Yo soy el pan de
vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el
pan que baja del cielo, para que el que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo
bajado del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre, y el pan que
yo le daré es mi carne, vida del mundo.
Jn 6, 41-52
Levántate y repón tus fuerzas
En la vida se dan
momentos de alegría y otros de dolor y desesperación. En los momentos de
hundimiento, algunas personas se sienten tan desgraciadas que llegan incluso a
desear la muerte o a quitarse la vida. Otras, deciden resistir con valor y con
la esperanza de que
la situación mejore.
El profeta Elías se
encontró en uno de estos momentos desesperados. Perseguido por la reina Jezabel por haber
predicado la verdad, fiel a la misión que Dios le había encomendado, se ve
obligado a huir por el desierto. Allí, en medio del vacío, cansado y abatido,
ruega a Dios que le quite la vida. Se siente abandonado y perdido. El
cumplimiento de su misión profética le ha acarreado incomprensión y
persecución. Es entonces cuando Dios le envía un ángel que lo anima y le da
alimento, no una, sino dos veces. Lo invita a comer, a recuperar fuerzas y a
seguir adelante. Entonces Elías retoma su camino y comprende que su misión
también entraña una cruz.
El pan del cuerpo
Dios ha hecho al ser
humano con un cuerpo y unas necesidades. Necesitamos comer para vivir y hemos
de agradecer profundamente los alimentos que podemos tomar. ¡Bendigamos a Dios
por ello! Hoy día el hombre ha aprendido a cultivar la tierra y a producir lo
bastante como para acabar con el hambre. Pero, a pesar de esto, en los países
ricos se da una sobreabundancia mientras que en los países pobres aún hay
gentes que mueren de hambre. Agradecer lo que tenemos nos ha de impulsar a
ayudar a los que no tienen para que el alimento básico no falte a nadie.
El pan de Dios
Jesús es el pan de Vida.
Dios no sólo nos da el alimento de la carne, para nutrir el cuerpo. Nos da el
alimento del espíritu. Y ese alimento es él mismo, Dios, que se nos ofrece. “No
sólo de pan vive el hombre”. En la vida humana hay otra dimensión que necesita
la luz, el amor y el perdón de Dios. Este es el Pan del Cielo, Dios mismo se
nos entrega como alimento.
Descubrir la profundidad
del Hijo nos hará comprender mejor al Padre. Hemos de aceptar que necesitamos
de su persona. Dejémonos alimentar por él.
El pan de la amistad
Hay un tercer tipo de
alimento. Es el pan que nos dan los amigos: unas palabras de afecto, ternura,
palabras iluminadoras, comprensión. Este alimento nos sostiene. Los amigos nos
dicen aquello que nos consuela y también aquello que no nos gusta tanto pero
que nos puede hacer reaccionar, porque nos quieren. Su alimento nos hace
crecer. La convivencia en la comunidad cristiana es el otro gran alimento.
Fuerza para vivir
Sin Jesús nuestra vida no
tiene sentido. Él nos da la fuerza para vivir y nos hace comprender el
significado de nuestra existencia. Él alimenta e ilumina nuestra vida. Con la fuerza del pan de
Cristo podremos caminar y otros seguirán las huellas de nuestra fe.
No perdamos la fe. Cuando
llegan los recios vendavales que sacuden nuestras raíces es el momento de
levantarse y seguir. El Espíritu del Señor nos ayudará a encontrar quien nos
apoye.
Para ello, buscad vuestro
desierto. Buscad un lugar de intimidad para estar a solas con Él. Dios siempre
se da. Sólo necesita nuestro corazón abierto para poderlo recibir.
Con la colaboración
del P. Michel Djaba, de Camerún.
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