2012-11-03

El primer mandamiento


XXXI domingo tiempo ordinario


“Se le acercó uno de los escribas y le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Jesús contestó: El primero es: “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento alguno mayor que éstos.”
Mc 12, 28-34

Una respuesta vivida

A lo largo de su ministerio público, Jesús se ve abordado muchas veces por gente que le plantea cuestiones decisivas relativas a la ley judía. En esta ocasión un escriba, conocedor de la Ley, le pregunta qué mandamiento es el primero. Jesús contesta, no sólo desde el punto de vista teórico, sino desde su adhesión vital a Dios. Dios lo es todo para él. El sabe que la fe no sólo consiste en hablar y en conocer, sino en actuar y vivir. Le responde desde una perspectiva pedagógica nítida: “Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios”. Jesús vive y manifiesta la centralidad de Dios en su vida. Dios ocupa todo su corazón, no hay lugar para otros. En su respuesta refleja la intensidad de un amor que es a la vez afectivo, intelectual y espiritual. Amar a Dios con todas nuestras fuerzas: este es el mensaje de Jesús, desde su madurez espiritual, es decir, con la máxima lucidez, con todo el sentir y con toda su pasión.

El reto consecuente es amar de esta manera también a nuestro prójimo, no sólo de forma abstracta. Un amor intenso y total se ha de demostrar en los pequeños detalles de cada día que, no por diminutos que parezcan, dejan de tener su trascendencia. Cada gesto hacia nuestros semejantes es un gesto que dirigimos a Dios.

Escuchar

En su respuesta al letrado, Jesús antepone el verbo escuchar. No se trata sólo de captar con el oído, sino de escuchar con la mente abierta, con el corazón, con todo el ser. Escuchar es imprescindible para que haya comunicación; sólo cuando uno escucha el otro puede hablar y transmitir su mensaje.

Para escuchar es necesario pararse, hacer silencio y disponerse con una actitud receptiva. Jesús habla de escuchar a Dios. En medio del silencio sosegado, Él podrá llegar a nuestro corazón sin interferencias. Y podremos saber con nitidez lo que quiere de cada uno de nosotros.

Escuchar se convierte en la base de toda pedagogía. Todo el mundo habla mucho. Especialmente locuaces son los políticos, los filósofos, los intelectuales, los profesores, los sacerdotes… Pero, justamente estas personas, que tienen a su cargo la educación y la orientación de muchos, son las primeras que deben aprender a escuchar, para descubrir la hondura de las palabras del otro, para poder comprender sus inquietudes y establecer un diálogo fecundo.

No estás lejos del Reino de Dios

Con estas palabras, Jesús muestra su simpatía hacia el escriba que le ha interrogado. El hombre es un buen conocedor y, seguramente, cumplidor de la Ley de Moisés. Sólo le falta llevarla a su plenitud. Cuando reconoce que amar a Dios y al prójimo son los primeros mandamientos, por encima de todo holocausto y sacrificio, está dando un paso hacia esa plenitud, que se encarna en Jesús.

Jesús desvela que la auténtica ley es el amor, más allá de los rituales, los méritos y los sacrificios. Con esto, arroja un nuevo concepto de Dios: el Dios Padre, cercano, amigo. Del Dios severo de la Torah, Jesús pasa a un Dios personal, que refleja en él –su Hijo- su enorme bondad. Jesús se convierte en el rostro vivo y humano de Dios.

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