2025-12-26

La Sagrada Familia

Lecturas

Eclesiástico 3, 2-6. 12-14

Salmo 127

Colosenses 3, 12-21

Mateo 2, 13-15. 19-23


Aprender a cuidar lo que Dios nos confía

Celebrar hoy la fiesta de la Sagrada Familia no es contemplar una escena idealizada y lejana, sino mirar de frente una familia real, atravesada por el miedo, la huida, la incertidumbre y las decisiones difíciles. José, María y Jesús no vivieron en una burbuja protegida, sino en medio de un mundo hostil. Precisamente por eso, su historia ilumina las familias de hoy, tantas veces cansadas, frágiles y sometidas a tensiones que parecen no dar tregua.

«Vestíos de entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia.» (Col 3, 12)

El libro del Eclesiástico nos recuerda algo esencial: el cuidado mutuo dentro de la familia es sagrado. Honrar, respetar, acompañar… no son gestos secundarios, sino caminos de bendición. En una sociedad que valora la autonomía por encima de los vínculos, estas palabras suenan casi contraculturales, pero siguen siendo profundamente humanas y necesarias.

El Salmo 127 presenta la familia como una obra que no se sostiene solo con esfuerzo humano: «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles». No se trata de resignarse o abandonar, sino de reconocer que el amor necesita raíces más profundas que la pura voluntad. Cuando Dios es el centro, la familia no se vuelve perfecta, pero sí más auténtica y sólida.

San Pablo, en la carta a los Colosenses, entra en lo concreto de la vida cotidiana: compasión, perdón, paciencia. Son palabras que construyen. No describe una familia ideal, sino una familia que aprende a convivir desde el amor que viene de Dios. El amor —dice— es el vínculo de la perfección, es decir, lo único capaz de mantener unidas las piezas cuando todo parece resquebrajarse.

El evangelio nos muestra a la Sagrada Familia en uno de sus momentos más duros: la huida a Egipto. No hay ángeles cantando, ni luces en el cielo, ni estabilidad alguna, sino riesgo y desplazamiento. José protege, María confía, Jesús crece en medio de la inseguridad. Dios no evitó el peligro, pero estuvo presente en cada paso. Y esto es clave: la santidad de una familia no está en la ausencia de problemas, sino en mantener la fidelidad en medio de ellos.

Para la vida de las familias hoy

Esta fiesta nos invita a mirar nuestras propias casas con realismo y esperanza. Las familias de hoy afrontan prisas, cansancio, dificultades económicas, heridas afectivas, conflictos entre generaciones. A veces basta una palabra fuera de lugar para romper la paz; otras veces, el silencio se vuelve más hiriente que el grito.

La Palabra de Dios nos propone caminos sencillos y exigentes:

  • Cuidar el lenguaje, porque las palabras pueden sanar o herir profundamente.
  • Ejercitar el perdón, no como debilidad, sino como decisión diaria.
  • Crear espacios de escucha, donde cada miembro se sienta visto y acogido.
  • Poner a Dios en el centro, no como teoría, sino como presencia que acompaña.

La Sagrada Familia no nos pide una imitación perfecta, sino confianza. Nos recuerda que Dios habita en las casas frágiles, en los hogares que siguen caminando, aunque no lo tengan todo claro. Hoy es un buen día para pedir la gracia de cuidar mejor lo que Dios nos ha confiado: los vínculos, el amor cotidiano y la vida compartida.

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