2012-07-14

Los envió de dos en dos

XV domingo tiempo ordinario

“Llamando a sí a los doce, comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros, y los encargó que no tomasen para el camino nada más que un bastón, ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinturón, y se calzasen con sandalias y no llevasen dos túnicas. Les decía: Dondequiera que entréis en una casa, quedaos en ella hasta que salgáis de aquel lugar, y si un lugar no os recibe, ni os escucha, al salir sacudid el polvo de vuestros pies…” Mc 6, 7-13
 
Los primeros misioneros

Llega un momento en que Jesús envía a sus discípulos para iniciarse en la tarea de la evangelización. Los envía en su primera experiencia apostólica y les da sus consejos. Estas palabras son fuente de inspiración para nuestra tarea pastoral hoy.

¿Cómo anunciar el reino de Dios en el mundo? Jesús les aconseja guardar una actitud humilde y no llevar un gran equipaje en el camino. En la predicación, no se trata de convencer, sino de hacer descubrir al otro, mediante el testimonio, que vale la pena preguntarse por Dios y acercarse al misterio de ese amor tan grande que nos sobrepasa.

Jesús les advierte que tengan una actitud tranquila y serena. La evangelización no es una colonización ni una conquista. Si os acogen, les dice, dadles la paz y permaneced en esa casa. Si os rechazan, marchaos en silencio y sacudíos el polvo de los pies… Nadie puede obligar a otro a creer. Para tener fe es preciso estar abierto y escuchar.

Evangelizar hoy

¿Cómo evangelizar hoy? Hemos de comprender las claves de nuestra cultura moderna para saber cómo testimoniar nuestra vivencia de Dios. Nuestra cultura se caracteriza por el culto al yo, disfrazado de muy diversas formas de narcisismo, y por el culto a la ciencia y a la tecnología. Se trata de una sociedad apática ante Dios, que no parece necesitar la trascendencia. Sin embargo, está hambrienta de ella.

Jesús nos da pistas para nuestra labor evangelizadora. Y en estos criterios difiere de otras religiones. Por ejemplo, los primeros líderes musulmanes fueron instruidos para librar una guerra santa, llevando como armas la espada, el caballo y la mujer. Jesús advierte a los suyos que no lleven gran cosa en el camino. No adiestra guerreros, sino que forma un grupo de amigos y los invita a conocer a un Dios que es Padre y es Amor.

Las tareas del apóstol

Los primeros discípulos hicieron tres cosas: predicaron la conversión del corazón, quitaron demonios y curaron enfermos.

La conversión no significa otra cosa que un giro, un cambio radical de actitud. Predicar la conversión significa anunciar que vale la pena salir de nuestro ensimismamiento y mirar hacia el otro. Convertirse implica abandonar el egocentrismo y situarse en el mundo de otra manera, con humildad y sencillez, volviendo nuestra vida hacia el rostro de Dios. Es ser consciente de que Él nos llena y nos ama.

La expresión “sacar demonios” se entiende como una lucha contra el mal, que se manifiesta de muchas maneras. Los cristianos deberíamos llegar a ser “guerreros de paz”. Nuestra batalla es arrancar el egoísmo que arraiga en el mundo para que Dios penetre en nuestras vidas. Estar poseído de si mismo es la peor de las posesiones, y se da cuando la persona se encierra en sí. Estamos llamados a vivir con intensidad la plenitud de Dios y a luchar contra todo lo que rompe su reino en la tierra.

También se dedicaron a curar enfermos. Hoy en el mundo falta mucha salud, y no sólo física, sino espiritual. La salud divina da sentido a la existencia humana. Muchas personas enferman por falta de ternura, de comprensión, por no encontrar respuesta a sus interrogantes, por falta de ilusiones, de esperanza, por falta de Dios en su interior.

Los bautizados damos un paso adelante. Dios entra en nuestra vida. Nos llama a luchar contra todo lo que pueda alejar al mundo de su Creador, y a acompañar y sostener a muchas personas enfermas, solas o necesitadas de ayuda y consuelo. Hoy, más que nunca, hemos de ser fundamentos sólidos para que la vida de Dios pueda ser edificada en nuestro interior. Necesitamos ser firmes en nuestras creencias y capaces de celebrar el amor de Dios, que no es otra cosa que hacer cielo en nuestro mundo.

Esta es la vida del cristiano: predicar, curar, acompañar… y todo esto se sostiene en la oración. El mundo necesita gente tenaz, sincera y convencida. Necesita la ternura de Dios. Dejémonos invadir por su Amor.





























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