2019-11-14

Resistir es vencer


33º Domingo Ordinario - C

Lecturas:
Malaquías 3, 19-20a
Salmo 97
2 Tesalonicenses 3, 7-12
Lucas 21, 5-19

Homilía


En la carta de Pablo y en el evangelio de este domingo asoma un tema de fondo: el fin del mundo. En tiempos de crisis, esta es una preocupación que agita a las gentes y provoca actitudes un poco extremas, o de miedo o de pasotismo. Algunos se angustian innecesariamente, obsesionados por un fin apocalíptico. Otros, en cambio, puesto que todo ha de terminar pronto, piensan que más vale no preocuparse por nada, ni afanarse por trabajar, ni adquirir responsabilidad alguna.

Esto sucedía en la comunidad de Tesalónica. Algunos cristianos, creyendo inminente el fin del mundo, dejaban de trabajar y, al estar ociosos, se entrometían en las vidas ajenas, provocando toda clase de problemas. Pablo les escribe y les da una buena reprimenda. Él siempre ha sido ejemplo de hombre trabajador, que no quiere vivir a expensas de nadie. Les recomienda vivir con honestidad y trabajar, y pronuncia esa famosa frase: «Quien no trabaje, que no coma». Está advirtiendo contra la falsa espiritualidad del quietismo, tan tentador y dañino como el activismo.

Jesús también se encuentra con mucha gente preocupada por el fin. Le preguntan, como profeta, cuándo será. Todos buscan señales. Esta obsesión se ha repetido una y otra vez a lo largo de la historia, y aún hoy existen grupos religiosos que viven centrados en el fin del mundo, en la salvación y en la condenación. Otros grupos, no tan religiosos, sino más bien aficionados a las conspiraciones y al esoterismo, comparten esa convicción.

Jesús nos quita todas esas telarañas de la cabeza. Advierte que aparecerán muchos anuncios de falsos mesías, y esto ha sido así, y aún lo vemos hoy. No les hagáis caso, nos dice. Después, enumera una serie de catástrofes que afligen a la humanidad: guerras, pestes, terremotos… Esto también está sucediendo hoy, y si le añadimos el cambio climático, muchos podrían creer que el fin del mundo se acerca. Hace dos mil años, pensaban lo mismo.

Guerras, hambre, enfermedades y desastres naturales son el pan de cada día y los hemos visto siempre a lo largo de la historia. Jesús dice: «el final no vendrá de inmediato». No vale la pena perder el tiempo en cábalas. En cambio, nos avisa a los cristianos de otro mal terrible que llegará: la persecución.

Y esto también lo hemos visto en diversas épocas de la historia. Fueron perseguidos los primeros cristianos, y hoy lo son también, en muchos países del mundo donde son expulsados, maltratados, asesinados y despojados de casas y bienes. El colectivo cristiano es uno de los que más sufren hoy en el mundo, y no siempre se presta la suficiente atención a los crímenes que se cometen contra tantos creyentes.

La solidaridad hacia ellos también es insuficiente: los cristianos que vivimos en países donde aún podemos practicar nuestra fe en libertad deberíamos ser muy conscientes de lo que está ocurriendo. Porque, el día de mañana, bien pudiera ser que la persecución nos alcanzara, de una manera u otra. En el plano político, mediático y cultural, ya se está dando. Cada vez son más los gobiernos que, disfrazados de buenismo, pero con intenciones mucho más autoritarias, intentan eliminar los valores cristianos de la sociedad. Quieren imponer un pensamiento único para uniformar las conciencias y crear una sociedad de consumidores sin voluntad, obediente y dócil a sus dictados. La gente no se da cuenta de que, matando al cristianismo, lo que se está matando es la libertad, la dignidad y la humanidad.  

¿Qué hacer en tiempos de crisis, persecución e inestabilidad? Sigamos los consejos de Jesús y de Pablo. Por un lado, vivamos con esperanza y trabajemos sin cesar para ganarnos el pan. Por otro, confiemos en Dios. Dice Jesús que no vale la pena pertrecharse y armarse de defensas retóricas. Ante el tribunal humano, el Espíritu Santo nos dará palabras para defendernos, con una elocuencia y una sabiduría, dice Jesús, que nadie podrá rebatir. Él hablará por nosotros, no tengamos miedo. Y tanto Jesús como Pablo nos piden perseverancia y paz: resistir es vencer. «Con la constancia salvaréis vuestras vidas.»

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