2015-04-16

La resurrección del cuerpo

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3 domingo de Pascua - B from Joaquin Iglesias

Mientras estaban hablando, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. Ellos, atónitos y atemorizados, creían ver un fantasma. Y Jesús les dijo: ¿Por qué os alarmáis? Mirad mis manos y mis pies, soy yo en persona; palpad, y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne, ni huesos, como veis que yo tengo.
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como ellos aún no lo acabaran de creer, estando fuera de sí de gozo y admiración, les dijo: ¿Tenéis aquí algo que comer? Ellos le presentaron un pedazo de pescado asado. Lo tomó y comió en presencia de ellos.
Lc 24, 35-48

La paz sea con vosotros

Los discípulos de Emaús comentan a sus compañeros su experiencia del encuentro con el resucitado y cómo lo han conocido en la fracción del pan, un gesto simbólico que evoca a la Eucaristía. En ese momento, se les abren los ojos y reconocen a su Maestro. ¡Qué alegría tan intensa deben sentir aquellos dos discípulos! Tanta, que regresan a toda velocidad, por el camino de Emaús, para comunicar el encuentro con Jesús resucitado a sus compañeros.

Y en este contexto Jesús se presenta a todos sus discípulos. Lo hace con el shalom hebreo, que significa: la paz sea con vosotros.

Jesús les da la paz porque sabe que la necesitan, sabe que están confusos y aturdidos. Tienen miedo y creen ver un fantasma. Están desorientados y necesitan volver a creer en él. Necesitan la paz de Cristo resucitado, la de su Maestro y amigo. 

La resurrección del cuerpo

Jesús les pide que no se alarmen y quiere arrancar del corazón de sus discípulos toda duda. Les enseña las manos y su costado para demostrar que es él y que ha resucitado. Los apóstoles necesitan ver, sentir la corporalidad de Jesús. Necesitan tocarlo. No es un espectro. Ha resucitado con el cuerpo.

Resucitar no significa desprenderse de su corporalidad. Su cuerpo ahora es glorioso. La resurrección de la carne, como afirmamos en el Credo, forma parte del núcleo fundamental de nuestra fe. Es la esencia del cristianismo, que nace con la resurrección de Cristo.

Las evidencias y los signos tangibles ayudan a los discípulos a disipar sus miedos y sus vacilaciones. Jesús comprende que les cuesta creer y les pide algo de comida. Le ofrecen pescado y él se sienta a comer delante de ellos.

El valor del ágape

Comer juntos es algo más que alimentarse. Compartir una comida significa conocer al otro más de cerca, entrar en su realidad, en su vida, sintonizando compartiendo un mismo espacio y un ambiente cálido de amistad y compañía. La esperanza crece en el corazón de los amigos. Comer juntos es un signo de sincera apertura del corazón al otro. Este es el significado más profundo de la comensalidad. Los discípulos, reunidos de nuevo junto a su maestro, participan de un signo muy claro de su presencia.

El cumplimiento de las escrituras


Por fin reconocen a Jesús como Mesías. Con una buena catequesis, Jesús les va explicando el sentido de aquellos pasajes de las Sagradas Escrituras que hacen referencia a él y a su resurrección. Es entonces cuando se les abren los ojos y el entendimiento. Ahora comprenden la misión de Jesús, la finalidad de su ministerio y lo más importante de su vida, el misterio de la resurrección. La fe cristiana no se entendería sin la resurrección de Jesús. Sobre este fundamento  nace la Iglesia misionera, con su misión expresa de comunicar al Cristo viviente a todo el mundo.

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