2023-08-04

La Transfiguracion del Señor

La Transfiguración de Jesús es un episodio que relatan los tres evangelios sinópticos y que, por su importancia, se ha convertido en fiesta destacada dentro del calendario litúrgico de la Iglesia. ¿Qué significa esta escena para nosotros, los creyentes de hoy?

Lecturas: Daniel 7, 9-14; Salmo 96; 2 Pedro 1, 16-19; Mateo 17, 1-9.

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Un momento de plenitud


La transfiguración de Jesús en el monte Tabor fue un acontecimiento crucial en la vida de Pedro, Santiago y Juan, aquellos tres discípulos más cercanos a Jesús. Su maestro les abre el corazón totalmente y se les revela como Hijo de Dios. Es un momento de intensa emoción y calidez espiritual. La experiencia mística los asombra y los aturde. La presencia gloriosa de Dios se manifiesta a través de Jesús. En esos instantes, Dios habla: Este es mi hijo amado, escuchadlo.

Pedro, deslumbrado, quiere eternizar el momento: Señor, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres tiendas... Cuando nos encontramos en una situación de plenitud, queremos alargar la experiencia. ¡Es tan natural!

Pero Jesús le hace volver a la realidad y, a continuación, anuncia a sus discípulos su muerte inminente. Es muy consciente de su misión y de las consecuencias que le acarreará ser consecuente hasta el final. El Tabor es un preludio de la gloria, pero ese instante no le ahorrará el sufrimiento.

Finalmente, Jesús pide a sus amigos discreción. Las experiencias íntimas y místicas deben conservarse en el corazón, sin descubrirlas imprudentemente, sin precipitar los acontecimientos. Llegará el momento adecuado en que serán reveladas.

El Tabor, cerca de lo cotidiano


El episodio del Tabor se reproduce cada vez que sabemos escuchar, reconocer y vivir a Dios en nuestra vida. Pero la prisa y el ajetreo diario nos dificultan detenernos, estar tranquilos y descubrir la presencia de Dios. Por ello es necesario retirarse, de vez en cuando, y encontrar espacios de calma, quietud y silencio.

Hoy, Jesús se hace presente en nuestra vida. Cada vez que participamos en la eucaristía, cada vez que se produce una comunión profunda, a través de la Iglesia y los sacramentos, Dios se nos manifiesta.

Creer en Dios no es sólo hablar o creer, sino adherirse a él y encarnarlo en lo cotidiano. Dios se nos muestra de mil maneras. Abramos el corazón a su intimidad. Retirémonos a la montaña y escuchémosle.

¿Qué nos dice Dios? Este es mi hijo amado. Todos somos hijos amados y predilectos de Dios. Saberlo eleva nuestra autoestima y nuestra espiritualidad. Sentirnos hijos amados de Dios es el primer paso en nuestra labor evangelizadora, como parte de la Iglesia. Si no sentimos ese amor, difícilmente podremos sentirnos cristianos.

Jesús desveló lo que tenía en su interior: Dios mismo habitaba en él. En el Tabor se dio la apertura de su experiencia íntima de amor de Dios. Una experiencia a la que todos estamos llamados.

Cómo escuchar a Dios 


Escuchar es mucho más que oír. Es abrir el corazón, la mente, los sentimientos, para dejar que Dios entre de lleno en nuestra vida. Sólo si escuchamos podremos digerir y metabolizar aquello que viene de Dios.

¿Cómo escuchar a Dios? Hay muchas maneras.

Una es ocupar un tiempo para estar con él, cultivando su amistad y el diálogo con él. Esta intimidad enriquece la vida entera.

Otra forma es leer a Dios en los signos de los tiempos, como decía Juan XXIII. Dios nos habla a través de nuestra realidad cultural y social. Pero no podremos escuchar su mensaje ni entenderlo si no sabemos contemplar, con quietud y serenidad. El lenguaje de Dios va mucho más allá del lenguaje verbal. Está formado por signos, por hechos, por convergencias. 

Otra manera de escuchar a Dios es a través de los demás. Parafraseando a San Juan, podríamos decir: ¿Escuchas a Dios, al que no ves, y no escuchas al prójimo, al que ves? ¡Hipócrita!

La mediación de la Iglesia 


Dios se sirve de otros muchos canales para expresarse. La Iglesia es uno de los más importantes. En ella se da la plenitud de la salvación. Canaliza directamente su voluntad: hacer crecer el reino de Dios en el mundo. Para ello necesitamos vivir experiencias de celebración compartida, de comunión intensa, de fraternidad y de caridad.

Cada liturgia, cada domingo celebrado, es un Tabor. En esta teofanía —manifestación de Dios— se nos revela la Trinidad. Dios Padre nos exhorta a escuchar a su Hijo, el amado, el predilecto. Y esta exhortación se extiende de Jesús a la Iglesia. Por ello es tan importante escuchar cuanto dicen el Papa y nuestros pastores.

La Iglesia es mucho más que el Vaticano. Es comunión, es presencia de Dios, es Iglesia militante: somos todos nosotros. Es un torrente de riqueza espiritual. Escuchemos bien, pues escuchando encontraremos sentido pleno a nuestra vida cristiana, nuestra vida de hijos amados de Dios.

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