2009-05-30

También os envío yo

Pentecostés
Ciclo B
“Como el Padre me envió, así os envío”.
Jn 20, 19-23.

Con la fiesta de Pentecostés cerramos el ciclo de Pascua. Siguiendo el itinerario de los apóstoles, hemos muerto con Jesús, hemos resucitado con él y ya estamos preparados para anunciar su mensaje a todo el mundo.

Estos tiempos litúrgicos nos llaman a los cristianos a profundizar en nuestra vida interior. ¿Sabemos morir a todo lo que nos frena en nuestro crecimiento, en nuestra vida espiritual? ¿Hemos dado el salto de resucitar, liberados de esos yugos, y de emprender una vida nueva, valerosa, sostenida en el amor de Cristo? ¿Estamos dispuestos a salir de nuestros hogares, de nuestras parroquias, del calor de la comunidad, para ofrecer al mundo lo que hemos recibido?

El Espíritu Santo, como el fuego, alienta en nosotros si lo alimentamos, si lo hacemos salir, si sabemos abrirnos a los demás y compartir nuestro mayor tesoro: un Dios amor que se nos da. No se entiende el ser cristiano si no salimos a proclamar nuestra fe, con palabras y obras. Jesús también nos envía a nosotros.

Leer más aquí.

2009-05-24

La ascensión del Señor

7º domingo de Pascua – ciclo B
“Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación”. Mc 16, 15-20

La Ascensión de Jesús es la fiesta que nos prepara para la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Jesús ha culminado su misión terrenal, ha hecho todo cuanto el Padre le pidió, desde aquel día en que, siendo niño, se quedó en el templo conversando con los sacerdotes; a lo largo de su vida pública, enseñando a las gentes y formando a sus discípulos, hasta su muerte en cruz y su resurrección.

Madurez espiritual

Sus discípulos están casi preparados. Con la ascensión de Jesús comienza su madurez espiritual. Ya no serán más seguidores, sino comunicadores de un mensaje que llevarán a todo el mundo.
Nosotros, hoy, estamos llamados como los apóstoles a dejar de ser niños. Estamos preparados para el combate y para ir a proclamar la buena nueva de Dios a todas las gentes. Recibimos la misión del mismo Jesús. No podemos quedarnos embobados mirando al cielo; es urgente comunicar la palabra de Dios.

Evangelizarnos nosotros mismos

Hoy, los medios de comunicación se interponen continuamente en nuestra labor evangelizadora, divulgando mensajes y contenidos que alejan al mundo de Dios. No podemos quedarnos quietos. ¿Qué hacer para convertirnos en auténticos apóstoles?

En primer lugar, hemos de evangelizar nuestra propia existencia, en todos sus aspectos: nuestro corazón, nuestra inteligencia, nuestra voluntad. Si no estamos convertidos, no podremos transmitir. La palabra de Dios nos ha de transformar radicalmente. No se trata de ser un poquito mejores que ayer, no. ¡Estamos llamados a ser santos! Jesús es nuestra meta. No caigamos en el buenismo o en el sentimentalismo. Necesitamos coraje, osadía, intrepidez, valor. No hagamos el juego a los políticos y a la moda, no resbalemos por ese tobogán hacia la desidia, hacia la tibieza, hacia la nada. Si la palabra de Dios no nos hace santos y no nos cambia, es que quizás nos llega amortiguada y no cala dentro de nosotros.

Recibir a Cristo nos cambia

Venir a misa los domingos no es solamente venir a tomar el pan sagrado. ¡Tomar a Cristo es tomar la vida misma de Dios! Eso tendría que renovar nuestra vida.

Optemos por la sobriedad, por la esperanza, y no nos dejemos arrastrar por el culto al materialismo y al yo narcisista, que nos llevan al vacío.

No dejemos que las ideologías nos devoren. Estamos llamados a cambiar el mundo. Los cristianos hemos de trabajar desde el corazón de la sociedad. Si no nos ponemos manos a la obra no haremos nada. No podemos dejar que nos arrebaten la fe. Tenemos la responsabilidad urgente de dejar de mirar hacia no se sabe dónde, arremangarnos y convertirnos en apóstoles de la palabra de Dios.

Ser salvados

“El que crea y se bautice, se salvará”, dice Jesús. Dios quiere la salvación de todos, pero para ello es necesario convertirse, dar un paso de adhesión a Jesús. Esa es la condición para ser redimidos.
Y, además de salvarnos, Dios nos llama a ser apóstoles. Participamos del sacramento de Cristo; en el bautismo y en la confirmación recibimos al mismo Espíritu Santo de Jesús y los apóstoles. Su fuerza nos puede convertir en un ejército de gente santa, convencida, decidida, firme, que no duda, que no es pusilánime.

La Iglesia necesita gente consagrada: no sólo religiosos, sino también familias cristianas que eduquen en el hogar. Los niños beben el veneno de muchas modas que puede causarles daños muy graves. Por eso los adultos hemos de protegerlos, porque el maligno busca hacer estragos en ellos. El hogar es el espacio vital y vertebrador de la psique de los niños. Los padres y tutores hemos de actuar como adultos. Educar es duro, y cansa. Pero no podemos dejar de hacerlo.
Somos miembros de Cristo, parte de la Iglesia. Él nunca nos dejará. “A los que crean… echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y si beben un veneno mortal no les hará daño…” La bondad alejará al maligno; los creyentes podremos entendernos con todo el mundo, pues hablaremos una lengua universal, el lenguaje del amor. Siempre estaremos protegidos.

2009-05-17

Llamados a la amistad con Dios

6º domingo de Pascua
ciclo B
Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Jn 15, 9-17


El amor es la esencia de Dios. Jesús le responde con gratitud: se siente hijo suyo, unido a él. De este amor brota el amor hacia sus amigos: “como el Padre me ha amado, así os he amado yo”. Y más tarde les dirá: “amaos unos a otros como yo os he amado”. En ese “como” está la clave del amor. No se trata de un amor meramente humano o sentimental, sino de un amor sin límites, que es entrega, generosidad, donación de sí mismo.

Nosotros, los cristianos de hoy, ¿qué hemos de hacer? Responder con la misma gratitud de Jesús al amor inmenso de Dios. Jesús nos enseñó a amar y nos habló con claridad. Su mandamiento del amor no es una orden ni una imposición, es un apremio, una exhortación urgente, porque amar es un imperativo vital.

El amor a Dios tampoco es una adhesión intelectual a una doctrina o a unas ideas. Nuestra actitud no debe quedarse en la mera filantropía, o en la solidaridad. Muchas personas e instituciones, incluso no creyentes, ejercen estos valores, y lo hacen bien. Pero los cristianos estamos llamados a dar amor. No nos mueve un ideal, sino una persona; nos mueve el amor, la caridad, el agradecimiento. ¡Es muy diferente! Pasamos del humanismo a la antropología cristiana. Nuestro reto, hoy, es permanecer fieles.

No nos dejemos devorar por las modas mediáticas o las tendencias egolátricas. En el mundo mucha gente sufre, falta de amor. Hoy la Iglesia celebra la jornada del enfermo. La respuesta cristiana al sufrimiento es una tarea pastoral importante. Saber estar al lado de los que sufren, como María, que vivió la muerte de su hijo al pie de la cruz, es una misión a la que estamos llamados.

Leer más aquí.

2009-05-10

La vid y los sarmientos

5º domingo de Pascua -ciclo B-
Yo soy la vid, y vosotros los sarmientos, el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante. Jn 15, 1-8

Hoy, corremos tras de muchas cosas que nos angustian y afanan. Pero los cristianos deberíamos correr sólo tras los pasos de Cristo.

“Permaneced en mí” es una llamada a la fidelidad. Ser fieles a Dios tiene como consecuencia la fecundidad. El amor siempre da sus frutos.

A quienes permanecemos unidos a él, dice Jesús, Dios les da todo lo bueno que pidan. Es desde esta confianza que nos hacemos discípulos suyos. Los cristianos somos como los sarmientos de la vid, que es Cristo. Leer más…

2009-05-03

El buen pastor

4º domingo de Pascua -ciclo B-
“Yo soy el buen pastor. El buen pastor da al vida por las ovejas. Tal como el Padre me conoce y yo conozco al Padre, yo reconozco a mis ovejas y ellas me reconocen, y doy la vida por ellas.”
Jn 10, 11-18

Jesús se define a sí mismo. Entiende que su misión a favor de su rebaño es dar la vida por él. Y con sus palabras pone de manifiesto varias características importantes que revelan el corazón del buen pastor.

Conocer desde el corazón

Una es el conocimiento: conoce a sus ovejas y ellas reconocen su voz. El buen pastor es el sacerdote de una comunidad; son unos padres ejerciendo su papel educador hacia sus hijos; es un buen catequista y lo son todos aquellos que, en nombre de Dios, trabajan para que los demás descubran el valor de la fe. Por tanto, un factor importante es conocer a la persona.

Conocer al otro significa entrar en su corazón y descubrir sus anhelos más profundos. Significa quererlo, estar dentro de él, discernir cuáles son sus necesidades y sus demandas en su crecimiento espiritual. Conocer es saber cómo es realmente el otro. Por eso no puede haber una profunda sintonía entre el pueblo de Dios y sus pastores sin comunión y confianza mutua. Esto es condición necesaria para ejercer con plenitud la labor de cuidar a los que Dios pone a nuestro lado.

Conocer también va más allá del saber intelectual. Es un conocimiento que parte del amor y de la libertad.

El buen pastor entrega su vida

Otra característica fundamental del buen pastor es que está preparado para dar su vida, para entregarse a sus ovejas. Y lo hace libremente y en profunda comunión con Dios Padre. Jesús nos habla de la comunicación entre él y su Padre. Para él, esta relación es fundamental en la vida ministerial. No podemos ejercer una labor de pastoreo sin una conciencia plena de íntima amistad con Dios, hasta llegarlo a llamar Padre, como algo muy nuestro.

Los pastores de la Iglesia tienen que sentir muy suyo el rebaño —no son asalariados—, porque el ejercicio de su ministerio es un don que les viene de Dios.

Cuando se dan estas condiciones de conocimiento y responsabilidad, las ovejas siguen la voz del pastor, porque ven en él a un referente, un punto de apoyo. Confían plenamente en él porque su testimonio, su vida, les dan pruebas de su compromiso.

El rebaño es universal

“También tengo ovejas de otro rebaño”, dice Jesús. Con estas palabras, nos da a entender que su misión no se limita al pueblo de Israel. De hecho, él también predicó y trató con samaritanos y romanos. Su labor no supone una relación exclusiva y cerrada con los suyos. Muchas gentes siguen a Cristo sin formar parte de un grupo determinado. En el Cristianismo se dan diferentes confesiones; él es el pastor de todos, nos une una sola fe. Jesús está hablando de la comunión de todos. La Iglesia es una y uno es el pastor: Cristo. En la medida que los líderes religiosos se identifiquen y trabajen con él, estarán aglutinando al pueblo y conduciéndolo a Dios. La comunión está por encima de las diferencias ideológicas, religiosas, culturales… porque lo primordial y el centro de nuestra acción es Jesús. Cuando pesan más las doctrinas que la persona de Jesús estamos desdibujando el cometido del buen pastor.

Siempre desde la comunión

El sacerdote no ejerce su pastoreo solo, ni tampoco lo hace únicamente desde sus convicciones intelectuales, culturales y espirituales, sino que actúa desde la profunda comunión con Dios. Si no es así, acabará convirtiéndose en un mero líder religioso, más o menos carismático, que hablará de sí mismo. Y nos recuerda el evangelio que no venimos a dar testimonio de nosotros mismos, sino que estamos revelando un mensajes que no es nuestro, sino de Dios, y lo hacemos a través de la Iglesia.

Podemos caer fácilmente en la arrogancia de pensar que, por ser pastores, estamos por encima de todos. Podemos incurrir en la petulancia espiritual de creernos superiores por nuestra responsabilidad o nuestro cargo. La firmeza, la humildad y la comunión tienen que ir de la mano para poder ejercer con seriedad nuestra dignísima misión de llevar a Cristo a todos.