2015-12-10

Estad alegres

3r Domingo de Adviento - ciclo C

Sofonías 3, 14-18.
Filipenses 4, 4-7.
Lucas 3, 10-19.

Grita de júbilo, Israel, alégrate y goza de todo corazón, Jerusalén. El Señor será rey en medio de ti... Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra… Con estas palabras el profeta Sofonías invita a su pueblo a vivir ya el júbilo de una promesa. Es la alegría anticipada del que espera la plenitud. ¿Cuál es el motivo? La presencia de Dios. Cuando Dios reina en nuestra vida nos sentimos bañados en su amor y esto nos da fuerzas y nos ilumina el corazón.

Comenzamos este domingo con una lectura que nos habla de la alegría por una promesa. De aquí pasamos al clamor del último profeta, Juan Bautista, que leemos en el evangelio. Su mensaje es exigente: ¡hay que preparar la venida del Señor! La gente lo escucha con atención porque es un hombre auténtico, que dice las verdades sin miedo y no vacila ante nadie. ¿Qué tenemos que hacer?, preguntan. Juan responde con unos consejos muy sencillos, de sentido común, de caridad elemental. Exhorta a cumplir con las obras de misericordia: dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, compartir los bienes. Y también recuerda los mandamientos de la ley: no robar, no ejercer violencia, no abusar del poder. La fe no se puede separar de las obras. La fe se vive en el día a día, con acciones concretas.

Entre estas dos lecturas, encontramos un bello párrafo de la carta de san Pablo a los filipenses. Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres. Los primeros cristianos ya han visto la promesa cumplida. El Señor está cerca, no en el tiempo, pues ya llegó, sino en el espacio presente. En realidad, Dios habita el centro de las comunidades. Está, hoy también, entre nosotros. Por eso no hay motivo alguno para preocuparse ni angustiarse. Aunque la vida sea dura y surjan dificultades, la presencia de Dios nos ayuda. Esta es la fuente de una paz duradera, que sobrepasa todo juicio. No es la paz negociada, conquistada, motivada por hechos exteriores. Es la paz interior del que se sabe inmensamente amado por Dios, protegido, acompañado por él. Esta paz irradia desde adentro hacia afuera. Quien vive agradecido, lleno del amor de Dios, esparcirá paz y gozo a su alrededor. Esta es nuestra misión: prendidos por su fuego, iluminar el mundo como candelas vivas de Adviento. 

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