2007-01-21

Hoy llega la liberación

Sentirnos hijos de Dios, raíz de nuestra fuerza

Jesús, abierto al Espíritu, va cohesionando su misión. Su fuerza radica en sus convicciones y en su adhesión total al Padre. Sus palabras y sus gestos van calando profundamente en el corazón de mucha gente. Todos admiran su hondura y el contenido de cuanto predica.

Como buen judío, Jesús participa en el estudio y el conocimiento de la Torah en la sinagoga, como es costumbre, los sábados. En la sinagoga, con voz recia, proclama el pasaje del profeta Isaías. Es un momento crucial en su ministerio público. La voluntad de Dios y la libertad de Jesús convergen en un momento decisivo para salvar la humanidad.
“El Espíritu del Señor reposa sobre mí”, dice el texto. Jesús tiene una conciencia clara de su filiación con Dios, porque lo ha ungido. Siente que su Espíritu reposa suavemente sobre su corazón. De aquí viene toda su energía espiritual. Manifiesta el deseo de aquel que le ha enviado. Su vida y sus palabras no se entienden sin esta clara opción.

Un mensaje liberador

Él ha venido a anunciar a los pobres el evangelio; a aquellos cuya gran riqueza es Dios; a anunciar a los cautivos su libertad, a aquellos que saben que la libertad del hombre es el amor; a anunciar el año de gracia. Todos aquellos que se abren a Dios sinceramente recibirán gracia sobre gracia.

“He venido a dar libertad a los oprimidos”, dice también Jesús. ¿Quiénes son los oprimidos? Todos aquellos que sufren, que padecen el yugo de la tristeza, el dolor o un poder que los anula como personas. Una de las grandes misiones de la Iglesia es contribuir a la liberación del sufrimiento humano y de su opresión.

Cada cristiano está llamado a ser liberador

Los bautizados tenemos toda la capacidad y dones de Dios para reproducir en nosotros la vida de Cristo. Cada vez que leemos un texto bíblico y en la medida en que estamos abiertos a Dios se cumplen en nosotros las Escrituras. Unidos a Cristo, estamos llamados a una misión redentora. La Iglesia es heredera de esta gran vocación de Cristo.

El mensaje de Jesús es un anuncio, una buena noticia. El evangelio no es un conjunto de normas morales ni una doctrina, sino el gozoso anuncio de nuestra liberación. La gran liberación es soltar las cadenas del yo, que es la mayor esclavitud. El egoísmo es el gran cautiverio que aflige a la humanidad. Romper las cadenas del egoísmo y el narcisismo es la otra gran misión de la Iglesia en el mundo.

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