2008-12-25

Navidad

“La Palabra era la luz verdadera que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba. El mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios….”
Jn 1, 1-18

Dios se encarna en la historia

Hoy se nos anuncia esta gran noticia del nacimiento de Dios. En la noche más larga, una luz ilumina la oscuridad.

La encarnación de Dios es la gran novedad de nuestra religión cristiana. Dios se hace hombre en un momento concreto y en un espacio; en la cultura judía y en un tiempo de expectación del pueblo. Dios irrumpe en la historia, y lo hace de manera suave, a través de un niño. No llega envuelto en poderío y con manifestaciones de fuerza, sino que ha querido encarnarse como todo ser humano, mostrándose con la humildad de un bebé recién nacido.

Este niño que nace es palabra y luz. Los cristianos contamos con el tesoro de la Biblia, escritura que recoge la palabra de Dios. Pero Jesús nacido es esa misma palabra hecha hombre. Entre el ser y el hacer está él, con su vida entregada para servir y amar.

Entra en nuestra vida

La palabra de Dios nos trae luz y paz. Dios entra, no sólo en nuestra historia, sino en nuestra propia vida. ¿Somos conscientes de ello? Si es así, este acontecimiento debería revolucionar nuestra vida y hacernos cambiar radicalmente.

La Navidad no es una fecha de recuerdo, sino la actualización constante de esa venida de Dios al mundo. Lo que sucede es que no sabemos extraer las consecuencias espirituales. Dejar nacer a Dios en nosotros no es debido a un mero cambio voluntarista, un querer ser un poco mejor hoy que ayer, sino que supone un cambio radical de ideas, formas de hacer, incluso de percepción de la realidad. En el fondo, es mirar, pensar y decir desde Dios.

Recuperar el sentido religioso de la fiesta

Entre el consumismo que impone la sociedad y la apatía de los propios cristianos, el sentido de la Navidad se nos escapa. Hemos de recuperar el sentido religioso de esta fiesta. El verdadero motivo de tantos encuentros familiares –el nacimiento de Dios –se desplaza y se le da más importancia al hecho de reunirse que al sentido religioso. Mucha gente se afana comprando y cocinando y olvida el motivo último de la Navidad. No tiene tiempo para dedicarse a Dios, cuando Dios debería ser el primero en nuestra escala de prioridades. Todo cuanto tenemos, incluida la familia, nos lo ha dado él.

La familia tiene una gran importancia, pero el excesivo culto a la tradición y a la gastronomía puede hacernos olvidar a Dios, o dejarlo en un segundo plano.

Ser como niños

La Navidad también nos recuerda que hemos de volvernos como niños. La gente tiende justamente a lo contrario: a hacerse como Dios y a ganar poder para dominar el mundo. En cambio, Dios renuncia al poder, se hace último, y pequeño. Esto es un hecho insólito que rompe todos los esquemas culturales y religiosos de su tiempo, pues en la cultura hebrea los niños no tenían derecho alguno ni se les reconocía su valor.

Por esto la Navidad también nos invita a reflexionar sobre la excesiva competitividad que impera en el mundo. No se trata de no potenciar lo bueno, es positivo superarse, por supuesto. Pero no podemos mesurar la valía de una persona sólo por sus capacidades o por aquello que posee, sino por su generosidad y por lo que es capaz de dar.

Nos afanamos por luchar y trabajar para tener muchos bienes. La gruta de Belén nos recuerda que nuestro esfuerzo ha de ser la renuncia a tener más y ser humildes.

La gran revolución que moverá el mundo no será política, ni siquiera cultural, ni llegará con la fuerza de las armas… La gran revolución, el cambio auténtico, llegará de la mano de la ternura. Este es el mensaje último de la Navidad, la fiesta de un Dios que viene al mundo pequeño e indefenso, es envuelto con amor por una joven sencilla y reclinado en un pesebre.

2 comentarios:

Santiago Chiva, Granada dijo...

Hola. Se habla mucho de consumismo en Navidad.
Este vídeo http://es.youtube.com/watch?v=tg7Gw6raN90 parte de un spot que hicieron diversas confesiones cristianas de Estados Unidos -la llamaron The Advent Conspiracy, la Conspiración del Adviento- para sensibilizar a la población contra el consumismo extremo y para favorecer un estilo de vida sobria, a la vez que se animaba a ser generoso en iniciativas sociales. Me ha gustado el mensaje positivo que trasmite. Quizá te guste.
Un saludo y Feliz Navidad
Santiago Chiva
Granada, España

Joaquín Iglesias Aranda dijo...

Muchas gracias, Santiago. Miraré ese video tan interesante. ¿Cómo has llegado a mi blog?

Felices fiestas y año nuevo,

Joaquín