2009-09-26

Ay de quién escandalice...

26º domingo tiempo ordinario —B—
En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros. Jesús respondió: No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
Mc 9,38-48

Esta lectura es un auténtico toque de atención ante aquellas personas que, por creer y pensar que son muy fieles a su fe, rechazan a quienes son diferentes. Es una apelación a la tolerancia y a la apertura de mente: Dios puede manifestarse de muy diversas maneras y a quien quiere. Nadie tiene la “exclusiva” de su reino.

No obstante, Jesús continúa con palabras muy fuertes dirigidas hacia quienes escandalizan y hacen tambalear la fe de las personas. Escándalo es una palabra que debe comprenderse bien: en este contexto, no se refiere meramente a actuar o hablar de manera vergonzosa o desmedida, sino a la incitación a hablar o pensar mal de alguien, arruinando su reputación. Escandalizar también tiene una acepción religiosa: dañar o destruir espiritualmente a otra persona. Y esto, para Jesús, es el mayor crimen. Recordemos que en otro pasaje avisa a los suyos: “no temáis a los que destruyen el cuerpo, temed más bien a los que destruyen el alma”.

Por eso Jesús es tan rotundo y utiliza un lenguaje metafórico para advertirnos que todo aquello que pueda matar nuestro espíritu, aunque sean bienes muy queridos por nosotros, debemos apartarlo. Pues nada hay más valioso que vivir con un alma sana y fuerte, llena de Dios.
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