2016-06-02

Dios ha visitado a su pueblo

10º domingo ordinario - C
1 Reyes 17, 17-24
Salmo 29
Gálatas 1, 11-19
Lucas 7, 11-17


En las tres lecturas de este domingo vemos tres momentos en los que Dios interviene directamente en la vida de las personas. ¿Cuándo y cómo lo hace? Cuando la persona está más sumida en la desesperación, o en la confusión, o en la tristeza. Cuando nos ve caer en el abismo, Dios escucha, Dios ve y se compadece, y Dios actúa.

El profeta Elías se aloja en casa de una viuda pobre que tiene un hijo. El niño enferma y muere, y la madre desesperada clama al cielo: ¿Qué tienes que ver con nosotros? ¿Has venido a castigarme y hacer morir a mi hijo? En esta actitud de la viuda vemos dos reacciones muy humanas: por un lado, creer que las cosas malas que nos suceden son un castigo del cielo. Por otro, creer que Dios es un juez implacable que no sólo permite el mal, sino que nos lo inflige. Por desgracia estas dos actitudes: el sentimiento de culpa inmerecida y el temor a un Dios cruel, han empapado las creencias religiosas durante milenios. ¿Qué hace el profeta, como enviado de Dios? Transmitir otro mensaje distinto: una palabra llena de vida que no se queda en mero consuelo, sino en acción. El Dios de Elías es un Dios de vida, de misericordia y amor. Y resucita al niño muerto.

Jesús, muchos años después, también resucitará al hijo de una viuda, en el pueblecito de Naín. La madre, sola y triste, llora. Jesús la consuela, pero no se queda en las meras palabras. Ese «no llores» está cargado de afecto y compasión. Pero va más allá, toma de la mano al niño y lo levanta, vuelto a la vida. De nuevo Jesús ha mostrado la mano amorosa de Dios.

¡Levántate! Estas palabras también están dirigidas a todos nosotros. ¡Levántate de la tristeza, de la rutina, del miedo! Levántate de la vida vacía, sin sentido, de la muerte en vida. Levántate de la tumba del egoísmo, de la tiniebla del desamor. Dios te llama. Basta que te abras a escuchar su voz.

Cuando no escuchamos, como Pablo, que vivía obcecado en su fanatismo religioso, Dios puede actuar con rotundidad. Nos hace caer del caballo para levantarnos renovados, hechos otra persona, capaces de abrir el corazón, dejarnos amar por él y transmitir ese don al resto del mundo. ¡Levántate! Hoy Jesús se dirige a nosotros, estemos donde estemos, con nuestra historia y nuestras circunstancias, nuestros problemas e inquietudes, y nos invita a vivir de otra manera. Nos invita a vivir con mayúsculas. Dios nos quiere vivos, y plenamente vivos. Alegres y llenos de fuerza y deseos de amar. 

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