2006-07-23

Atender a las ovejas sin pastor

El buen pastor se conmueve

Jesús cuida de los suyos. Después de enviarlos de dos en dos a predicar, busca un tiempo de paz y sosiego para hablarles al corazón. Está formando a los futuros apóstoles y quiere darles descanso. Pero no puede. Tal fue el éxito de su misión que las gentes los seguían por todas partes. "Ni tiempo tenían para comer".

Esta es la gran misión de la Iglesia: anunciar incansablemente el Reino de Dios en el mundo. Jesús renuncia a su espacio de tranquilidad y reposo por el bien del gentío. "Vio a una multitud y se compadeció, porque andaban como ovejas sin pastor".

Cuánta gente deambula sin horizontes claros, perdida, buscando sin encontrar, intentando dar un sentido a su existencia. Jesús no podía desatender esa llamada de la gente perdida. Tampoco puede hacerlo la Iglesia. Debe responder a las inquietudes de hoy.

"Y se puso a enseñarlos con calma".

La Iglesia no descansará por ayudar a la gente a encontrar sentido a su vida. No puede dormir. Son muchos los que necesitan luz en su corazón, los que ansían escuchar palabras de aliento y esperanza. Jesús es la imagen de la Iglesia. Viendo tanta gente sin fe, sin pastores, sin guía, necesitada de llenar el anhelo de su alma, no puede darse reposo.

Cuando la gente se aparta de su Creador se seca por dentro. Les falta el agua viva y el motivo que anima su existencia entera. Los cristianos tenemos la gran tarea de estar atentos y disponibles, dedicándonos sin prisa, con calma, a hacer cielo en este mundo.

Somos responsables en el mundo

El trabajo de la Iglesia también debe interpelar a los falsos pastores que predican pero no viven de acuerdo con sus palabras. La coherencia vital es clave en los líderes del pueblo. Aquellos que ejercen una labor pastoral o pedagógica tienen en sus manos una enorme responsabilidad. De ellos depende que puedan suscitar la fe y dar un testimonio creíble.

No podemos dejar de predicar, pero tampoco de rezar y ser solidarios con el alma de los inocentes que sufren injustamente.

Dios nos puede dar la paz interior que necesitamos para no cansarnos jamás de luchar. Cada cristiano se convierte en un pastor allí donde está: en su familia, en su entorno vecinal, en su trabajo. Allí donde vive está transmitiendo valores a la sociedad y a las personas que lo rodean. La oración nos dará fuerzas para que nunca se agote el torrente de aguas cristalinas que Dios hace manar en nuestro corazón.