2006-09-24

Haced lo que él os diga

Patrona de la libertad

Celebramos hoy la fiesta de Nuestra Señora de la Merced, patrona de Barcelona. Bajo la advocación de la Merced, se invoca a María como libertadora de los cautivos. Cuánta gente vive cautiva hoy, no sólo en sentido literal, sino prisionera de sí misma, de sus convicciones y sus ideas. Esta fiesta nos invita a descubrir que el ser humano es un ser libre y responsable. Nos invita a alcanzar la libertad de los hijos de Dios.

Esclavitudes contemporáneas

Hay muchos tipos de esclavitud. En el plano espiritual, la esclavitud no sólo es física. Podríamos hablar de las grandes esclavitudes de la postmodernidad en un mundo tecnológico y opulento.

La mayor de ellas es, quizás, el egoísmo. Pensamos sólo en nosotros mismos y nos falta caridad. Nuestras ataduras, nuestros vicios, nuestros miedos, nos atan y nos impiden ser libres.

Las nuevas tecnologías, que tanto contribuyen a facilitar muchas cosas, también pueden convertirse en otro lazo. La cultura digital es importante para el progreso, pero ¡no la idolatremos ni seamos esclavos de ella!

Otra atadura es el culto al sexo por encima de la dignidad de la persona y el cuidado y el respeto hacia el cuerpo humano.

Las adicciones, al alcohol, a las drogas, a los juegos, a la velocidad o a las distracciones digitales, son otras esclavitudes muy frecuentes hoy.

Finalmente, la peor forma de esclavitud es la que se autoimpone uno mismo, cuando se encierra en la contemplación de si mismo.

Quizás sin ser conscientes tenemos muchas pequeñas y grandes ataduras que nos impiden ser libres y felices.

María nos quiere libres. No nos quiere atados a nada ni a nadie. Las relaciones humanas deben ser fundamentadas en la libertad. Por esto el matrimonio cristiano, requiere de ambos novios que vengan "libremente, sin coacción alguna".

Esta puede ser una buena oración a María en el día de hoy: libérame de todo cuanto me impide amar, crecer, construir, llegar a la santidad a la que estoy llamado.

María y la fiesta

La liturgia nos propone un texto, el episodio de las bodas de Caná, que nos da una hermosa lección de confianza en Cristo, reflejada en su madre, María.

El evangelista nos coloca en una situación festiva, unas bodas. María se muestra como mujer atenta y realista. De todos los evangelistas, Juan es el único que hace referencia directa a María y pone en su boca dos frases, muy breves. "Hijo, no tienen vino", y "Haced lo que él os diga". ¡Cuánta densidad en pocas palabras! María ordena a los criados que se presenten ante su hijo porque confía en él, sabe que obrará el milagro.

Esta escena revela la enorme confianza de María en Jesús y la estrecha unidad entre ambos.

María no quiere que la fiesta acabe, tristemente interrumpida. Quiere que la alegría siga, que no se convierta en tristeza. Desea que no se agote el júbilo. No sólo confía en Jesús, sino que vela por todos.

María vela para que la tristeza no invada nuestro corazón, para que el sufrimiento no apague nuestro gozo, para que nuestra vida esté colmada de alegría. Otra hermosa advocación de la Virgen, también venerada en Barcelona, es Nuestra Señora de la Alegría.

María puede ayudarnos a liberarnos de la tristeza y la desesperación. ¡Que no falte el vino! Que no falte el gozo ni el entusiasmo.

La eucaristía, desposorio místico

Las diez tinajas, que los criados llenan de agua, simbolizan los diez mandamientos del Antiguo Testamento. Es una imagen de la antigua ley judía, con su contenido purificador. Jesús convierte el agua en vino nuevo. El agua de la antigua alianza se transforma en su propia sangre, derramada por amor.

En la eucaristía se produce el desposorio de Jesús y la humanidad. Jesús nos invita y nos quiere presentes, y nos ofrece su vino -su sangre- para que lo tomemos. El vino es el alimento espiritual y nos da la vida divina.

Más allá de un estado emocional, la alegría es un don de Dios. Pidamos a María que la sociedad no caiga en la tristeza, en el ensimismamiento. Que nada nos arrebate la alegría de los hijos de Dios.

Pidamos a María que nos libere, que nos conserve el gozo, que nos ayude a arrancar las cadenas que nos impiden vivirlo así.

Estamos llamados a ser libertadores de una sociedad que necesita de los valores cristianos. Estamos llamados a vivir la profunda alegría de sentirnos hijos de Dios.

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