualidad de Cristo. La Iglesia ha de ser
pastora que busca la oveja herida, la recoge y la cura, sin juzgarla, sin
apartarla. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Y esto hemos de ser los
cristianos. Porque <b>todos somos ovejas heridas, pero todos podemos ser también
pastores, buenos samaritanos, que nos curemos unos a otros</b>. Y Dios nos acogerá
a todos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-ansi-language: ES;">Ojalá hoy, al salir del
templo, llevemos grabadas muy adentro estas palabras: todo lo que hacemos a los
demás, se lo hacemos a Dios. Ojalá tratemos a cada persona que se cruza con
nosotros con la misma delicadeza, respeto y amor como al mismo Cristo.</span></p></div>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-65389851851707050202023-11-17T18:35:00.003+00:002023-11-17T18:35:41.922+00:0033 Domingo Ordinario - A<div><div>Con la parábola de los talentos, Jesús nos enseña que no se puede separar el amor del trabajo, la fe de la diligencia. Una lección a aprender en todos los tiempos. También en el plano espiritual es necesario poner nuestros "talentos" a trabajar.</div><div><br /></div><div>Lecturas: Proverbios 31, 10-31; Salmo 127; 1 Tesalonicenses 5, 1-6; Mateo 25, 14-30.</div></div><div><br /></div><div>Descarga la homilía en <a href="https://docs.google.com/document/d/1c_3FQzFyE5AD129HVy5-7oECTpgVdTck/edit?usp=sharing&ouid=116866473375782565063&rtpof=true&sd=true" rel="nofollow" target="_blank">este enlace</a>.</div><div><br /></div><iframe frameborder="0" height="270" src="https://youtube.com/embed/Gz1dapmB-DQ?si=2HdsYB4H1xvZyon7" width="480"></iframe><div><br /></div><div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Si buscáramos una palabra
común que resuma las tres lecturas de este domingo, esta podría ser <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">diligencia. </b>Diligencia, se nos enseñaba
antes, es lo contrario de la pereza. Si la pereza nos paraliza, la diligencia
nos impulsa a actuar, a atender, a servir. La diligencia es propia del amor,
porque para quien ama nunca hay un trabajo lo bastante pesado, ni hay cansancio
que pueda abatirle. El amor es diligente. En latín, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">diligo </i>significa amar, apreciar, estimar en mucho. De modo que
podríamos asociar perfectamente <b>el trabajo con el amor.</b> Esto es lo que hace
Dios, que no deja de trabajar, en el cielo y en la tierra. Si queremos ser
buenos hijos suyos, el trabajo realizado con amor ha de ser una constante en
nuestras vidas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El libro de los
Proverbios nos habla de <b>la mujer hacendosa, fuerte y sabia</b>, pilar de su hogar y
alegría de su esposo e hijos. Sus obras y su actitud ante la vida, valiente y activa,
son las que la embellecen por encima de la hermosura física. Es un modelo a
imitar, tanto por hombres como por mujeres, especialmente las personas que
tienen a su cargo familias, grupos o comunidades. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">San Pablo a los
tesalonicenses les dirige palabras de paz y aliento. Los primeros cristianos
vivían tiempos convulsos, de inestabilidad e incluso persecución. No tan
diferentes a los que vivimos hoy. Es fácil, en tiempos de crisis, ser
negligente, abandonarse y rendirse porque… ¡todo está tan revuelto! ¡Hay tanta
incerteza! ¿De qué sirve hacer proyectos, trabajar con entusiasmo y soñar en un
futuro? Más vale ir tirando y vivir al día. ¿Para qué esforzarse? Pero Pablo
avisa. Nosotros no vivimos en la oscuridad. <b>No somos de la noche, somos hijos
de la luz</b>. Y como hijos de la luz, sabemos que Dios está con nosotros y que en
cierto modo ya tenemos la batalla ganada. Aunque no veamos los frutos de lo que
hacemos, sembremos y labremos con amor y con diligencia. No durmamos, dice el
apóstol. Vivamos despiertos. Es otra forma de decir: <b>no nos limitemos a
sobrevivir.</b> Vivamos con intensidad cada día, cada hora. Entreguémonos a lo que
hacemos y a los que amamos. No caigamos en la acedia, como dice el papa
Francisco. No nos hundamos en la flojedad, en la vagancia, en la indiferencia.
¡Eso no es vivir!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús explica la parábola
de los talentos. Pocos o muchos, todos tenemos dones y capacidades. Dios no nos
exigirá más de lo que podemos hacer, pero sí nos ha dado <b>un potencial que
podemos multiplicar</b>. No hacerlo es un desprecio a su generosidad. ¿Qué hemos
hecho, en nuestra vida, con los regalos que nos ha dado Dios? ¿Cómo hemos
utilizado nuestra inteligencia, nuestra voluntad, nuestro afecto y nuestra
creatividad? ¿Hemos dado todo lo que podíamos? ¿Hemos florecido y hemos dado
fruto?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Cuando Jesús dice que al
que tiene poco se le quitará aun lo que tiene, no está refiriendo una
injusticia. Simplemente dice que al que se guarda lo que tiene, sin querer
aprovecharlo para servir a los demás, eso mismo que quiere conservar
celosamente lo perderá. Hace tiempo se hizo famosa una frase: <b>“todo lo que no
se da, se pierde”</b>. Es así: todo lo que se quiere reservar para uno mismo, se
pierde; lo que se da a los demás, se gana y se recibe multiplicado. La semilla
en una caja se seca y se pudre. La semilla plantada en tierra, que se abre y
muere… se convierte en una preciosa planta viva. Démonos, entreguémonos y seamos
diligentes. En el trabajo hecho con amor nos encontraremos a nosotros mismos. Y
encontraremos a Dios.</p></div>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-29291880775095148892023-11-10T18:43:00.005+00:002023-11-10T18:43:43.275+00:0032º Domingo Ordinario A<div><div>¿Qué significa la parábola de las diez vírgenes? ¿Cómo entenderla hoy? En este pasaje del evangelio de Mateo, Jesús nos está hablando de una virtud más necesaria hoy que nunca: la esperanza.</div><div><br /></div><div>Lecturas: Sabiduría 6, 12-16; Salmo 62; 1 Tesalonicenses 4, 13-18; Mateo 25, 1-13.</div></div><div><br /></div><div>Descarga en <a href="https://docs.google.com/document/d/1tuEYklhgc7EJQgULuJW6icRHQtYCGOXJ/edit?usp=sharing&ouid=116866473375782565063&rtpof=true&sd=true" rel="nofollow" target="_blank">este enlace</a> la homilía.</div><div><br /></div><iframe frameborder="0" height="270" src="https://youtube.com/embed/uQE17LPLenE?si=CG4-gl8tBLP8kRHq" style="background-image: url(https://i.ytimg.com/vi/uQE17LPLenE/hqdefault.jpg);" width="480"></iframe><div><br /></div><div><div style="text-align: justify;">Hay una palabra clave que aparece en las tres lecturas de este domingo: <b>encuentro</b>. La segunda idea que se nos propone es la de <b>sabiduría</b>.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">¿Qué es la <b>sabiduría</b>? Lejos del saber intelectual y erudito, la sabiduría es más bien una actitud que nos lleva hacia una vida plena. El sabio busca, escucha y está atento a lo que deviene a su alrededor. El sabio aprende, experimenta y saborea. Y la sabiduría, como dice la primera lectura, sale al encuentro del que abre su mente y su corazón.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La sabiduría se convierte en un arte de vivir, y no es posible cultivar este arte sin entender el encuentro. <b>El encuentro es vital</b>: necesitamos, para ser nosotros, encontrarnos con los demás. El yo necesita un tú; el otro nos ayuda a crecer y a ser completos, a ser persona. Y aún más allá: necesitamos encontrarnos con nuestra fuente, el origen que nos da el ser por puro amor, Dios. No podemos desligar la sabiduría de este encuentro con Dios y con los demás.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">San Pablo en su carta a los tesalonicenses nos revela cuál será nuestro destino. La muerte no tiene la última palabra. Cristo nos espera para resucitar con él y vivir otra vida, en una dimensión inmensa, “siempre con el Señor”. <b>El cielo será un gran encuentro</b>, una fiesta donde gozaremos eternamente del amor que nos creó y nos salvó, junto con muchos otros, la humanidad resucitada. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Jesús, con la parábola de las vírgenes prudentes, utiliza de nuevo la imagen del cielo como <b>un banquete de bodas</b>. El esposo es él, ¡viene al encuentro de todos! Sólo necesita una cosa de nosotros: que le esperemos, que estemos atentos para acudir a su llamada. Las vírgenes prudentes toman aceite y velan porque esperan y desean este encuentro. Nos recuerdan a la amada del Cantar de los Cantares, que recorre valles y montes en búsqueda de su amado. <b>Quien ama mucho piensa mucho</b>, dice santa Teresa. Y es precavido, toma medidas, emplea recursos. Este es el aceite de las lámparas. No se puede ser negligente a la hora de amar. Las vírgenes necias quizás también querían entrar en la boda… Pero su conducta no ha acompañado a su deseo. Sus obras no han sido acordes con su aspiración. ¿Quizás no amaban lo suficiente? ¿No anhelaban el encuentro con la misma pasión que las otras? No podrán entrar en el banquete, no porque el novio las castigue. Es su falta de amor y su dejadez la que les ha cerrado la puerta. <b>El cielo no cierra las puertas</b> a nadie... pero nuestro egoísmo puede impedirnos la entrada. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Escuchemos y meditemos esta parábola y las promesas de vida que nos recuerda san Pablo. ¡Tenemos tanto por lo que amar y estar agradecidos! Respondamos a <b>Jesús, este dulce esposo que nos llama</b> y nos invita. Acudamos con diligencia a su llamada. Esperemos, cuando la noche es oscura y sentimos el silencio de Dios. Aguardemos en pie, con las lámparas encendidas, aunque sintamos aridez en el alma. Llegará un día en que se abrirá una puerta, y seremos llamados al gozo de nuestro Señor.</div></div>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-25190721393053619752023-11-03T20:34:00.001+00:002023-11-04T18:51:41.194+00:0031º Domingo Ordinario - A<p>«Dicen pero no hacen»: Jesús apela a nuestra coherencia.</p><p>Lecturas: Malaquías 1, 14b - 2, 2b. 8-10; Salmo 130; 1 Tesalonicenses 2, 7b-9.13; Mateo 23, 1-12.</p><p>Descarga <a href="https://drive.google.com/file/d/1qP3o6hTtbp0Y5RWHS3pO33MrQISAruGc/view?usp=sharing" rel="nofollow" target="_blank">aquí la homilía</a> en pdf.</p><p>
<iframe allow="accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture; web-share" allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/8hwZFP0Fxxo?si=wt3x4MVxxY3PiwGa" title="YouTube video player" width="560"></iframe>
</p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Las tres lecturas de este
domingo son un toque de atención. Nos avisan sobre el peligro de una fe que se
queda en las palabras, en la doctrina y en los rituales, sin llegar a
traducirse en un cambio vital. Y nos animan a convertir esa palabra de Dios,
una palabra llena de vida, en <b>hechos y obras</b> que sean coherentes con lo que
creemos.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El profeta <b>Malaquías
</b>acusa a los sacerdotes que han fallado al pacto con Dios. Su conducta y mal
ejemplo causan escándalo entre los fieles, pues aplican las leyes a su gusto y
conveniencia. La denuncia del profeta es dura: ¿No tenemos un mismo padre? ¿No
nos creó el mismo Dios? ¿Por qué nos traicionamos unos a otros profanando la
alianza de nuestros padres? Podríamos hablar de quienes han utilizado la
religión para servir a sus intereses, para justificarse o para ganar poder y
prestigio, aún a costa de los demás. Esto ha sido una constante en la historia:
<b>valerse de la religión como herramienta de poder</b>. Los sacerdotes y las personas
con responsabilidad eclesial, sean laicos o consagrados, son los que corren más
riesgo. Cuando la Iglesia cae en estas actitudes, está traicionando el
evangelio y la voluntad de Dios, que es hacer llegar su amor a toda persona,
sin excepción.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b>Jesús </b>recoge estas ideas
y avisa contra los fariseos y escribas que predican mucho y exigen que todos
cumplan la Ley, pero luego <b>su vida no es coherente con lo que dicen</b>. Arremete
contra los que cumplen con los preceptos religiosos y las devociones de forma
muy visible, para ser notados y bien considerados. Es la religiosidad de la
fachada, otra actitud en la que los creyentes podemos caer a menudo. En
realidad, no estamos honrando a Dios sino a nosotros mismos; la vanidad
enturbia nuestra fe. También avisa con el peligro de endiosamiento de los
líderes religiosos, que <b>pretenden ser maestros, padres, autoridades</b>… cuando el
único maestro y padre es Dios mismo. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b>San Pablo</b> nos muestra
otra forma de vivir la fe, llena de delicadeza, ternura y solicitud hacia los
demás. Dando sin exigir nada a cambio, cuidando de las personas, preocupándose
no sólo por su vida espiritual, sino por su bienestar material. San Pablo también
agradece a la comunidad de Tesalónica su acogida, pues han sabido escuchar la
palabra como auténtica palabra de Dios. Y esto es importante: es una palabra
que no sólo explica algo, sino que <b>tiene el poder de transformar vidas</b>. Quienes
la acogen, no serán los mismos.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Reflexionemos hoy si
nuestra vida es coherente y refleja con transparencia nuestra fe. ¿Vivimos una
religión de apariencias, para quedar bien o tranquilizar nuestra conciencia?
¿Utilizamos la religión como arma de poder o para sentirnos superiores? Si
tenemos algún puesto de responsabilidad, ¿usamos de nuestro ascendente para
tener poder e influencia sobre los demás? <o:p></o:p></p><p>
</p><p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">¿Cómo vivir una fe auténtica y sincera, convirtiendo el evangelio en vida?
Jesús nos da la clave. Es una herramienta poderosísima y sencilla, pero que
pide de una voluntad libre y decidida: <b>ser humildes</b>. No buscar reconocimiento
ni honores. No juzgar, y mucho menos, criticar y condenar al otro.<span style="font-size: 13.5pt; line-height: 115%;"> </span>Ser últimos, servidores, discretos. Ceder el paso.
Sentirnos hermanos, iguales, ni mejores ni peores que los demás. Y descansar en
Dios, nuestro Padre, depositando en él toda nuestra confianza. </p>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-27497952313124967502023-10-27T18:31:00.000+01:002023-10-27T18:31:12.962+01:0030º Domingo Ordinario A<div><div>Los judíos eran conscientes de que para agradar a Dios debían cumplir los mandamientos de la Ley, no sólo los diez del Decálogo, sino muchos otros que regulaban la vida cotidiana. Había entre los rabinos una discusión sobre cuál era el principal mandamiento y un escriba quiere conocer la opinión de Jesús. Su respuesta evade el debate religioso y se centra en la vivencia: ¿qué significa amar a Dios? ¿Qué comporta?</div><div><br /></div><div>Lecturas: Éxodo 22, 20-26; Salmo 17; 1 Tesalonicenses 1, 5c-10; Mateo 22, 34-40.</div><div><br /></div><div>Descarga aquí la <a href="https://drive.google.com/file/d/13cRlfmkTbQmgHj8kmfdvUqeMxAesC8UI/view?usp=sharing" rel="nofollow" target="_blank">homilía</a>.</div></div><div><br /></div><iframe frameborder="0" height="270" src="https://youtube.com/embed/LYqpWOe58P8?si=UzmY_gbyz3yylgD_" width="480"></iframe><div><br /></div><div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Todas las religiones del mundo tienen preceptos.
También todas las culturas y países tienen un código de leyes por el que se
rigen. <b>Las leyes</b>, en principio, no están para esclavizar a nadie, sino para regular
la convivencia y permitir que todo el mundo pueda vivir en paz. Pero, como
humanas, no siempre son justas ni iguales para todos. Tampoco son inamovibles:
con el tiempo se modifican y se adaptan a nuevas realidades.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Entre los pueblos antiguos, Israel desarrolló sus
propias leyes, en algunos aspectos muy parecidas a las de sus vecinos. Pero se
distinguían en algo fundamental: y es que Dios, y no un rey, era el principal
dador de la Ley. <b>Toda la ley hebrea se deriva de esta ley divina que emana de
Dios.</b> Y Dios, como nos recuerda el Éxodo, es un Dios de amor y misericordia que
se preocupa por sus criaturas: «yo soy compasivo». La vida surge de Dios, el
ser humano es obra suya. Por tanto, la defensa de la vida, la dignidad de toda
persona y la justicia, son inexcusables. No se puede adorar a Dios y ser
injusto con los hermanos. <b>No se puede honrar a Dios y explotar al prójimo</b>. No
se puede rendir culto a Dios y ser tacaño o usurero con los demás. Las leyes
humanas pueden variar, pero la ley de Dios, en este punto, es siempre la misma.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús resumirá de manera espléndida la ley de su
pueblo ante los fariseos. Estos, que a veces se enredaban entre tantísimas
leyes y preceptos que regulaban su vida, a veces corrían el riesgo de andar por
las ramas y perder la visión global del bosque. Jesús les recuerda: <b>el primer
mandamiento</b>, el principal, siempre, es amar a Dios con todo nuestro ser: mente,
cuerpo y corazón. Y de este se deriva el segundo, tan importante como el
primero: amar al prójimo como a ti mismo. Fijaos que Jesús equipara ambos mandamientos.
<b>Amar al otro es igual a amar a Dios</b>. No es posible el uno sin el otro.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-ansi-language: ES; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-language: ES;">A veces parece más fácil amar a Dios. Como no lo vemos
y no nos fastidia nunca, resulta sencillo cumplir ciertas devociones y
preceptos, rezar un poco y sentirnos bien. Pero ¡cómo cuesta amar al prójimo!
Tanto si es un ser querido como si es un enemigo, lo tenemos al lado, a veces
nos importuna, nos cansa, nos exige dar más de nosotros mismos… Nos agota la
paciencia o pide que seamos capaces de perdonar. Nos saca de nuestro
confortable egocentrismo y nos desafía. Pero si amas a Dios, no puedes dejar de
amar lo que él más ama, que son sus criaturas, incluido tú mismo. Amar a los
demás es consecuencia del amor a Dios.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-ansi-language: ES; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-language: ES;">A otras personas, en cambio, les resulta fácil amar a
los demás, sobre todo si no son muy creyentes o tienen una fe diluida. Pero
¿amar a Dios por encima de todas las cosas? ¿Cómo hacer esto? San Juan nos
diría: si estás amando al otro, de verdad, con generosidad y no por interés, ya
estás amando a Dios. «El que diere un vaso de agua a uno de estos, por amor de
mi nombre, a mí me lo da», dijo Jesús. Por otra parte, tener presente a Dios
nos ayuda a sanar y a equilibrar nuestros amores humanos, que a veces están muy
teñidos de otras cosas que no son amor. Nuestras relaciones están a menudo
marcadas por la necesidad, la dependencia, el miedo, el ansia de afecto o
reconocimiento, los celos… Sabernos y sentirnos amados por Dios nos llena de
ese amor incondicional y generoso, libre, que necesitamos para amar a los demás
sin caer en chantajes emocionales ni en afectos efímeros y conflictivos. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Los dos mandamientos del <b>amor, a Dios y al prójimo,
son las dos columnas de nuestra vida cristiana</b>. O las dos caras de una misma
moneda. Son las dos realidades que nos sustentan como personas y nos hacen
enteros. ¿Qué es una persona sin amor? ¿Dónde arraigamos nuestro ser, si no
sentimos que somos creados y sostenidos en la existencia por un Amor infinito?
Los grandes males del mundo, en el fondo, son fruto del desamor. El hambre de
amor hace estragos, desde peleas familiares, rupturas matrimoniales, batallas
políticas, crímenes y hasta guerras. El mundo sufre y sangra por falta de amor.
Por eso amar se convierte en un mandato. No una orden impuesta, ni una
obligación arbitraria, sino <b>una urgencia, una necesidad vital</b>. Amar no es
opcional. Amar es cuestión de vida o muerte. Necesitamos, desesperadamente,
aprender a amar y a dejarnos amar. Somos muy analfabetos en el amor… Empecemos,
hoy, a mejorar un poco cada día. Tenemos al mejor maestro, que se mete en
nuestro corazón y en nuestro cuerpo cada día que lo tomamos en la eucaristía.
Que Jesús, puro amor, cale en nosotros y nos enseñe a amar como él.</p></div>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-1306472577203290482023-10-20T18:37:00.000+01:002023-10-20T18:37:32.487+01:0029º Domingo Ordinario A<div><div>Los fariseos ponen a prueba a Jesús con una pregunta delicada: ¿Es lícito pagar impuestos al César? El pago de tributos, para el pueblo judío, era una forma de someterse a un imperio pagano, reconociendo la primacía del César. La fe de Israel, en cambio, no reconoce otro rey que el mismo Dios. Veremos cómo Jesús sale del aprieto con sagacidad y una lectura más profunda de los hechos que sigue vigente hoy.</div><div><br /></div><div>Lecturas: Isaías 45, 1.4-6; Salmo 95; 1 Tesalonicenses 1, 1-5b; Mateo 22, 15-21.</div><div><br /></div><div>Baja <a href="https://drive.google.com/file/d/1q2B7VBSx6XOP9J9frKS-M-Cg1g3WeZ6U/view?usp=sharing" rel="nofollow" target="_blank">aquí la homilía</a> para leer o imprimir.</div></div><div><br /></div><iframe frameborder="0" height="270" src="https://youtube.com/embed/499HsuftBrE?si=4ov-qmHukwMuMr1o" style="background-image: url(https://i.ytimg.com/vi/499HsuftBrE/hqdefault.jpg);" width="480"></iframe><div><br /></div><div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús era un hombre
inteligente. Aunque su mensaje era anunciar el reino de su Padre, sabía cómo
desenvolverse en los asuntos del mundo y no se dejaba atrapar por las intrigas
de sus coetáneos. Muchos querían que Jesús fuera un líder político que los encabezara
en su lucha contra la opresión de Roma. Otros, en cambio, temían justamente
esto: que la relevancia pública de Jesús pudiera amenazar su poder. En aquellos
tiempos, como en la mayoría de los países del mundo, <b>lo religioso y lo civil no
estaban separados</b>. ¿Por qué? Porque la religión se ponía al servicio del poder
y el poder se apoyaba en la religión para legitimarse. Entre todos,
gobernantes, sacerdotes y letrados, imponían sus cargas al pueblo y oprimían a
la población. En este juego, al final, no importaba que fueran romanos o
judíos: <b>los poderosos siempre terminaban aliándose</b>. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús no cayó en la
trampa. No buscó la complicidad con el poder establecido, pero tampoco sucumbió
a la violencia guerrillera que busca derrocar al tirano… para establecer un
nuevo poder. Su mensaje no era, ni es, político. Intentar hacer una lectura
política del evangelio es no comprender a Jesús y traicionar su mensaje. Porque
¿cómo va Dios a tomar partido por unos u otros, si todos somos sus hijos? Dios
nos da libertad e inteligencia para aprender a gestionar nuestros asuntos
humanos y confía que lo hagamos bien, aunque muchas veces no seamos dignos de
tanta confianza y acabemos imponiendo leyes y estructuras que oprimen a unos
para que otros saquen más provecho. ¡Esta es la historia de la humanidad! Jesús
lo sabía. Pero <b>su lucha no era política</b>. El combate que libraba Jesús era
contra el mal, y no contra otros seres humanos. Y su campo de batalla
preferente, en esta guerra, es el alma, <b>el corazón humano</b>. Por eso Jesús arremetía
contra la hipocresía religiosa, la falta de justicia, la poca misericordia, la
tacañería y la codicia. ¿Era una lucha idealista y alejada de la realidad? No.
Jesús no era un ingenuo. Sabía que las otras guerras, las políticas y las
económicas, estallan porque antes ha habido otro combate que ha hecho estragos
en el alma. Es del corazón de donde salen todos los males. Es en el corazón
donde se cuecen las batallas que manchan de sangre la historia. Y es en el
corazón donde puede empezar la regeneración.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Aunque el mensaje de
Jesús no sea político, sí tiene unas consecuencias políticas. Un cristiano
coherente <b>no separa la fe de su vida</b>, y su vida incluye todas las dimensiones,
pública y privada. Por eso, cuando los fariseos quieren tenderle la zancadilla a
Jesús preguntándole si es lícito pagar impuestos a Roma, él responde con
inteligencia y realismo. Como ciudadanos, todos tenemos unos deberes y estamos
sujetos a una ley, aunque no nos guste. Si recibimos algo del estado, es justo
que contribuyamos. Hasta cierto punto, los impuestos son necesarios y
legítimos. Otra cosa es la fiscalidad abusiva e injusta, o que los más ricos
puedan esquivar la obligación y los más pobres no. Pero pagar impuestos y
cumplir la ley es un deber humano, y ser cristiano no nos exime de ello. Somos
como cualquier otra persona. San Pedro aconsejaba a los primeros cristianos:
sed personas de ley y orden, cumplid con vuestras obligaciones y respetad a los
gobernantes.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Ahora bien, hay una parte
de nuestra vida que no se la debemos al estado, ni a ninguna otra persona o
institución. Nuestra vida la recibimos de Dios. <b>No podemos vender nuestra alma.</b>
Ese santuario íntimo, tan sagrado, que es donde habita nuestro yo más profundo,
no es propiedad del estado ni de nadie. El corazón es de Dios. La conciencia es
de Dios. Es un regalo del Creador y sólo a él podemos entregárselo. Hay quienes
acaban adorando escudos, líderes y banderas. Los convierten en sus dioses y son
capaces de arriesgarse y hasta de matar por ellos. Pero esos símbolos, esas
ideas o personas, no son Dios, y no deberían ser nuestros amos. Por eso Jesús
remarca: Al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span></p></div>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-45967596441064373692023-10-13T18:21:00.003+01:002023-10-13T18:21:32.859+01:0028ª Domingo Ordinario A<div><span style="background-color: rgba(0, 0, 0, 0.05); color: #131313; white-space-collapse: preserve;"><span style="font-family: inherit;">Las últimas parábolas del evangelio de Mateo son llamadas urgentes: Jesús nos presenta el reino de Dios como un espléndido banquete de bodas, pero ¿por qué hay tanto rechazo a la invitación?
Lecturas: Isaías 25, 6-10. Salmo 22. Filipenses 4, 12-20. Mateo 22, 1-14.</span></span></div><div><span style="background-color: rgba(0, 0, 0, 0.05); color: #131313; white-space-collapse: preserve;"><span style="font-family: inherit;"><br /></span></span></div><div><span style="background-color: rgba(0, 0, 0, 0.05); color: #131313; white-space-collapse: preserve;"><span style="font-family: inherit;">Descarga <a href="https://drive.google.com/file/d/1Uc3k088l5OtTJ2CRwVL5PkoOUGFBIgMs/view?usp=sharing" rel="nofollow" target="_blank">aquí </a>la homilía.</span></span></div><div><br /></div><iframe frameborder="0" height="270" src="https://youtube.com/embed/nXBrhY3VJr0?si=SdHQeD3Dw5sUR-d6" width="480"></iframe><div><br /></div><div><div style="text-align: justify;">A casi todos nos encanta que nos inviten. ¡Qué honor, ser invitados a la boda de unos amigos, a un bautizo, a una celebración de aniversario! <b>La invitación es un reconocimiento de amistad</b>, un gesto que nos dignifica y refuerza nuestros vínculos con aquella persona que nos convida. También es la promesa de una fiesta, de un tiempo hermoso de encuentro y alegría con los demás.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">¿Qué diríamos si supiéramos que alguien es invitado a una boda y se excusa diciendo que tiene mucho trabajo? ¿Y si dijera que no puede porque tiene que pintar su casa? ¿O que tiene que llevar al taller su coche, o programar una visita médica justamente para ese día? Las bodas siempre se organizan con mucho tiempo de antelación. ¿No nos parecerían absurdos esos pretextos para no ir? De inmediato pensaríamos: <b>Todo eso son excusas</b>. Lo que pasa es que esa persona no tiene ganas de ir a la boda. Le importa poco que sea una fecha especial para el amigo que le ha invitado. Sus asuntos, hasta los más triviales, son más importantes que ¡una boda!</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Jesús utiliza esta parábola para explicar una verdad más honda. <b>Es Dios quien nos invita a su reino</b>. La boda es el desposorio del hijo de Dios con la humanidad, el encuentro amoroso entre Jesús y cada uno de nosotros. La boda, podríamos decir, es también una imagen de la eucaristía. Y ¿a quién invita Dios? Primero a sus amigos, a quienes se supone que están cerca de él. En el caso del evangelio, Jesús se refiere al pueblo de Israel. Cuando Israel rechace la invitación, el convite se extenderá a todo el mundo. ¿El único requisito? <b>Llevar el traje de bodas</b>: es decir, acudir con alegría y con ganas, con el alma vestida de fiesta.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><b>¿Es posible rechazar una invitación de Dios?</b> Por increíble que parezca, así es. Dios nos invita a su amor, nos convida a una fiesta donde quiere obsequiarnos con lo mejor que tiene: su propio Hijo. ¿Cómo podemos rechazarlo? Es muy triste, pero Dios está recibiendo desplantes a diario… Y los peores desplantes no son de los alejados, sino de los más próximos, los que, en teoría, son amigos y deberían responder.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Nosotros, hoy domingo, venimos a su banquete. Hemos aceptado la invitación, por eso estamos aquí. Vamos a disfrutar de la boda. Al menos no hemos rechazado el convite. Pero ¿venimos con el traje de fiesta? </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">¿Venimos por obligación, por rutina o con verdaderas ganas? ¿Venimos con el corazón abierto a recibir el regalo de esta fiesta? ¿Venimos dispuestos a escuchar la palabra y a comer el cuerpo de Jesús? Antes de venir, ¿nos hemos lavado el alma? ¿Hemos perdonado a nuestros enemigos o a aquellas personas con las que tenemos cuentas pendientes? </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Son interrogantes que vale la pena hacerse meditando, con gratitud, que <b>cada misa es una boda a la que Dios nos convida</b>, y en ella se da una unión preciosa e íntima, en la que nosotros ya no somos meros invitados, sino coprotagonistas. <b>Nosotros somos la novia</b>, la desposada, la muy amada de Dios Padre y el Hijo. Nuestras arras y nuestra corona nupcial serán el fuego y los dones del Espíritu. ¿Podemos rechazar esto?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Vivamos cada eucaristía plenamente, profunda y gozosamente, como un auténtico banquete de bodas. </div></div>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-12460340871020342582023-10-07T18:36:00.002+01:002023-10-07T18:36:24.037+01:0027º Domingo Ordinario A<div><div>La parábola de los viñadores homicidas es un momento culmen de la vida de Jesús: ante las autoridades del Templo, que lo van a matar, resume en un relato la vida del pueblo de Israel y el papel sangriento de los líderes religiosos en esta historia. </div><div><br /></div><div>Lecturas: Isaías 5, 1-7; Salmo 79; Filipenses 4, 6-9; Mateo 21, 33-43.</div></div><div><br /></div><div>Descarga <a href="https://drive.google.com/file/d/1pOO4CVjhgSf4AL8f0z6kk2h097hlndmg/view?usp=sharing" rel="nofollow" target="_blank">aquí la homilía</a> para leer e imprimir.</div><div><br /></div><iframe frameborder="0" height="270" src="https://youtube.com/embed/pvc_AOZwQpY?si=taLn4oRhgSMZnVp1" width="480"></iframe><div><br /></div><div><div style="text-align: justify;">Mi amigo tenía una viña… La cavó, la plantó, la cuidó con esmero y esperaba recoger una cosecha abundante de uva buena. En vez de esto, dio agrazones. ¿Qué hará con la viña?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El canto de la viña es uno de los pasajes más conocidos del <b>profeta Isaías</b>, y un texto que debía quedarse grabado en los corazones de muchos judíos. Jesús conocía bien los escritos de este profeta y los cita a menudo en el evangelio. Ante los sacerdotes y los ancianos del pueblo Jesús vuelve a contar esta historia en forma de parábola, pero con una variante mucho más dramática. La viña sí da fruto, pero <b>los viñadores quieren apropiarse de la cosecha y no la entregan</b> a su amo. Apalean a los criados que él envía y, cuando el amo finalmente decide enviar a su propio hijo, lo matan para adueñarse del campo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">¿Qué hará el dueño de la viña con esos trabajadores inicuos? Los sabios responden a Jesús: Los hará morir de mala muerte y buscará a otros labradores. No se dan cuenta de que, con esto, <b>se están acusando a ellos mismos.</b></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La viña, en el contexto bíblico, es una <b>imagen del pueblo de Israel</b>. Hoy podríamos decir, del mundo. El mundo es la viña de Dios, que él ha cultivado con amor. Los viñadores son los líderes del pueblo, hoy diríamos que son los gobernantes, los educadores, los sacerdotes que pastorean a la Iglesia. Todos aquellos que tienen una responsabilidad pública y social son viñadores. Y ¿qué hacen? Muchas veces, en lugar de educar y cuidar de las personas para que se desarrollen y den buen fruto, las pierden, las engañan o las explotan, o siembran en ellas semillas de ignorancia, de odio y violencia. Estos <b>líderes que causan tanto daño </b>están robando y manipulando la vida de las personas, algo sagrado que sólo pertenece a Dios, el amigo de la vida sin excepción.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La parábola va más allá. Finalmente, el amo envía a su hijo. ¿Quién es? <b>El hijo es Jesús</b>. Cuando Dios ve que el mundo no escucha a sus profetas, él mismo entra en la historia para sembrar su semilla de vida eterna en cada ser humano. Pero ¿qué sucede? En su ceguera y ambición, los hombres quieren matar al mismo Dios que les ha dado la vida. <b>El amo de la viña molesta</b>. Quieren quitárselo del medio y hacerse dueños en su lugar. Es el endiosamiento del hombre que cree ser amo del mundo y pretende dominar la naturaleza y la historia con su fuerza, su dinero, su ciencia y su tecnología. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En Isaías el dueño del campo se enfurece y decide entregarlo a la destrucción de los enemigos. Es una imagen simbólica del desastre que hizo desaparecer a Israel del mapa, conquistado por los babilonios primero, y luego por persas, griegos y romanos. En el exilio, los israelitas pudieron meditar sobre su orgullo y su infidelidad a Dios. Vieron la catástrofe como <b>un castigo y, a la vez, una oportunidad</b> para reflexionar y renovarse. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Jesús no habla de castigo. En cambio, dice que el amo de la viña se la quitará a los viñadores homicidas y la dará a otro pueblo que dé buenos frutos. Jesús se estaba refiriendo a la futura comunidad de creyentes. Los jefes de su pueblo lo llevaron a la cruz; serían los galileos, los pobres y sencillos, y muchos extranjeros los que creerían en él y formarían la primitiva Iglesia. El regalo de Dios, destrozado por el pueblo elegido, <b>iría a parar a otras manos</b>. La buena noticia del Reino ya no sería exclusiva para Israel, sino que se esparciría por todo el mundo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Podemos hacer una lectura de esta parábola aplicada a nuestras comunidades de hoy. Nuestra parroquia también es una viña y nosotros, los cristianos comprometidos, somos los viñadores. ¿Damos buen fruto? ¿Acogemos a Jesús y dejamos que él cambie nuestra vida? ¿Es nuestra parroquia un foco de evangelización, un lugar de convivencia, un refugio de caridad y acogida con las puertas abiertas hacia afuera? ¿Es nuestra parroquia un verdadero faro en la noche, un oasis en el desierto, un hospital de campaña en medio de la guerra? Si no es así, si nuestras comunidades se vuelven estériles y amargas…</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Dios quizás no nos castigue, pero sí veremos cómo este viejo mundo, decrépito, se va muriendo, y quizás <b>vendrán otras personas</b>, con el corazón abierto y una fe fresca y renovada, que sabrán recibir el don de Dios y hacerlo fructificar. Nuestras parroquias envejecen y las comunidades parecen en peligro de extinción. ¿Qué nos salvará? Miremos, dentro de nosotros, en nuestro corazón.<b> ¿Somos buenos viñadores?</b> ¿O por el contrario, con nuestra dureza y frialdad, con nuestra falta de caridad, nos estamos convirtiendo en viñadores homicidas, que apagan el fuego del Espíritu Santo? Abrámonos. Abrámonos sin miedo, sin reparos, y dejemos que el amor de Cristo, a quien recibimos en cada eucaristía, nos transforme y haga de nosotros buenas uvas, buen vino, luz del mundo.</div></div><div style="text-align: justify;"><br /></div>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-28090054.post-41653823327032983542023-09-29T18:28:00.001+01:002023-09-29T18:28:29.358+01:0026º Domingo Ordinario A<div><span style="background-color: rgba(0, 0, 0, 0.05); color: #131313; white-space-collapse: preserve;"><span style="font-family: inherit;">Si la semana pasada Jesús nos sorprendía con la parábola de los viñadores, esta semana puede incluso indignar. ¿Cómo van a adelantarnos los publicanos y las prostitutas en el reino de Dios? Jesús nos invita a hacer profundo examen de conciencia y a revisar la autenticidad de nuestra vocación cristiana.</span></span></div><div><span style="background-color: rgba(0, 0, 0, 0.05); color: #131313; white-space-collapse: preserve;"><span style="font-family: inherit;">
Lecturas: Ezequiel 18, 25-28; Saomo 24; Filipenses 2, 1-11; Mateo 21, 28-32.</span></span></div><div><span style="background-color: rgba(0, 0, 0, 0.05); color: #131313; white-space-collapse: preserve;"><span style="font-family: inherit;"><br /></span></span></div><div><span style="background-color: rgba(0, 0, 0, 0.05); color: #131313; white-space-collapse: preserve;"><span style="font-family: inherit;">¿Quieres descargar la homilía? Clica <a href="https://drive.google.com/file/d/1fjSm8-RbnrxMDXqEI2DyhjnaNcii2H_3/view?usp=sharing" rel="nofollow" target="_blank">aquí</a>.</span></span></div><div><br /></div><iframe frameborder="0" height="270" src="https://youtube.com/embed/eq2DIJ57pnQ?si=Hr16pZK_Rrb60hxD" width="480"></iframe><div><br /></div><div><p class="MsoNormal"><span style="mso-ansi-language: ES;">Hoy podemos meditar
despacio las tres lecturas: la primera de Ezequiel, la carta de san Pablo a los
Filipenses y el evangelio de Mateo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El <b>profeta Ezequiel</b>
recoge la queja de muchas personas que acusan a Dios de ser injusto porque las
cosas les van mal. El profeta replica: ¿No seréis vosotros los que sois
injustos? Porque, muchas veces, lo que nos ocurre es consecuencia de nuestra
conducta y nuestros actos. Ezequiel exhorta a su gente a <b>ser responsable</b> y a
asumir las consecuencias de sus obras. No carguemos a Dios las culpas de nuestros
errores.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b>San Pablo </b>ruega a los
fieles: por favor, olvidaos de vuestros egoísmos, vuestros intereses, vuestras
rencillas y envidias. Todo eso rompe la comunidad y os desune. <b>Tened los
sentimientos de Cristo</b>: es decir, procurad tener el corazón de Cristo, que vino
a servir, a cuidar a los demás, a darnos todo. Las personas somos orgullosas.
Bajo un pretexto de dignidad y honor, escondemos nuestra soberbia y nuestro
afán de figurar, de ser importantes y reconocidas. Pablo dice: Jesús, que era
Dios y podía haber exhibido su grandeza y su poder, nunca lo hizo. Es más, se
sometió a algo que parece increíble para un Dios: ¡morir! Y no una muerte
heroica o serena, sino la muerte más vergonzosa y atroz que uno podía imaginar
entonces: la cruz, la muerte reservada a los delincuentes y los esclavos. En
esta entrega y en esta humillación es como Cristo alcanza su realeza. Nosotros,
si queremos ser como él, hemos de adoptar su mismo <b>espíritu de servicio y
donación a los demás</b>, aprendiendo a ver, en cada persona, un hijo de Dios y
hermano nuestro. ¡Por mucho que nos cueste!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Si Ezequiel y san Pablo
nos parecen exigentes, en el evangelio de hoy <b>Jesús resulta provocador</b>. Muchas
personas de “buena voluntad” se enfadan y no entienden este pasaje. ¿Cómo puede
decir esto Jesús? ¿Qué significa que las prostitutas y los publicanos nos
pasarán delante en el reino de Dios? Muchos cristianos prefieren leer esto de corrido y no pensar demasiado en ello. Si ahondamos en lo que Jesús nos está diciendo,
a todos nos va a incomodar un poco. ¡Pero conviene que sea así! Jesús no vino a
adormecernos con palabras complacientes, sino a desvelarnos y a llamarnos a
vivir con el alma bien despierta. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Jesús propone la parábola
de dos hijos a quien su padre manda ir a trabajar a la viña. Uno parece rebelde
y no quiere ir. Es <b>la resistencia que muchos oponemos a Dios</b>. No me apetece, no
es buen momento, ahora no puedo, no estoy preparado… ¡Cuántos “peros” le
ponemos a Dios cuando nos llama! Al final, sin embargo, si nuestro corazón está
un poquito abierto, él nos toca, sentimos su amor, su urgencia, y vamos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Pero otras veces actuamos
diferente. ¡Voy, Señor!, decimos. Se nos llena la boca de palabras y de buenas
intenciones. Aparentamos rectitud, moralidad, espiritualidad… <b>Somos buenos cumplidores,
de fachada</b>: todo amabilidad y cortesía. Pero, a la hora de la verdad, no nos
entregamos. No vamos a la viña del Señor. Decimos y no hacemos. Escuchamos
pero no ponemos en práctica. Todo queda en discursos vacíos. ¿No estaremos
siendo un poco hipócritas?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-ansi-language: ES;">Si hay algo que Jesús no
soporta es la arrogancia y la hipocresía. Por eso nos avisa con severidad.
Muchas personas sencillas, incluso “pecadoras”, alejadas de la Iglesia, que
llevan una vida de dudosa moralidad según nuestros principios, esas personas
quizás tienen el corazón más abierto y entienden mejor cómo ama Dios. Quizás
son mucho más compasivas y solidarias con los demás. En las parroquias, por
ejemplo, cuando se pide ayuda para Cáritas o para alguna campaña, todos opinan.
Pero, a menudo, los primeros que ayudan son los que menos recursos tienen. Quizás
tienen menos dinero, pero tienen más generosidad. Lo mismo sucede en el plano
espiritual. Quizás hay personas que son menos religiosas, menos practicantes y que
apenas conocen la doctrina cristiana. Pero saben amar, saben ser generosas,
saben ayudar a los que sufren y no se llenan la boca de críticas, porque no
tienen orgullo ni se sienten mejores que los demás. Estos nos adelantarán en el
camino del reino. Jesús los pone de ejemplo, nada menos. No se trata de
imitar sus fallos, sino su humildad y la ternura de su corazón. Pensemos… ¿Quiénes
son los publicanos y las prostitutas de hoy? ¿Qué lección hemos de aprender de
ellos? Cuando Dios nos llama, a través de algún sacerdote, o de otras personas
o circunstancias, ¿qué respondemos? ¿Decimos: sí, voy, pero luego no cambiamos
de vida? ¿O recapacitamos y, finalmente, vamos?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-ansi-language: ES;">Dejemos que esta lectura
nos interpele y que Jesús nos hable de tú a tú, al corazón. Dejemos que nos
toque, sin miedo, y nos cambie.</span></p></div>Joaquín Iglesias Arandahttp://www.blogger.com/profile/03566599297771110966noreply@blogger.com0