26º Domingo Ordinario - ciclo B
Evangelio: Marcos 9, 38-48
El evangelio de hoy sigue el diálogo que leímos la semana pasada. Jesús está enseñando a sus discípulos. Estos, no sólo compiten por ser los primeros, sino que se creen un grupo especial, privilegiado, porque están junto al Maestro. Así, Juan el Zebedeo comenta a Jesús que han visto a otro echando demonios en nombre de Jesús y han querido prohibírselo, porque «no viene con nosotros». Jesús lo riñe y acaba con esta frase tajante: «El que no está contra nosotros, está a favor nuestro».
No al elitismo
¡Cuánto tendría que decir Jesús, hoy, de los cristianos
actuales! Tanto de los católicos como de los evangélicos y protestantes. Porque,
al final, cada grupo cree ser el mejor, el más perfecto, el más fiel, el
auténtico… Nadie está exento de este orgullo de casta. Jesús viene a derribar
cualquier elitismo de la Iglesia. No por ser seguidores de… o por pertenecer a
una comunidad u otra somos mejores ni únicos. Cuando hablamos de «hermanos
separados» refiriéndonos a los cristianos de otras confesiones, quizás
deberíamos preguntarnos si a Jesús le gustaría oír esta expresión, y reflexionar
quién se está separando más de Jesús.
Nadie tiene la exclusiva del reino de Dios. Muchas personas,
dentro y fuera de la Iglesia, creyentes devotas y alejadas, están cerca del corazón
de Dios porque aman, sirven, son generosas y buscan el bien. Expulsan el mal
del mundo con su actuar solidario y honesto. Y si respetan y aprecian el nombre
de Jesús, ¡mejor que mejor! Cuantas veces la Iglesia, que debería ser camino
hacia Jesús, ha sido más bien una barrera. Cuántas veces los escándalos de la
comunidad cristiana han desanimado o provocado el rechazo entre los que podrían
acercarse. Cuidado.
Escandalizar: romper la confianza
Jesús continúa: quien os da un vaso de agua porque sois
míos, no quedará sin recompensa. Es decir, que si queremos amar y servir a
Jesús, debemos aprender a verlo en sus pastores, sacerdotes y en todo cristiano.
Amar a Dios es amar a sus hijos.
Pero después Jesús pronuncia una de las frases más duras del
evangelio. ¡Ay del que escandalice a uno de estos pequeños que creen! Más le
valdría que le ataran una rueda de molino al cuello y lo arrojaran al mar.
¿Qué pensar de estas palabras? ¿A qué se refiere Jesús? En
primer lugar, a los creyentes de buena voluntad. Los llama «pequeños» porque,
igual que los niños, tienen el corazón abierto y confían. Traicionar la
confianza de alguien que cree causa una herida tremenda. Así, cuando algunos
miembros de la Iglesia abusan de los otros, aprovechándose de ellos, o dando
ejemplo pésimo de corrupción y de hipocresía, están causando un daño muy
difícil de reparar. Bien lo sabemos porque últimamente se han desvelado muchos
casos de escándalos eclesiásticos, y los medios se han cebado en ellos. Pero,
ojo, porque también causan daño los que calumnian injustamente, faltando a la
verdad, tanto a los sacerdotes como a personas con responsabilidad. Una acusación
en falso puede hundir a la víctima y a toda una comunidad. Escandalizar es
romper algo tan precioso como la confianza. Jesús apela a la coherencia, a la
sinceridad y a la caridad. Si viniera hoy, seguramente abroncaría a ciertas
personas y grupos de la Iglesia, pero también lanzaría palabras contundentes
contra los medios y los políticos hipócritas, que se escandalizan ante los
pecados de la Iglesia pero ellos fomentan y caen en otros mucho peores.
El arte de la renuncia
Si esto nos parece poco, Jesús prosigue con otras frases difíciles
de asimilar. «Si tu mano te hace pecar, córtatela; más te vale entrar manco en
la vida…». Aquí es donde vemos que las escrituras deben leerse e interpretarse.
Si tomamos en sentido literal lo que dice Jesús, ¡todos acabaríamos mutilados,
tuertos y cojos! Y no, el Jesús que cura a los ciegos y hace caminar a los
tullidos no nos quiere a pedazos. Nos quiere enteros, sanos y fuertes de cuerpo
y de espíritu. Cortar significa renunciar: es una forma de expresar el dominio
de sí y el saber decir no. Hay cosas en nuestra vida que son como cánceres que
nos corroen, y Jesús nos alerta. Hay que decir no a todo lo que nos hace tropezar,
caer, dañar, faltar a la caridad y descuidar lo más importante en nuestras
vidas. Cortar con aquellas cosas que nos «enganchan» y nos hacen adictos,
quitándonos energía y lucidez. Cortar con todo lo que nos enferma, nos adormece
y nos altera, impidiéndonos crecer. Esto es lo que nos pide Jesús. ¿Duro? Más
duro es no seguir sus palabras y quedar esclavizados por el mal. Seguir las
enseñanzas de Jesús nos lleva a la libertad y a la vida plena.