2016-08-06

No temas, pequeño rebaño...

19º Domingo Ordinario - C

Sabiduría 18, 6-9
Salmo 32
Hebreos 11, 1-19
Lucas 12, 32-48

Las lecturas de hoy nos hablan de la fe. La fe de Abraham y los patriarcas, que salieron de su patria. La fe de los israelitas, esclavos en Egipto, que caminaron hacia la liberación. La fe de los discípulos de Jesús, que lo dejaron todo para seguirle. Entre todas las virtudes, fe, esperanza y caridad, humildad… se dice que todas se pueden pulir y acrecentar después de la muerte. Todas, salvo la fe. Porque en el más allá ya no será necesario creer lo que no se ve: estaremos fuera del tiempo, en la eternidad, ante la luz de Dios.

La fe sólo podemos alimentarla y construirla aquí en la tierra porque es lo que San Pablo define tan bien: la certeza de lo que no se ve, la prueba de una promesa todavía no cumplida. Se necesita valor y generosidad para vivir por la fe, porque caminamos sin saber lo que nos depara el camino. Seguimos adelante por pura confianza, porque sabemos de quién nos fiamos. Cuando nos fiamos de una persona querida, confiamos en ella a ojos cerrados. Pues así es la fe en Dios: nos fiamos de él sin tener certezas absolutas, sólo porque lo amamos y queremos creer.

Dios recompensa enormemente esta fe generosa que no pide seguridades. Jesús explica la parábola del amo ausente y los criados que, aunque no ven a su amo, se comportan como si él estuviera, trabajando, siendo justos, irreprochables. Cuando el amo venga, dice Jesús, los sentará a la mesa y los servirá. Dios nos invitará a su banquete y él mismo nos servirá: ¡ya lo hace! Cada domingo nos invita a la eucaristía y, sobre el altar, nos sirve y se sirve a sí mismo como alimento. ¿Qué rey, amo o señor puede hacer más?

Por eso la actitud de fe es la del hombre fiel que, aunque no vea a Dios, actúa en su presencia siempre. Vivir en presencia de Dios es vivir conscientes, buscando hacerlo todo con amor, con excelencia, con espíritu de servicio. Vivir imitando a Cristo es la mejor forma de anticipar la venida de Dios en nuestra vida. Es lo que Jesús también llama acumular tesoros en el cielo, tesoros que no se apolillan ni se pierden. Tesoros que no perecen y que nos dan la vida plena. No temas, pequeño rebaño, porque Dios te dará su reino. ¡Qué hermosas palabras nos dirige Jesús! Nos llama con cariño pequeño rebaño porque es verdad: los fieles en realidad somos pocos. Y estamos acosados por mil peligros. Pero ¡no tengamos miedo! Estamos en manos de Dios. Nos da su reino, que es él mismo: vida plena, amor sin límites, gozo desbordante. Sabiendo esto, no hay razón para el desánimo. Jesús está aquí para ayudarnos y darnos el pan que nos sostiene: su pan, en este largo camino sobre la tierra.

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