2016-01-29

Nadie es profeta en su tierra

4º domingo ordinario - C

Jeremías 1, 4-19
Salmo 70
1 Cor 12, 31- 13,13
Lucas 4, 21-30

La primera lectura de hoy nos cuenta la vocación de Jeremías. Dios le dirige palabras firmes y hermosas: ha de hablar con rotundidad y claridad, sin miedo alguno. Aunque lo persigan y luchen contra él, Dios estará a su lado para librarlo. Esta lectura es un preludio del evangelio que leeremos: Jesús predica en la sinagoga de Nazaret. Se muestra como el más audaz de los profetas, habla claro y sin temor, tanto que sus vecinos se enfurecen, lo arrastran fuera del pueblo y quieren despeñarlo por un barranco. ¡En Jesús se cumplen todas las profecías! Pero él, como los antiguos enviados, es salvado por Dios. Se escabulle, pasa entre ellos y se va. Nadie puede acallar sus palabras ni ahogar su libertad.

Jesús es un profeta, y a la vez más que un profeta. No solo lleva la palabra de Dios: es la misma palabra de Dios hecha hombre. Y su mensaje topa con mucha hostilidad y rechazo. Sobre todo entre su gente, los que creen conocerle, los que le tienen “etiquetado” y no se fían de él. ¿Qué va a enseñarles ese hijo del carpintero, cuya familia es una más del pueblo, y al que conocen desde niño?

Los cristianos podemos reflexionar y pensar en qué posición nos encontramos. ¿Somos incrédulos como los vecinos de Nazaret cuando uno de nosotros muestra dones y carismas especiales, cuando nuestro párroco o alguien de la comunidad se lanza con entusiasmo a evangelizar, a emprender obras de caridad, a comprometerse con los pobres? ¿Lo miramos con recelo y sospecha? ¿Nos burlamos de él o lo acusamos de ambición o afán de destacar? ¿Nos molesta su tesón? ¡La mediocridad es tan envidiosa! Pero también podemos estar en la otra situación. Quizás hemos recibido una llamada, una vocación a un servicio o a una misión dentro de la Iglesia. ¿Tenemos el coraje de seguirla? ¿Nos asusta el qué dirán? ¿Nos echará atrás la oposición de nuestros familiares, amigos, vecinos…? ¿Seremos valientes como el profeta, como Jesús? ¿Confiaremos en Dios, que es nuestra roca y nuestro refugio, como dice el salmo de hoy? 

La lectura de San Pablo es el himno al amor. Con palabras ardientes el apóstol nos recuerda que el amor todo lo puede, todo lo soporta, todo lo perdona y todo lo acoge. Cuando ya no queda nada en pie, siempre persiste el amor, lo único que nunca muere porque es fuego que nace del mismo Dios. Esa debe ser nuestra única motivación. El amor nos sostiene y nos anima siempre. 

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