2023-08-25

21º Domingo Ordinario - A

En Cesarea de Filipo, región pagana, Jesús camina con sus discípulos y les hace una pregunta trascendental. Esta pregunta se dirige a los creyentes de todo tiempo y lugar. ¿Quién es Jesús para mí?

Lecturas: Isaías 22, 19-23; Salmo 137; Romanos 11, 33-36; Mateo 16, 13-20.

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Todo el mensaje de los evangelios podría condensarse en la pregunta que Jesús dirige a sus discípulos. Es una pregunta crucial para todos los que nos llamamos cristianos. Porque de su respuesta dependerá la autenticidad de nuestra fe.

Primero Jesús les pregunta: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Y escucha sus respuestas, que son el eco de lo que el mundo piensa sobre él. También hoy podríamos llenar libros y páginas con lo que la gente dice de Jesús. ¡Hay tantas opiniones y teorías! A Jesús le han colgado todo tipo de etiquetas: profeta, sanador, místico, revolucionario, alma disfrazada de humano, avatar de una larga serie de seres iluminados, hombre bueno, rabí campesino o filósofo cosmopolita poseedor de conocimientos esotéricos. A parte, tenemos la imagen de Jesús que nos ha transmitido la Iglesia, y el que podemos conocer a través de las Escrituras y de la teología. ¿Con cuál de ellas nos quedamos?

Pero luego Jesús cambia la pregunta: ¿Quién decís vosotros que soy yo? ¡Esto es más difícil de responder! Si nos la hiciera a nosotros, ¿qué le diríamos? ¿Contestaríamos con una respuesta aprendida, de catecismo, o sabríamos responder con sinceridad, con lo que realmente sale de nuestro corazón? ¿Qué es Jesús para mí, ahora y hoy? ¿Qué significa en mi vida? ¿Qué importancia tiene para mí? ¿Cómo me relaciono con él?

Jesús, ¿quién eres para mí?

Pedro responde con palabras que hoy nos suenan familiares, pero en aquel entonces debían ser rompedoras y audaces. Tú eres el Hijo de Dios vivo. ¿Cómo podía saberlo? Pedro no habla por lo que ha oído u aprendido, sino por lo que vive. Ha compartido muchas horas con Jesús, lo ha visto curar, predicar y caminar por los caminos de su tierra. Ha hablado con él, ha comido con él y ha navegado con él por el mar de Galilea. Lo ama y le seguiría hasta la muerte… Pero ¿cómo puede saber que este rabino extraordinario es el mismo Dios, encarnado?

Hay cosas que se saben por experiencia, otras por razonamiento o sentido común. Pero hay otras que sólo podemos saberlas si alguien nos las cuenta. Afirmar que Jesús es Dios no puede hacerse si no es por revelación. ¿Quién le descubre a Pedro la identidad de Jesús? El mismo Dios, el Padre, que ha logrado entrar en el corazón de este discípulo tan entusiasta y sincero, tan deseoso de que venga su Reino, aunque todavía no ha madurado lo bastante como para comprender que este reino debe pasar por la cruz…

Jesús felicita a Pedro, no por su inteligencia o penetración, sino porque ha recibido un regalo de su Padre: la revelación de quién es él. ¿Quién puede recibir los dones de Dios, si no tiene el corazón abierto? Por eso Jesús confía en Pedro, aunque sabe que todavía le fallará. Confía en él pese a sus defectos y cobardías. Confía en el corazón abierto que ha recibido la voz del cielo. Y por eso le dice: Te daré las llaves del reino de los cielos. Lo que ates en la tierra, quedará atado en los cielos…

La autoridad de Pedro y, en consecuencia, la de todos los papas, viene de aquí. No de sus méritos y su valía, sino del hecho que es Jesús mismo quien le da las “llaves del reino”. Todo lo que haga en la tierra quedará sellado en el cielo. Del mismo modo, nosotros podemos aplicarnos la frase. Cuando hacemos algo por Jesús, o en su nombre, o por su amor, nuestras acciones en la tierra quedan inscritas, también, en el cielo. Nada de lo que aquí hagamos dejará de tener su eco ante Dios.

¿Quién es Jesús para nosotros? Si queremos conocerlo, no nos faltan medios. Tenemos las escrituras y la enseñanza de la Iglesia. Tenemos la eucaristía para encontrarnos con él, físicamente, en el sacramento del pan. Tenemos a nuestros prójimos, imagen predilecta de Dios, y en especial a los más pobres y necesitados. Tenemos, finalmente, la oración, espacio donde abrir el alma y comunicarnos con él. Conocer a Jesús y cultivar la amistad con él debería ser el centro de nuestra vida, si es que queremos vivir como cristianos auténticos. Y no hay mejor medio de conocimiento que el trato diario, frecuente, sincero y tierno. Como sucede entre los enamorados, que cuanto más se ven y más hablan, más se desean y se conocen, así también podemos alimentar nuestra amistad con él.

2023-08-18

20º Domingo Ordinario - A

Jesús marcha con sus discípulos a una región pagana, la tierra fenicia de Tiro y Sidón. Pero la fama de sanador precede a Jesús y una mujer le pide ayuda. El diálogo entre la cananea y Jesús es una enseñanza que no pierde vigencia. ¿Quiénes son dignos de recibir la salvación? A veces, basta con pedirla...

Lecturas: Isaías 56, 1.6-7; Salmo 66; Romanos 11, 13-15.29.32; Mateo 15, 21-28.

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Jesús se retira con sus discípulos a una región pagana, cerca de las ciudades de Tiro y Sidón. Hasta ahora se ha movido entre las aldeas de su Galilea natal y Judea, territorio conocido, entre sus paisanos y gentes creyentes en el Dios de Israel. Esta vez se adentra en territorio extranjero donde se practican otros cultos y religiones. 

Pero, de alguna manera, su fama de obrador de milagros lo persigue. Una mujer cananea se entera de que Jesús, el que cura enfermos y expulsa demonios, está allí, y corre a buscarlo. Su religión no es la de Israel, pero ella tiene fe, no en un sistema de creencias, sino en una persona. Ella cree en Jesús. Es como si, hoy, una persona de afuera viniera a la Iglesia pidiendo ayuda. No practica, quizás ni siquiera cree en Dios, pero cree en las personas. Tiene fe en la bondad de alguien que pueda escucharla.

La actitud de Jesús parece de reserva, como si no quisiera hacerle caso. Son sus propios discípulos quienes piden que la atienda, más por quitarse una molestia de encima que por otra cosa. Entonces se da un diálogo sorprendente entre Jesús y la mujer. Él la prueba. Dice que sólo ha venido para las ovejas descarriadas de Israel; no está bien dar el pan de los hijos a los perros. Ha venido a rescatar a los perdidos, a los pecadores, a los alejados... Pero, finalmente, a los de su pueblo. La mujer no se arredra. El amor y la preocupación por su hija, poseída por un mal demonio, la hacen audaz e ingeniosa en su réplica: También los perritos pueden comer las migajas de los hijos. Como queriendo decir que Dios es para todos, incluso para los no practicantes de una religión. El amor de Dios es universal y no se limita a un pueblo o a una cultura.

Jesús elogia la fe de la mujer cananea como no elogiará la de nadie en su pueblo. A sus propios discípulos, muchas veces, les reprochará su falta de fe. En cambio, esta mujer cree en él sin dudar. La fe le da coraje y esto derrumba toda la resistencia de Jesús. Qué grande es tu fe. Que se haga como tú deseas. Cuando nuestra confianza es grande, el mismo Dios nos «obedece». ¡Dios nunca se resiste ante una súplica confiada y humilde! ¿Sabremos nosotros pedirle, confiando en su bondad, igual que esta mujer? Quizás muchos alejados de la Iglesia, algún día, nos darán una lección de fe a los que creemos estar cerca... 

2023-08-11

19º Domingo Ordinario - ciclo A

En el evangelio de este domingo, después de la multiplicación de los panes, vemos a Jesús retirándose a orar. Mientras tanto, sus discípulos bregan con un mar tempestuoso, agitado por el viento. Cuando Jesús llega caminando sobre las aguas, tienen miedo. ¿Qué significa este pasaje?

Lecturas: 1 Reyes 19, 9a-13a; Salmo 84; Romanos 9, 1-5; Mateo 14, 22-23.



Caminar sobre el mal

Mientras Jesús se retira, les dice a sus discípulos que se avancen en barca hasta la otra orilla. En alta mar, el viento los aleja y los inquieta. Pasa la noche y, al amanecer, ven a Jesús caminando sobre el agua. 

Esta imagen encierra un simbolismo muy claro para los judíos. En la cultura hebrea, el mar causaba respeto y temor: representaba lo ignoto, el peligro y también el mal. Los pescadores eran hombres arriesgados, pues su oficio los llevaba a bregar contra el oleaje. En cierto modo, su navegar entre las aguas significaba enfrentarse a diario con las fuerzas del mal. Jesús caminando sobre las olas es símbolo del hombre que ha vencido el mal. 

Pero los discípulos, al verlo, se quedan atónitos y temen. ¿Será una aparición maligna o un fantasma?

La duda nos hunde

Pedro lo reconoce, pero quiere cerciorarse, y le pide que le ordene acercarse a él. Así lo hace Jesús, y Pedro comienza a caminar también sobre las aguas. Pero el vendaval lo hace dudar y se hunde. 

¡Cuántas veces dudar de Dios nos hace naufragar! Cuando dudamos, nos alejamos de él y nos hundimos en el abismo por falta de fe. Pero Jesús no nos abandona. “¡Ánimo, soy yo!” Siempre está ahí, nunca se aparta de nosotros y nos sigue para tendernos la mano. Su presencia nos devuelve la calma.

Hoy día proliferan las ideologías y filosofías contrarias a la fe. El hombre cree no necesitar a Dios y prescinde de él. Y poco a poco se hunde en su orgullo y su petulancia. 

Jesús no quiere que nadie se hunda en su miseria humana. No quiere que nos perdamos y nos ayuda a creer en él, dándonos muchos signos de su benevolencia para que nos acerquemos a él con confianza. Hemos de estar atentos para saber leer estos signos en nuestro devenir diario.

La mano salvadora

La misión de la Iglesia es salvar, redimir, dar confianza, elevar al caído. La mano de Dios siempre está pronta para salvarnos. Es esa mano que resucita a la hija de Jairo; es la mano curadora que toca los ojos del ciego, que se posa sobre la lengua del sordo y mudo… Dios puede penetrar hasta las entrañas de nuestra existencia y despertarnos, abrirnos los ojos y el oído, devolvernos a la vida, por muy perdidos que estemos. ¡Dios lo puede todo!

Mientras dudemos, nos alejaremos de él. A menudo, cuando hablamos de alguna persona conocida que nos ofrece confianza, decimos: “De esta persona, me fío con los ojos cerrados”. Podemos decirlo porque la conocemos y sabemos cómo actúa. ¿Cómo dudar de Dios y de su amor? A lo largo de la historia de la salvación, y en nuestras propias historias personales, él nos ha dado pruebas de su amor y de su misericordia.  A veces el cansancio y el dolor nos pueden hacer dudar de su existencia… Pero no nos dejemos ofuscar. Su deseo más profundo es la felicidad del hombre. Las palabras de Jesús también se dirigen a nosotros cuando vacilamos: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudas?”

Ponerse en presencia de Dios

En la primera lectura de hoy (Reyes 19, 9-13) vemos al profeta Elías, cansado, desesperanzado, que se retira a una cueva del monte Horeb. Está desalentado y necesita apoyo. Allí, Dios le pide que se ponga en su presencia. 

Buscar el silencio y ponerse en presencia de Dios nos devuelve la fuerza perdida. La Biblia nos relata, muy bellamente, cómo Dios se manifiesta de manera cálida y suave, hablando al corazón. No está presente en el fuego arrasador, ni en la tormenta, ni en el vendaval. Dios no destruye ni avasalla. No habla con voz atronadora. Se muestra como una brisa ligera, que nos alivia y nos reconforta. 

Y es entonces, cuando el viento amaina, cuando podemos reconocerlo, tal como lo hicieron sus discípulos. Habiendo subido a la barca con Pedro, calmado el oleaje, los pescadores se postraron ante él. Así nosotros, una vez nos situamos ante su presencia, lo reconocemos y dejamos que nos conduzca hacia la plenitud de nuestra existencia. 


2023-08-04

La Transfiguracion del Señor

La Transfiguración de Jesús es un episodio que relatan los tres evangelios sinópticos y que, por su importancia, se ha convertido en fiesta destacada dentro del calendario litúrgico de la Iglesia. ¿Qué significa esta escena para nosotros, los creyentes de hoy?

Lecturas: Daniel 7, 9-14; Salmo 96; 2 Pedro 1, 16-19; Mateo 17, 1-9.

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Un momento de plenitud


La transfiguración de Jesús en el monte Tabor fue un acontecimiento crucial en la vida de Pedro, Santiago y Juan, aquellos tres discípulos más cercanos a Jesús. Su maestro les abre el corazón totalmente y se les revela como Hijo de Dios. Es un momento de intensa emoción y calidez espiritual. La experiencia mística los asombra y los aturde. La presencia gloriosa de Dios se manifiesta a través de Jesús. En esos instantes, Dios habla: Este es mi hijo amado, escuchadlo.

Pedro, deslumbrado, quiere eternizar el momento: Señor, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres tiendas... Cuando nos encontramos en una situación de plenitud, queremos alargar la experiencia. ¡Es tan natural!

Pero Jesús le hace volver a la realidad y, a continuación, anuncia a sus discípulos su muerte inminente. Es muy consciente de su misión y de las consecuencias que le acarreará ser consecuente hasta el final. El Tabor es un preludio de la gloria, pero ese instante no le ahorrará el sufrimiento.

Finalmente, Jesús pide a sus amigos discreción. Las experiencias íntimas y místicas deben conservarse en el corazón, sin descubrirlas imprudentemente, sin precipitar los acontecimientos. Llegará el momento adecuado en que serán reveladas.

El Tabor, cerca de lo cotidiano


El episodio del Tabor se reproduce cada vez que sabemos escuchar, reconocer y vivir a Dios en nuestra vida. Pero la prisa y el ajetreo diario nos dificultan detenernos, estar tranquilos y descubrir la presencia de Dios. Por ello es necesario retirarse, de vez en cuando, y encontrar espacios de calma, quietud y silencio.

Hoy, Jesús se hace presente en nuestra vida. Cada vez que participamos en la eucaristía, cada vez que se produce una comunión profunda, a través de la Iglesia y los sacramentos, Dios se nos manifiesta.

Creer en Dios no es sólo hablar o creer, sino adherirse a él y encarnarlo en lo cotidiano. Dios se nos muestra de mil maneras. Abramos el corazón a su intimidad. Retirémonos a la montaña y escuchémosle.

¿Qué nos dice Dios? Este es mi hijo amado. Todos somos hijos amados y predilectos de Dios. Saberlo eleva nuestra autoestima y nuestra espiritualidad. Sentirnos hijos amados de Dios es el primer paso en nuestra labor evangelizadora, como parte de la Iglesia. Si no sentimos ese amor, difícilmente podremos sentirnos cristianos.

Jesús desveló lo que tenía en su interior: Dios mismo habitaba en él. En el Tabor se dio la apertura de su experiencia íntima de amor de Dios. Una experiencia a la que todos estamos llamados.

Cómo escuchar a Dios 


Escuchar es mucho más que oír. Es abrir el corazón, la mente, los sentimientos, para dejar que Dios entre de lleno en nuestra vida. Sólo si escuchamos podremos digerir y metabolizar aquello que viene de Dios.

¿Cómo escuchar a Dios? Hay muchas maneras.

Una es ocupar un tiempo para estar con él, cultivando su amistad y el diálogo con él. Esta intimidad enriquece la vida entera.

Otra forma es leer a Dios en los signos de los tiempos, como decía Juan XXIII. Dios nos habla a través de nuestra realidad cultural y social. Pero no podremos escuchar su mensaje ni entenderlo si no sabemos contemplar, con quietud y serenidad. El lenguaje de Dios va mucho más allá del lenguaje verbal. Está formado por signos, por hechos, por convergencias. 

Otra manera de escuchar a Dios es a través de los demás. Parafraseando a San Juan, podríamos decir: ¿Escuchas a Dios, al que no ves, y no escuchas al prójimo, al que ves? ¡Hipócrita!

La mediación de la Iglesia 


Dios se sirve de otros muchos canales para expresarse. La Iglesia es uno de los más importantes. En ella se da la plenitud de la salvación. Canaliza directamente su voluntad: hacer crecer el reino de Dios en el mundo. Para ello necesitamos vivir experiencias de celebración compartida, de comunión intensa, de fraternidad y de caridad.

Cada liturgia, cada domingo celebrado, es un Tabor. En esta teofanía —manifestación de Dios— se nos revela la Trinidad. Dios Padre nos exhorta a escuchar a su Hijo, el amado, el predilecto. Y esta exhortación se extiende de Jesús a la Iglesia. Por ello es tan importante escuchar cuanto dicen el Papa y nuestros pastores.

La Iglesia es mucho más que el Vaticano. Es comunión, es presencia de Dios, es Iglesia militante: somos todos nosotros. Es un torrente de riqueza espiritual. Escuchemos bien, pues escuchando encontraremos sentido pleno a nuestra vida cristiana, nuestra vida de hijos amados de Dios.