2007-01-01

María, reina de la paz

La paz nace de la ternura

Celebramos hoy la fiesta de la maternidad divina de María. Cuando meditamos sobre María, ahondando en sus profundos cauces, encontraremos un caudal inmenso de aguas cristalinas.

Del corazón de María , de sus entrañas, de su libertad, nace la Iglesia. Por eso la llamamos madre de la Iglesia. Es un modelo para todos los cristianos y para la sociedad de hoy. Necesitamos ahondar en su torrente de belleza para encontrar las raíces más profundas de la paz.

María, abierta, deja que Dios penetre hasta lo más hondo de su ser. Se deja invadir por su amor. Por eso es la madre de la paz.

La paz nace de la ternura. El entorno de María conoce esa paz que surge de la comunión con Dios. Los pastores, que reciben el anuncio gozoso del nacimiento de Jesús, corren a adorarlo, encuentran al recién nacido y se admiran ante él. Después, regresan contando maravillas y alabando a Dios por todo cuanto han visto y oído. Dejarse maravillar por un niño es tener corazón de niño. Es dejar que la ternura despierte en nuestro interior. Y de esa ternura brota la alabanza.

Cada cristiano, como los pastores, ha recibido también esa buena noticia. A través de las lecturas sagradas y las celebraciones de estos días, hemos podido admirar la belleza de ese misterio tan grande: el de un Dios inmenso que se hace niño. Con los pastores y los ángeles, lo glorificamos y alabamos también a María. Porque ha sido su corazón abierto el que ha hecho real este misterio de la encarnación de Dios.

Muchos niños en el mundo son explotados, abusados y utilizados. En esos pequeños que sufren, como señaló el Papa en su homilía de Nochebuena, está Dios. Su grandeza es la renuncia total al poder. Siendo grande, se hace frágil y pequeño, para despertar nuestra ternura y nuestro amor.
La paz nace de la experiencia de la ternura de Dios. El Belén es una manifestación de esta ternura. El Dios inabarcable se hace pequeño. Ante esta nueva, estamos llamados a construir el mundo de nuevo, partiendo de la inocencia de los niños.

Construir la paz en el mundo

Hoy también celebramos la Jornada Mundial de la Paz, tal como la instituyó el papa Pablo VI. Si Jesús es llamado el Príncipe de la Paz, María es la Reina de la paz. La Iglesia es ese ejército que trabaja por la paz en el mundo y los cristianos somos los soldados que hemos de luchar porque esa paz cunda y sea duradera.

¿Cómo conseguir la paz en el mundo? Mucho se ha dicho y escrito. Pero ahora es necesario que recemos y luchemos por ella, apoyándonos en Jesús y en el testimonio de la reina de la paz.

La paz no es posible sin unas hondas y firmes convicciones éticas: surge de un profundo amor y respeto hacia los demás.

No hay paz sin respeto a la diversidad y a la diferencia del otro. Se habla mucho del “choque cultural”; podríamo hablar mejor de abrazo cultural. María es modelo de acogida. La Iglesia es puerta del cielo, apertura, hospitalidad. La mujer –y la mayoría de creyentes hoy son mujeres- es acogedora y recibe a quienes se llegan hasta este umbral.

La identidad femenina

Como María, la Iglesia nos invita a ser transmisores de la vida de Dios. María interpela especialmente a la mujer del siglo XXI que, a veces por desorientación o por diversas tendencias sociales, filosóficas o políticas, pierde su identidad.

La plenitud de la mujer se encuentra en María y en su maternidad abierta a todo el mundo. No sólo puso su vida y sus entrañas para hacer posible la encarnación. María estuvo presente en los momentos clave de la vida de Jesús: en las bodas de Caná, al inicio de su vida pública, en su muerte al pie de la cruz, en el nacimiento de la Iglesia en Pentecostés... Siempre firme, su presencia dio fuerzas a sus apóstoles para que la vida siguiera, para que no huyera la esperanza.

Más allá de las ideologías “de género”, la Iglesia nos propone ahondar en el “plus” de la mujer. Es importante que la mujer esté en el lugar que le corresponde en la sociedad y en la Iglesia. Toda mujer cristiana es llamada a proyectar la imagen de María.

El rol de la mujer en la Iglesia viene ilustrado por María. La Iglesia debe estar impregnada de la maternidad, de lo contrario no será creíble. Dulzura, caridad, servicio y atención hacia los más necesitados deben ser sus distintivos. Como Madre, debe mostrar solicitud amorosa hacia toda la humanidad.

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