2006-08-20

El ágape de Dios

Una invitación

Jesús nos invita a un ágape. El es el alimento que se ofrece. Es el pan del cielo, nos dice. Quien lo coma, vivirá para siempre. ¿Qué significan estas palabras?

Cada domingo recibimos una invitación a encontrarnos con él, en la Eucaristía. Con sus palabras, Jesús nos expresa que él es la fuente de nuestra vida espiritual. Por tanto, la eucaristía no es algo accesorio, sino un hecho fundamental en la vida de los creyentes.

El pan, la carne, es la vida. Con el sacramento del pan y el vino Jesús decide estar presente en el mundo, cercano y accesible a toda persona y para siempre.

En la celebración eucarística, Jesús nos invita a gozar de una vida en plenitud, ya aquí, en este mundo, y en la eternidad. La eucaristía anticipa el encuentro gozoso y definitivo con Dios. Es una antesala del cielo, un banquete, un ágape fraterno, un encuentro entre Dios y su criatura.

Saborear el cielo

Venir a misa no es una obligación, es un regalo de Dios que hace madurar nuestra conciencia de ser hijos suyos.

La eucaristía no es el mero cumplimiento de un deber, sino un encuentro con Cristo, participando de la plenitud del cielo. En ese encuentro, lo tomamos a él mismo. Cada domingo tenemos la ocasión de vivir un acontecimiento trascendental y místico. Somos invitados a saborear el cielo en la tierra.

Mi cuerpo es verdadera carne y mi sangre verdadera bebida. Este es el misterio de la eucaristía: Dios mismo, en Cristo, está realmente presente, aunque no podamos percibirlo físicamente. La eucaristía debería provocar en cada uno de nosotros una convulsión espiritual.

El ágape

Comer con los demás es importante. Antropológicamente, la comensalidad es un encuentro que fomenta la relación interpersonal, la amistad, la convivencia. Encontrarse en una celebración es necesario, tanto cristiana como humanamente. En la misa, Cristo es el anfitrión que nos invita y nos acoge. ¿Cómo podemos declinar su convite? ¿Cómo negarnos a venir?

La misa es el centro de la celebración de nuestra fe. Solemos seguir la rutina de los domingos, pero las otras fiestas de precepto no son menos importantes. La Iglesia es muy sabia cuando nos exhorta a guardar los preceptos. De la misma manera que necesitamos el alimento físico y emocional, también necesitamos el alimento espiritual, que debe complementar los otros dos. Con la celebración de la eucaristía se nos está ofreciendo una auténtica experiencia religiosa y un alimento que nos refuerza. Es la fiesta de Dios con sus hijos. ¡No fallemos a ese encuentro!

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