2 Samuel, 12, 7-13
Salmo 31
Gálatas 2, 16-21
Lucas 7, 36 - 8, 3
Las lecturas de hoy abordan
un tema muy polémico en la historia de las religiones: el pecado. Para algunos
se convierte en una obsesión que genera escrúpulos, ¡todo es pecado! Para
otros, la Iglesia ha utilizado el pecado para oprimir a la gente: no existe el
pecado, en realidad. Es un invento para manipular y someter las conciencias.
Pero la realidad escapa a
los esquemas, tanto los estrechos como los anchos. Todos llevamos un radar en
el alma que sabe detectar qué está bien y qué está mal: la conciencia. La podemos
tener más o menos despierta, pero está ahí y nos avisa. Pecado es todo lo que
nos hiere y daña nuestras relaciones: con nosotros mismos, con los demás, con
Dios.
Un pecado se puede
explicar, disculpar, resarcir… Pero ¿quién puede perdonarlo? ¿Quién puede
borrar, olvidar, dar paz y limpieza interior para decir: empiezo de nuevo,
borrón y cuenta nueva? Sólo Dios puede perdonar totalmente. Y nosotros, a
imagen de él, podemos perdonarnos unos a otros las ofensas. Pero cuando hemos
hecho algo mal, deliberadamente, necesitamos el perdón de Dios. Porque Dios no
es un juez inicuo, sino nuestro abogado. Nos da el perdón de forma
incondicional. Leemos en la primera lectura sobre el adulterio de David. ¿Qué
le pide Dios para perdonarlo? ¡Nada! Ni le multa ni le castiga, le basta que
David se arrepienta de corazón y llore su culpa. El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás. El perdón de Dios
no es un juicio inquisidor, sino una amnistía sin condiciones. El perdón de
Dios libera.
San Pablo así lo siente. Las
leyes están bien, pero al final sólo sirven para acusar y condenar. Nadie es
perfecto y nadie puede cumplir todos los mandatos sin fallar. El perfeccionismo
moral, sin ayuda de Dios, es imposible y lleva a la neurosis y a la arrogancia.
Pero la gracia de Dios ¡es gratuita! Dios ama porque sí, porque quiere, no
puede dejar de hacerlo. Este fue el gran descubrimiento de Pablo. No necesitaba
ganar méritos para salvarse: le bastaba abrirse al amor de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario