—Yo soy el pan vivo que bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne de vida para el mundo..
Jn 6, 41-51
Jesús continúa hablándonos de ese pan del cielo —ese pan que sacia para siempre y que abre las puertas de la vida eterna. Él es el pan. Cuando lo proclama, sus gentes no lo entienden. Tal vez interpretan sus palabras literalmente, o bien se escandalizan porque uno de sus vecinos, un hombre de quien conocen su familia, su origen… se atreve a decir que ha bajado del cielo, comparándose al mismo Dios.
Jn 6, 41-51
Jesús continúa hablándonos de ese pan del cielo —ese pan que sacia para siempre y que abre las puertas de la vida eterna. Él es el pan. Cuando lo proclama, sus gentes no lo entienden. Tal vez interpretan sus palabras literalmente, o bien se escandalizan porque uno de sus vecinos, un hombre de quien conocen su familia, su origen… se atreve a decir que ha bajado del cielo, comparándose al mismo Dios.
En la desconfianza y la incredulidad, no vislumbran el sentido de las palabras de Jesús. Ser pan es donarse. Lo que nos sacia a las personas es la entrega a los demás. Cuando uno deja de buscarse a sí mismo y de alimentarse de su propio vacío, cuando uno dona su vida, se encuentra y encuentra una vida distinta, densa, plena de sentido. Es esa vida eterna que promete Jesús a quienes lo seguirán. A quienes tomarán de su pan.
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