2016-07-15

Una sola cosa es importante

16º Domingo Tiempo Ordinario - C

Génesis 18, 1-10a
Colosenses 1, 24-28
Lucas 10, 38-42


La primera lectura de hoy es hermosa: nos cuenta cómo Dios visita a Abraham, en forma de tres viajeros misteriosos, y le hace una promesa: dentro de un año, tu esposa dará a luz a un niño. Abraham es hospitalario y espléndido con sus huéspedes. Los recibe en su tienda y les ofrece un banquete. Dios le responde con la mayor bendición que podían esperar un padre y una madre, en aquel tiempo: tener un hijo.

El evangelio nos muestra otra escena de acogida en casa de Lázaro, Marta y María, los amigos de Betania tan queridos por Jesús. Pero aquí vemos que hay dos tipos de hospitalidad: la de Marta, que se afana por las cosas materiales, la comida, el servicio, la casa…, y la de María, que sólo tiene ojos y oídos para el huésped, Jesús. Las dos acogidas son buenas y se complementan. Ofrecer un entorno agradable y buena comida al invitado siempre se agradece. Somos corporales y necesitamos techo y pan. Pero María hace más que preparar una mesa: ella prepara su corazón. Toda ella se entrega para escucharle, albergarle y recibir lo que él trae. María no da, recibe, y para Jesús esto es todavía más importante, porque le está recibiendo a él mismo.

En el amor, quizás es más difícil recibir que dar. Y con Dios, ¿cómo podremos nunca darle suficiente? En cambio, él se contenta con que nos abramos a recibirle. Como dice san Juan: en esto consiste el amor, en que él nos amó primero. Dejarse amar, dejarse visitar y habitar por Dios es el mayor regalo que podemos hacerle.

Una sola cosa es importante, le dice Jesús a Marta, tan afanosa, tan estresada, queriendo llegar a todo. Cuántas veces los cristianos nos parecemos a ella. Queremos hacer muchas cosas, queremos abarcarlo todo, somos perfeccionistas y activistas, quizás un poco para que nos reconozcan, quizás para sentirnos bien, aunque no lo admitamos. Tenemos buena voluntad, pero nos olvidamos de lo más importante. Cuando estemos cansados y agobiados, Jesús nos recuerda este episodio. No os afanéis tanto. No os multipliquéis. Haced lo que tenéis que hacer, pero con calma. Una sola cosa es importante. ¿Cuál? Recibirle a él. Acogerle. Hacernos uno con él. Crecer con él. ¡Dejarnos amar! Desde esa unión íntima y profunda seguramente saldrán frutos: tareas y apostolados fructíferos y llenos de sentido. O quizás una vocación diferente a lo que imaginábamos. Pero trabajaremos de otra manera, no ya para realizarnos nosotros, sino para ayudar en la obra de Dios. Su obra, y no nuestra hazaña. Desde el amor, sabiéndonos tan amados, y desde la gratitud, podremos vivir de otra manera, más pacífica y humilde. Más gozosa. Sin tener que reclamar la atención de nadie ni reprochar a nadie que sea diferente, que no nos siga o no nos ayude… Cada cual tiene su propia llamada, única. A quien sabe escucharla, no le falta nada más. Ha elegido la mejor parte, y no le será quitada.

Descarga la homilía en pdf aquí.

No hay comentarios: