2016-12-08

El yermo florece

3r Domingo de Adviento - A

Isaías 35, 1-10
Salmo 145
Santiago 5, 7-10
Mateo 11, 2-11


La primera lectura de Isaías y el salmo 145 arrancan una sonrisa de nuestros labios y llenan nuestra mente de imágenes preciosas. Un desierto que florece tras años de sequedad, una tierra fértil, un pueblo que se regocija y vive en paz y abundancia. Dios es generoso y provee a sus criaturas: en el mundo hay lugar para todos, alimento para todos, espacio para que todos puedan crecer y ser felices. ¡Este es el deseo de Dios! Paz, salud, alegría son los signos de su reino.

Pero ¿qué vemos alrededor? Parece que el mal se ha adueñado del mundo. Vemos guerras, injusticias, pobreza y conflictos sin fin. La discordia se ha instalado en nuestros hogares, en el trabajo y en el vecindario. La mentira, la crítica y la intolerancia campan en la sociedad. Ni siquiera nuestras parroquias son inmunes a estos males. Podemos preguntarnos: ¿dónde está el reino de Dios?

Santiago en su carta nos dice: tened paciencia. El reino se está forjando. El reino está naciendo y sufre dolores de parto, como diría san Pablo. El reino lo está construyendo Dios y nosotros estamos participando en esta obra con nuestra actitud y nuestro quehacer, día a día. Más que cuestionar dónde está, deberíamos preguntarnos: ¿estoy yo trabajando por este reino? ¿Colaboro a construirlo o más bien lo estorbo? ¿Me quejo mucho y hago poco?

Juan Bautista, en la cárcel, sufría la noche oscura de la fe. Después de tantos esfuerzos anunciando al Mesías, ¿era Jesús realmente el que tenía que venir? Jesús responde a los discípulos de Juan: id y contadle lo que veis. Los cojos andan, los ciegos ven, el reino es anunciado a los pobres… No son metáforas: son realidades. Son las señales inequívocas de que el reino de Dios, realmente, ya está aquí, ya se está forjando, y Jesús es quien el pueblo esperaba: el Dios-con-nosotros que viene a ser compañero del hombre y trabaja codo a codo con él y por su bien. ¿Qué hacía Jesús? Anunciar, sanar, abrir las puertas del cielo a las almas hambrientas de pan, de justicia, de afecto, de Dios. ¿Y hoy? Todos los bautizados somos ciudadanos de ese reino en construcción. Juan Bautista lo anunció, nosotros ya formamos parte de él. Y todos estamos llamados a seguir la misión de Jesús, cada uno en su lugar, con los talentos que Dios nos da.

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