Domingo de Ramos - B from Joaquin Iglesias
¿Qué significado tiene
Lectura de la Pasión según San Marcos (Mc
14, 1-15, 47).
Entrar con humildad
El Domingo de Ramos
precede a la pasión de Cristo. Jesús, que ha predicado la buena nueva del Reino
por pueblos y aldeas, dirige finalmente sus pasos a Jerusalén. Allí hace su
entrada con un gesto profundamente simbólico. Pide a dos de sus discípulos que
le busquen un borrico: El maestro lo
necesita, dicen a su dueño. Jesús, líder carismático de fuerza arrolladora,
con una enorme aceptación social en aquel momento, decide entrar en Jerusalén
de manera sencilla y humilde. Tras recorrer los caminos de Palestina empujado
por una clara misión, llega a su punto final sereno, gozoso, pero a la vez
consciente de que se halla a las puertas de unos días intensos que finalizarán
con sufrimiento y lo llevarán hasta la cruz. Sabe que, muy pronto, se
enfrentará a la tortura y a las vejaciones más inhumanas. Pero en ese día de su
entrada triunfal en Jerusalén, hasta el aire proclama su victoria. Si éstos callan, gritarán las piedras.
Las gentes que lo aclaman
reconocen en él al bendito, que viene en nombre del Señor. En él se cumplen las
expectativas mesiánicas del pueblo: el reino de David culmina en Jesús. Todo es
fiesta y alegría a su paso, y tienden alfombras y mantos a sus pies, pues
reconocen en él al Hijo del Altísimo.
Sin embargo, Jesús sabe
que son los primeros pasos hacia su pasión. El pueblo que le vitorea será el
mismo que, días más tarde, gritará ¡Crucifícale! Jesús sabe que su entrega
radical al Padre no le ahorrará el suplicio, el abandono y la soledad, ni
tampoco el sorbo amargo de la traición.
La injusticia de la condena
La pasión de Cristo aúna
las torturas despiadadas con un proceso legal injusto e irregular. La muerte de
un inocente ha marcado nuestra historia. Los sumos sacerdotes, alejándose de la
justicia, abusan del poder y de la autoridad moral que el pueblo les ha
otorgado. Saben que el mensaje de Jesús puede amenazar su posición y toman su
decisión movidos por el miedo y los intereses políticos y religiosos de su
cargo.
La tragedia de la pasión
de Jesús nos ha de interpelar en lo más hondo de nuestro corazón. En el
desarrollo del proceso se dan elementos que se siguen repitiendo a lo largo de
la historia. El dolor de Jesús sigue siendo real hoy, en pleno siglo XXI: en
los más desfavorecidos, en los excluidos socialmente, en los que viven
aplastados por la pirámide de poder que asfixia a muchos inocentes. El poder
sigue destruyendo vidas y personas; la ambición y el miedo de los líderes, la
incoherencia religiosa, la traición, la injusticia, continúan cobrándose
víctimas. Países enteros viven bajo regímenes totalitarios y corruptos, que
abusan de los débiles y que impiden su crecimiento como pueblo y como personas.
La pasión de hoy en el mundo no difiere mucho de la pasión de Jesús de Nazaret.
Muchos inocentes siguen muriendo y el derecho internacional no impide que los
gobernantes corruptos continúen hundiendo en la miseria a miles de personas. La
justicia internacional clama al cielo. Cuántas personas mueren sin un juicio
justo, quizás incluso dando su vida por los demás, auténticos mártires de nuestro
tiempo.
¿Qué significado tiene la
Pasión ?
Durante la Semana Santa, la memoria de la pasión y la
muerte de Jesús nos hace reflexionar sobre dos realidades íntimamente ligadas a
nuestra naturaleza humana: el sufrimiento
y la muerte. Jesús nos muestra que el
amor no nos evitará sufrir. En su entrega a Dios y a los demás, Jesús asume
todas las consecuencias. Su amor es un acto supremo de libertad. Por esto, ante
la muerte, su actitud es de serenidad y de aceptación. Sabe que amar sin
límites puede conducirlo a este dolor extremo y lo acepta.
La muerte de Jesús en
cruz es fruto de un
trágico enfrentamiento de libertades. La libertad de Dios choca con la voluntad
de los hombres, que él ha querido hacer libres. Dios asume la herida sangrante
de la ruptura entre él y los hombres rebeldes. Y Jesús, fiel al Padre, también
la asume, abandonándose dócilmente en brazos de la muerte.
Pero el amor es mucho
mayor que la muerte y sobrepasa sus límites humanos. Dios llora ante su hijo
muerto, pero responderá con una contundencia luminosa. Al tercer día, lo
resucitará. La muerte de Jesús es el preludio de una nueva vida gloriosa. Una
vida que será eterna.