2019-01-17

Dios actúa en todos

2º Domingo Ordinario - C

Lecturas:
Isaías 62, 1-5
Salmo 94
1 Corintios 12, 4-11
Juan 2, 1-11

Homilía

¿A qué comparar el amor que Dios tiene a la humanidad? En la Biblia surge continuamente una imagen: amor esponsal. Una boda, la alegría de los esposos, el deseo de los amantes, la imagen de una novia que es recibida por el novio, cubierta de sedas y joyas, entre cánticos y danzas. Belleza, alegría, gozo íntimo. Dios quiere derramar su amor en nosotros, llenándonos la vida de fiesta.

Jesús también utilizó esta comparación: el reino de Dios es un banquete, una boda, una celebración llena de regocijo y belleza. Juan, en su evangelio, relata el primer “signo” del reino que hace Jesús. No es una curación ni un milagro espectacular, sino una señal festiva: convertir el agua en vino. Si alguien se hizo una imagen de un Dios severo y serio, ¡qué lejos está del evangelio! Dios es amigo de la alegría y de la fiesta.

Pero en el relato de las bodas de Caná hay muchos detalles que podemos aplicar a nuestra vida. Fijémonos en María, la madre de Jesús, siempre atenta a lo que ocurre. María es modelo de mujer despierta, que percibe las necesidades de los demás y actúa. En este caso, como no puede hacer otra cosa, avisa a su hijo. Y se vale de los criados para empujarlo a actuar, al estilo de las decididas matriarcas bíblicas, que no se detienen ante nada cuando se trata de perseguir un buen fin.

¿Por qué se resiste Jesús? No ha llegado su hora, dice. No quiere precipitar las cosas, el reino debe construirse poco a poco… Pero Jesús no resiste la petición insistente de una madre, ni el sufrimiento de los novios que pueden quedar avergonzados, ni la decepción de los invitados. Si algo puede precipitar la acción de Dios, es el dolor humano y una súplica ferviente.

Pero Dios nunca actúa solo. Como dice san Pablo en su carta, él actúa en todos, y es a través de nuestro esfuerzo y creatividad como va a resolver las cosas. Nuestros carismas son regalos de Dios que nosotros hemos de regalar a los demás. En las bodas de Caná, estos talentos son representados por las tinajas de agua: agua clara que purifica. El agua simboliza nuestro esfuerzo y nuestra voluntad. Pero sin la acción de Dios, nunca se convertiría en vino. De la misma manera, nuestros esfuerzos, sin la gracia de Dios, son derroche vano. ¿Qué hacer? Como los criados, hemos de presentar nuestras tinajas ante Dios. Ofrezcámosle lo que somos y hacemos. Pongamos ante él nuestra vida, nuestros sueños, nuestros talentos y empeños. Y él lo transformará, haciendo que dé frutos buenos.

En la lectura de Pablo se refleja una realidad de las primeras comunidades, trasladable a nuestras parroquias y comunidades de hoy. Cada cual tiene sus carismas, dones y habilidades. Podemos reservárnoslos para nosotros mismos, o para acrecentar nuestros propios intereses, ya sea de crecimiento económico, profesional, prestigio… Los talentos de Dios usados en bien propio pueden llenarnos momentáneamente. Pero se agotan y se pierden, como el vino que se acaba. En cambio, si los ponemos al servicio de los demás, de forma generosa y humilde, Dios los mejorará y los multiplicará, como ese vino de gran calidad que nadie esperaba al final de la boda. Y muchos más podrán beneficiarse y alegrarse con nosotros.

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