2024-04-19

Doy mi vida libremente

4º Domingo de Pascua B

Evangelio: Juan 10, 11-18

En el evangelio de este domingo encontramos otra imagen que Jesús se da a sí mismo: la del buen pastor. Para el pueblo de Israel, la imagen del pastor evocaba al mismo Dios: el Señor es mi pastor, nada me falta… (salmo 23). Es el Dios protector que cuida a sus hijos, los acompaña y los conduce a un buen lugar. Pero la imagen también recuerda a los profetas y líderes que, en momentos cruciales, supieron orientar al pueblo, enseñarle la voluntad de Dios y el mejor camino a seguir.

Los profetas ya alertaron acerca de los malos pastores, falsos guías que conducían al pueblo a la perdición. Jesús habla de los asalariados. El pastor cuida a sus ovejas y las guía, las conoce y ellas le siguen, porque son suyas. Forman parte de su vida, son algo muy querido y las lleva en el corazón. El asalariado trabaja por dinero. Le importa su vida y su bolsillo, no las ovejas. Por eso, al primer peligro que llega, escapa y abandona al rebaño. Así son los falsos profetas, falsos líderes y guías. Todo lo hacen para su beneficio propio, pero dejan a las ovejas desprotegidas y a merced de los lobos que las arrebatan y las dispersan.

¿Quiénes son los asalariados, hoy? ¿Quiénes son los lobos? ¿Estamos a merced de lobos con piel de cordero? ¿Seguimos a profetas que no son más que mercenarios?

Nos queda siempre Jesús y aquellos que le son fieles. ¿Cómo reconocer hoy a los buenos pastores, los que actúan con el espíritu de Jesús?

El evangelio nos da la clave. El buen pastor conoce a cada persona por su nombre y la trata como a alguien único y valioso. Potencia sus valores y talentos. Busca su bien, y no el del propio pastor.

El buen pastor da la vida: tiempo, energía, trabajo, creatividad, lo mejor que tiene, por los demás. No le importa perder.

Y, como Jesús, lo hace porque quiere, no porque le obliguen. Doy mi vida libremente, nadie me la quita. La vocación al servicio de los demás nunca es una imposición, sino un acto de libertad.

Jesús habla también de otro redil. ¿A qué se refiere? En el contexto judío, se trata de abrir la salvación a otros pueblos, otras gentes del mundo gentil y pagano. La misión es universal. De la misma manera, un buen pastor, hoy, no se cierra a un solo grupo, a una institución o movimiento. Está abierto a toda clase de personas, de dentro y de afuera de su comunidad. La Iglesia está formada por parroquias, grupos, movimientos y comunidades. Pero todas deberían estar conectadas y con las puertas abiertas, sin olvidar que forman parte de una única gran familia: la de los hijos de Dios que siguen a Jesús, el único y verdadero buen pastor. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias padre, por compartir su reflexión hecha oración con todos nosotros. Dios le bendiga.