Este blog pretende reflexionar sobre los evangelios dominicales de los tres ciclos litúrgicos, proporcionando un material que ayude a laicos y a sacerdotes a hacer una lectura del mundo de hoy a la luz de la palabra de Dios.
2022-12-30
Santa María Madre de Dios
2022-12-23
Día de Navidad - En él estaba la vida
El otro día en catequesis expliqué a los niños que Dios,
cuando vino al mundo, no quiso nacer como hijo de reyes, sabios o famosos.
Tampoco nació en un palacio ni en una gran ciudad como Roma. Al contrario,
nació en un establo, María y José eran muy humildes y el nacimiento del niño pasó
desapercibido. Sólo se enteraron unos pocos pastores, sus vecinos y unos sabios
despistados venidos de Oriente. ¿Por qué creéis que Dios eligió venir así?,
pregunté a los niños. ¿No hubiera sido más lógico venir de otra manera, para
que todos pudieran conocerlo y adorarlo con admiración?
Algunas niñas dieron respuestas reveladoras. Dios quiere
ayudarnos, dijo una. A Dios le gusta la gente sencilla y pobre, contestó otra.
Y una tercera dijo: Dios quiere que seamos como él, por eso él se hace como
nosotros. ¡Creo que pocos teólogos podrían mejorar esta respuesta!
Sí, Dios se hace uno de nosotros, se humaniza porque quiere
divinizarnos y compartir su reino con nosotros. La gran noticia no es sólo que
Dios exista… ¡Es que Dios está de nuestra parte! Está realmente con nosotros, no solo por encima, ni en
las honduras insondables, sino codo a codo, al lado, compartiendo nuestras
alegrías y dolores, nuestras miserias y sueños. Con el nacimiento de Jesús se
ha tendido un puente entre el cielo y la tierra, que ya nadie podrá derribar.
La tierra, como dijo un poeta, está empapada de cielo. El mundo está envuelto
en cielo, mecido en brazos de Dios igual que él lo estuvo en brazos de María,
la mujer, la madre, la hija de la tierra.
Con toda la modestia de su nacimiento, Jesús no deja de ser la Luz, que es «la vida de los hombres». Con él empieza un cielo nuevo y una tierra nueva, rejuvenecida por el torrente de amor divino. Por eso con su nacimiento el cielo está de fiesta y los ángeles cantan. Nosotros, que somos ciudadanos del cielo, también estamos de fiesta hoy, porque las consecuencias de ese nacimiento duran hasta hoy y duraran hasta el final de los tiempos. Vivamos la Navidad con sobriedad y sencillez. Que el trajín de las fiestas no nos haga olvidar su sentido. Que sea de verdad una fiesta de encuentro, donde se hagan ciertas las palabras de Jesús: «donde estén dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo». No olvidemos al primer invitado a estas fiestas. Abramos nuestro hogar a Jesús, que está a la puerta y llama.
2022-12-17
La criatura es del Espíritu Santo - 4º Domingo de Adviento
2022-12-09
¿Eres tú el que ha de venir? - 3r Domingo de Adviento A
2022-12-03
Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego - 2º Domingo de Adviento A
El evangelio de hoy nos
presenta a Juan Bautista con su fogosa predicación. Juan no dejaba indiferente
a nadie. Su discurso gustaba, pero tampoco era cómodo. A quienes se bautizaban
por curiosidad, o por quedar como santos, los increpa con dureza. ¿Hacéis esto
por parecer buenos? Lo que importa es la conversión auténtica, el cambio de
vida. No bastan las palabras y los gestos simbólicos, hay que abrirse al
vendaval de Dios, que sacude nuestra alma y nos invita a dejar nuestros lastres
y esclavitudes personales.
Preparad el camino al Señor. ¿Qué significa esto, para nosotros, hoy? Jesús ya
vino, y Jesús está vivo hoy. Pero si no le abrimos nuestra casa —nuestra alma—
estamos igual que aquellos judíos del siglo I que esperaban al Mesías y escuchaban
perplejos a Juan Bautista. Preparar el camino significa estar atentos, velar,
escuchar. Dios puede hablar y visitarnos de muchas maneras.
Yo os bautizo con agua. El agua es purificación y es vida. El bautismo de Juan es un paso importante en la preparación ante la venida del Señor. Implica un proceso de limpieza espiritual y compromiso con el bien, y es un acto de voluntad que requiere nuestro esfuerzo. Muchas personas centran su vida en la práctica virtuosa y la pureza interior. Buscan la perfección moral y se esfuerzan por mejorar y cambiar. ¿Qué descubren? Como san Pablo, se dan cuenta de que cambiar es dificilísimo y no basta con la voluntad. Uno nunca se cambia a sí mismo del todo, pese a la ascesis y la disciplina. Dios tampoco quiere que nos mutilemos ni nos deformemos espiritualmente. Nos hace falta algo más: el bautismo por Espíritu Santo y fuego. Si el agua es voluntad nuestra, el fuego es don y acción de Dios. Será él, derramando su amor, quien nos cambiará. No tendremos que forzarnos; él nos transformará desde adentro, con pasión y ternura, haciéndonos crecer y dando fruto. Nuestra hazaña no será alcanzar la perfección por mérito propio (esto despertaría nuestra vanidad, y nos alejaría de Dios), sino abrirnos a su amor y a su misericordia, los únicos que pueden cambiarnos y dar a nuestra vida un sentido nuevo y pleno.