25º Domingo Ordinario - B
Después de la excursión por Cesarea de Filipo, después de la
subida al monte alto, donde se transfiguró, Jesús regresa a Galilea con los
Doce. Y les va instruyendo, ¿sobre qué? Desde Cesarea, Jesús ha empezado a vaticinar
su futura pasión y muerte. Les está enseñando que él, su maestro, afrontará el
destino de muchos profetas y hombres de Dios: la oposición del poder religioso,
la persecución por parte de las autoridades y, finalmente, la muerte.
Tres veces recoge el evangelio de Marcos el anuncio de la
pasión de Jesús: recalcando que Jesús no dejó de avisar. Pero las tres veces
topa con la incomprensión total de sus discípulos. La primera vez, Pedro lo
recrimina e intenta disuadirlo. La segunda vez, no se atreven a decir nada porque
no entienden. La tercera vez, ya tienen miedo. Pero siguen sin asumir la idea porque
se ponen a discutir, nada menos, quién de ellos es el más importante. Todavía
están soñando con el futuro consejo del rey, cuando Jesús, como Mesías de Israel,
se siente en su trono y los llame a presidir sobre las tribus.
Jesús los pilla discutiendo y ellos callan, como niños
malos. Saben que no están con su Maestro, que él no aprueba lo que piensan. Jesús
los conoce demasiado bien.
Y es entonces cuando pronuncia otra enseñanza, acompañada de
un gesto. Llama a un niño, lo abraza y les dice: ¿Queréis ser importantes? Acoged
a los niños, a los últimos de la fila, a los que no cuentan para nada.
Acogedlos como me acogeríais a mí. Y quien me acoge a mí, acoge a mi Padre, que
me envía.
Algunos biblistas que estudian a fondo este texto comentan que
la palabra “niño” en griego puede significar también “criado”, o “pequeño
sirviente”, un mocito o muchacho que sirve en la casa. Podría traducirse por “criadito”
y todavía tiene más sentido, pues Jesús está comparándose a sí mismo con el
chico de los recados, al que todos mandan y nadie respeta. Jesús es un “mandado”,
un servidor, y quiere que sus discípulos aprendan de una vez que su actitud en
el mundo ha de ser esta. Han venido a servir, no a dominar. Han venido a
hacerse útiles y a cuidar de los demás, no a exigir que los demás se sometan a
su voluntad. ¡Esto sí es una revolución!
Hay quienes interpretan muy mal esta frase de los últimos y
los primeros. Piensan: mira, es que a Jesús le gustan los últimos, los peores,
los más incapaces, los que no destacan. Así que es mejor ir por la vida encogidos
y humillados, porque eso es lo que quiere Dios. Y no pocos consideran que el
evangelio, en este punto, es un consuelo para resentidos, frustrados y víctimas
que no han sabido superar sus dificultades. Dicen: el evangelio está ensalzando
la mediocridad y machacando la excelencia.
Pero Jesús nunca dice que dejen de aspirar a ser primeros. No: Jesús quiere que la persona se esfuerce en su camino de mejora y crecimiento, claro que sí. Lo que cambia Jesús es el concepto de “primero”. El primero ya no será el jefe, sino el criado. El mejor ya no será el que manda, sino el que sirve. La clave está en el servicio. Incluso los líderes han de estar inspirados por el espíritu de servicio y por el bien a los demás. No en vano el papa se llama a sí mismo «siervo de los servidores de Dios».
Si las personas compiten por
el poder, el mundo será un infierno (como vemos a menudo); si las personas
compiten por amar y servir, convertirán el mundo en un paraíso. Un lugar donde
habrá problemas y fricciones, pero todo se superará porque la caridad será lo
primero.
2 comentarios:
Si lográramos vivir según la caridad, nuestra tierra sería casi un cielo. Es tarea de todos.
Excelente reflexión
Publicar un comentario