2024-08-23

¿A quién iremos?



21º Domingo Ordinario B

Evangelio: Juan 6, 60-69

Cuando Jesús termina su discurso, presentándose como verdadero pan del cielo que da vida eterna, la multitud, que lo ha seguido entusiasta y que hasta quería hacerlo rey, se dispersa y lo abandona.

El evangelio es claro y duro: muchos de sus discípulos, gente que lo seguía, amigos, personas cercanas al núcleo de los Doce, que deseaban aprender a su lado… se echan atrás.

¿Por qué? Porque «estas palabras son duras, ¿quién puede seguirlas?» Ay, amigos. Cuando Jesús predicaba el reino de Dios, un reino de libertad, de abundancia, de gozo, de vida plena, todos querían escucharle. Cuando sanaba enfermos, expulsaba demonios y multiplicaba panes, todos lo seguían con fervor. Pero cuando habla de dar su vida… cuando habla de tomar su cuerpo, de imitarlo, hasta la misma muerte, ese es otro cantar. La imagen triunfalista de Jesús que se habían fabricado muchos discípulos se convierte en la terrible imagen del hombre que se entrega, del siervo sufriente de Dios que un día será sacrificado por el poder implacable de los hombres que no soportan que nadie los baje de su pedestal, ni siquiera el mismo Dios.

Y es duro, sí. Es duro y muchos se desaniman y se alejan de él. Ya no quieren seguirlo. ¿Qué hace Jesús? No los retiene. No los maldice. No los intenta convencer. No cambia su discurso, no rebaja la exigencia ni “suaviza” o “matiza” sus palabras. Ni un paso atrás. Entonces se dirige a los Doce: ¿También vosotros queréis iros? Esos instantes, entre la pregunta de Jesús y la respuesta de Pedro, debieron ser tremendos y decisivos. Si Jesús los interroga es porque ha visto dudas en ellos; los ve vacilar, y les pide que sean claros y se decidan. O estáis conmigo o no.

Pedro habla por todo el grupo. ¿A quién iremos, Señor? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído en ti, y sabemos que eres el santo de Dios. Sí, son palabras duras, pero… ¿quién nos ofrecerá más? ¿Quién nos dará la verdad auténtica, aunque dura de tragar? No, no queremos mentiras edulcoradas ni discursos ambivalentes. No queremos medias tintas. Queremos la vida eterna, y tú la ofreces. Aunque sea dando tu cuerpo, entregando tu vida. Y aunque nos pidas que hagamos lo mismo.

Pedro aún no entiende. Habla y no calibra el alcance de sus palabras porque, durante la pasión, negará a su maestro. Pero quiere creer, está en el camino de su conversión. Los demás también necesitan su tiempo. Pero hacen algo importante: estén seguros o no, duden o no, permanecen junto a su maestro. Y esto es crucial. A veces, en la vida, no vemos las cosas claras, andamos entre nieblas. Pero algo en nuestro interior nos dice: esta es la verdad. Intuimos por dónde Dios nos señala un camino. Sigamos por él. Perseveremos.

Reflexionemos ahora si esta situación no se repite hoy en la Iglesia: decimos creer en Jesús, sabemos que es el Hijo de Dios, su predilecto, y seguimos sus enseñanzas. Al menos, lo intentamos. Escuchamos sus palabras a través de la Sagrada Escritura, la formación que recibimos, los sacerdotes, los catequistas. Si nos ponemos a leer los evangelios, escucharemos la voz de Jesús de primerísima mano. Y habrá momentos dulces, pero llegarán las palabras «duras». ¿Qué haremos, entonces? ¿Seguiremos firmes, aunque no lo veamos claro, aunque tengamos resistencias y reticencias, aunque nos cueste entenderlo? ¿O nos echaremos atrás? Porque, claro, esto no hay quien pueda seguirlo. Es para otros. No para mí.

Hagamos examen de conciencia. El cuarto evangelio es una continua llamada a preguntarnos dónde estamos nosotros con respecto a Jesús. ¿Cómo reaccionamos cuando su mensaje nos parece fuerte o demandante? Quizás descubriremos que, aunque venimos cada domingo a misa, en realidad hace mucho tiempo que nos hemos alejado de él.

¿Estamos a todas con Jesús?

En el mundo hay muchos gurús y falsos mesías que ofrecen muchísimas cosas buenas. Pero nadie, nadie, nos ofrecerá la vida plena y gozosa que nos da Jesús. Él no engaña, y la verdad a veces molesta o incomoda. Su camino, a diferencia de los caminos de otros, no es un sendero llano ni de rosas. Aunque hay tramos muy bellos, otros son cuesta arriba. Pero la cumbre es magnífica. 

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