Tras leer el texto del profeta Isaías en la sinagoga, Jesús ve cómo todos sus congéneres de Nazaret quedan maravillados de sus palabras. Pero cuando su discurso se torna exigente, la multitud pasa de la admiración a la crítica y al deseo de matarlo. No es ajeno a la suerte que padecieron los profetas. El desprecio, la incomprensión y los celos brotan hacia él. Envidia y desprecio que se irán fraguando hasta llegar a una hostil actitud de rechazo.
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