2007-04-15

Paz a vosotros

Derribar la muralla del miedo

Tras su muerte, los discípulos de Jesús se agrupan, temerosos, en el cenáculo. La noticia del sepulcro vacío ha añadido incerteza a su confusión. Con su aparición en el cenáculo, Jesús debe atravesar mucho más que las paredes de la casa. Jesús atraviesa los muros del miedo, la desconfianza y la incredulidad. Sin ser un fantasma, su cuerpo glorioso traspasa los muros y se pone en medio de ellos.

Jesús quiere que la noticia de su resurrección sea conocida por todos aquellos que le siguen. Así, su aparición en el cenáculo es uno de esos momentos compartidos por el grupo de sus discípulos.

"Paz a vosotros".La primera palabra que Jesús resucitado dirige a los suyos es esta: la paz. Sabe que se sienten acorralados, solos, atemorizados, y sus corazones se cierran a la defensiva. Es importante que reciban la paz. Una paz que no es humana, sino divina. Es la paz trascendida.

Jesús sabe que ha de atravesar el grueso muro del miedo y aún más: el muro del corazón, desesperado y confuso. Por segunda vez les dice: "Paz a vosotros". En esta reiteración, responde a la honda necesidad de los discípulos de recobrar la paz perdida tras la muerte de su maestro.

Todos se alegran al verlo. La aparición genera una inmensa alegría. Vuelven a creer, a tener esperanza. Despierta en ellos el entusiasmo. Y así lo anuncian a Tomás: ¡Hemos visto al Señor!

Tomás, el que no creía

Ante Tomás, todos insisten. Se convierten en apóstoles del discípulo ausente, le comunican su experiencia, movidos por el gozo. Pero Tomás se niega a creer si no ve… Jesús tiene que derribar otro muro: la incredulidad. ¿Cómo abatirlo? Con la evidencia de las llagas. Cuando se aparece de nuevo a los once, se dirige a Tomás: "Trae aquí tu dedo, toca mis llagas; trae tu mano, métela en mi costado". Las llagas son el resto, testimonio que habla por sí solo de la experiencia de dolor y muerte.

Una vez Tomás comprueba las señales de la pasión, se convierte y hace su profesión de fe: ¡Señor mío y Dios mío! El sufrimiento también nos acerca a Dios. Las señales son una evidencia del amor de Dios. En Tomás se refleja la humanidad que sufre, no entiende y duda ante el mal y la violencia que sacuden al mundo. Pero la humanidad también puede regenerarse, como Tomás, con un acto de fe.

El amor más fuerte que la muerte

Como señala el Papa Benedicto en su mensaje Urbi et Orbi, el amor de Dios se revela como la fuerza más poderosa, capaz de vencer la muerte. Jesús no ha podido eliminar el dolor y el sufrimiento del mundo. Los ha padecido en su propia carne. Pero los ha vencido. Ha sido el amor de Dios quien lo ha resucitado. Por amor, Dios vence a la muerte. "Él tiene las llaves de la muerte", leemos en el Apocalipsis. Con Cristo resucitado, la Iglesia entera está viva y resucita también. Los cristianos participamos de su resurrección. Hoy, Cristo se nos aparece, sacramentado, en la liturgia. Y nos da la paz a todos los creyentes.

La misión

Una vez los discípulos reciben la paz, Jesús les da una misión. Ya no sólo les quita el miedo: les envía un poderoso antídoto contra el temor: el amor. La alegría, el entusiasmo y el valor los invaden. “Recibid el Espíritu Santo”. Ya maduros, adultos en la fe, llega el momento en que se abren totalmente a la fuerza de Dios y reciben un regalo. En este aliento sagrado de Dios, infundido en los discípulos, está el origen de la Iglesia.

Jesús los envía a todas las gentes con una misión clara: “Id y anunciad… perdonando los pecados”. Les encomienda ejercitar el ministerio del perdón, que no es otro que la liberación del pecado y la conversión de vida hacia una existencia reconciliada con Dios y con los demás.

Desde este momento, ya no son discípulos, sino apóstoles del resucitado. Irán por todo el mundo a llevar la buena nueva. Está a punto de estallar Pentecostés.
La experiencia de Pentecostés es una bomba cuya onda expansiva alcanza nuestros días, y durará hasta el final de los siglos. La explosión del amor de Dios, semejante a un nuevo Big Bang, ha hecho nacer una humanidad renovada en Cristo.

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