5 Domingo Cuaresma - B from Joaquin Iglesias
Ver
al Señor
Asumir
la muerte, rechazar la violencia
Compromiso
ante el mundo
En verdad, en verdad os digo que si el grano de
trigo no cae en tierra y no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto.
Quien ama su vida, la perderá: pero el que
aborrece la vida en este mundo, la conserva para la vida eterna.
Quien quiera servirme, que me siga, y allí donde
yo estoy, también estará el que me sirve, y a quien me sirviere, también le honrará
mi Padre.
Jn 12, 20-33
Jesús es cada vez más consciente de su muerte
inminente. El texto evangélico nos dice que le ha llegado la hora. Su alma está
agitada, pero también sabe que el Hijo de Dios será glorificado. Este fin es
consecuencia de su actitud de amor radical.
Si el grano de trigo no muere, no dará fruto. Esta afirmación va seguida por otra: El que quiera salvar su
vida, la perderá. Y el que la pierda, se salvará. Son dos importantes
máximas cristianas. ¿Cómo
entenderlas? Jesús nos habla de una opción decidida por el
amor. Quien ama es feliz y tendrá vida eterna. Con sus palabras Jesús hace un
retrato de sí mismo. Su fidelidad al Padre lo llevará a entregarse sin reservas, con un amor sin
límites. Lo dará todo, hasta la vida, por fidelidad a Dios.
Ver
al Señor
El evangelio nos relata cómo algunos gentiles
querían ver al Señor. Hoy también son muchos los que ansían ver al Señor porque
no lo conocen. ¡Cuánta gente desea conocer a Dios! Para los griegos ver significa conocer, profundizar,
adentrarse en lo más hondo. Por eso dice el texto que querían ver; en realidad, deseaban
conocer del corazón de Dios.
Los cristianos, que nos reunimos cada domingo,
también queremos encontrar sentido a todo lo que estamos haciendo. Venimos
atraídos por la fuerza inmensa del amor de Dios, a quien conocemos a través de
Jesús. Su mensaje nos descubre la grandeza del ser humano. Por eso queremos verlo y vibrar con él. Necesitamos hallar
respuestas esperanzadas ante un mundo decaído.
Asumir
la muerte, rechazar la violencia
Las frases de esta lectura son conmovedoras; es
un momento duro para Jesús. Sabe que enfrentarse al poder y a las autoridades
religiosas de su tiempo le va a costar la vida. Su coherencia rotunda y su
radical unión con Dios Padre le llevará a hipotecar su vida. Pero lo asume. Así lo explica la segunda lectura de
San Pablo, cuando describe el clamor profundo de su corazón, derramando
lágrimas vivas. Es un fragmento impresionante, donde la fuerza de Jesús nos
atrae como un imán. Encontramos a un Jesús no rendido pero sí angustiado. ¡Dios
mío!, ¿tengo que pasar por aquí? ¿Tengo que
tragar el terrible dolor de la soledad? ¿Absorber la lejanía de los míos?
¿Tengo que encontrarme completamente solo en Getsemaní? ¿Tengo que beber este
cáliz? Jesús sabe que el precio de sus palabras, que han revolucionado el mundo
judío y los criterios religiosos de su tiempo, será la entrega de su vida. Y
acepta el dolor y la muerte.
Quien verdaderamente quiere hacer algo nuevo
tiene que salir de los moldes establecidos. Justamente el primer cristianismo
rompe con las estructuras de los poderes jurídicos de su tiempo. El pueblo
judío esperaba un Mesías que levantara una revolución contra el poder romano.
Entre los apóstoles había simpatizantes del grupo de los zelotes,
movimiento armado opuesto a la dominación de Roma, que quería utilizar el
mensaje de Jesús para servir a sus fines.
Pero Jesús rechaza la violencia. El domingo de
ramos se presentará a las puertas de Jerusalén montado en un pollino. No entra
sobre un caballo, símbolo del poder militar y
la victoria. Si tiene que comunicar la voluntad de Dios para el hombre su forma de hacer tiene que ser consecuente con las actitudes más hondas.
Jesús podría haberse aliado con un grupo rebelde
en aquellos momentos. Sin embargo, rehusa entrar en el juego político y
religioso. Su misión es anunciar el amor de
Dios, exhortar a que la gente se quiera, a descubrir que sólo amando la
vida tiene sentido.
Compromiso
ante el mundo
Hoy ya no vivimos en aquellos tiempos en que los
cristianos eran arrojados a los leones. Sin embargo, hay ideologías que quieren
fagocitar o desprestigiar al
cristianismo. Y es ahora cuando los cristianos convencidos hemos de dar una
respuesta a nuestro mundo, que se define mayoritariamente como agnóstico o
ateo. Nadie debe ser obligado a creer, pero el cristianismo marca un talante,
una forma de ser. Históricamente ha sido una instancia ética y moral
inspiradora de los derechos humanos. Europa es cristiana desde sus raíces, no
podemos negarlo de ninguna manera. Creemos en una cultura de la paz, en la civilización del
amor. Queremos dar respuestas a la sociedad implicándonos en la construcción de
un mundo mejor. Y esto pasa por replantearse repetidas veces lo que estamos
haciendo.
Crece con los días una cultura pasotista e
indiferente. Los cristianos convencidos, serios, responsables social y
políticamente hablando, tenemos que responder a esta desidia. No podemos
permitir que el mundo intelectual, la política, la economía, los medios,
construyan una cultura del tener
antes que del ser. El cristianismo
puede arrojar mucha luz en estas cuestiones. Hemos de defender el valor
altísimo de la persona y no permanecer impasibles. Pero siempre mostrando
capacidad conciliadora. Nuestro talante ha de ser humilde, cálido, cordial,
atento, exquisito, renunciando a todo aquello que nos aparta de la paz con Dios, con nosotros
mismos y con los demás.
Cuando somos capaces de diezmar nuestro tiempo y
nuestra libertad para ser solidarios y dedicarnos a una buena causa, entonces
estamos construyendo la paz.
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