2013-11-16

Ante un mundo convulso



33º Domingo del Tiempo Ordinario

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: “Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. ... “Cuidad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien: “El momento está cerca”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y revoluciones, no tengáis pánico. ...

Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres y parientes, y hermanos y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
Lc 21, 5-19

Las obras humanas son efímeras


En Jerusalén, son muchos los que admiran la belleza del templo, ponderando la calidad de su piedra y sus exvotos. Jesús manifiesta entonces la caducidad de las proyecciones humanas. Todo empieza y todo tiene su final. Las palabras de Jesús nos hacen pensar en tantas construcciones que se levantan hoy día, respondiendo a la vanagloria y a la autoafirmación del intelecto y las capacidades humanas. Muy pocas obras resisten el paso del tiempo o la destrucción, todas ellas son caducas y perecederas.

El poder del mal sobre el mundo


Habrá guerra, hambre y epidemias, dice Jesús. Son palabras crudas, de una enorme vigencia. Hoy vemos que los estados se levantan unos contra otros, enfrentándose por el poder, el control de los recursos y la hegemonía. Las secuelas de estas guerras son enormes: destrucción, hambre, epidemias… Son los frutos del orgullo y la vanidad del hombre que quiere igualarse a Dios. La persona que desplaza a Dios y se erige en valor absoluto, sin otra referencia que ella misma, acaba aniquilando la vida a su alrededor.

Las predicciones de Jesús responden a un género literario apocalíptico, pero reflejan la realidad en muchos lugares de nuestro planeta. Jesús describe la fuerza del mal que se desata sobre el mundo, nutriéndose de la prepotencia y el afán de poder del hombre, capaz de generar devastación por no abrir su corazón a la novedad del mensaje de Dios.

Y Jesús nos alerta. En un mundo sacudido por las catástrofes y las convulsiones sociales, siempre surgen falsos líderes que aprovechan la angustia y la falta de esperanza para liderar el mundo y ocupar el poder. Lo vemos en la actualidad. Jesús nos dice abiertamente: “no los sigáis”. Multitud de seudo-religiones, ideologías y corrientes de pensamiento crecen a costa de la fragilidad y el miedo de la gente, amenazando con el fin del mundo y otros males inminentes. Es necesario adquirir formación humana, científica, filosófica y también cristiana para poder hacer lecturas realistas y serenas de cuanto sucede a nuestro alrededor.

La persecución de los cristianos


Por mi causa os perseguirán, e incluso matarán a algunos, dice Jesús. Es un anuncio del martirio y de la persecución de los cristianos. Llegará el momento en que tendremos que dar testimonio. Hoy, las persecuciones quizás no son tan cruentas como en otras épocas, al menos en los países occidentales. Pero se dan otras formas de persecución más sutiles: la mediática y la ideológica. Se habla de democracia y libertad, pero a veces parece que los cristianos somos molestos a la hora de expresar públicamente nuestra fe. Se desatan verdaderas campañas para barrer el cristianismo de la sociedad y relegar la fe, atacando las convicciones cristianas. Vivir en medio de una realidad contraria a Dios nos da la oportunidad de proclamar lo que somos y vivimos, sin escondernos.

Perseverancia en la adversidad


Después de estas advertencias, Jesús nos alienta con otra afirmación rotunda: “Ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá”. Ante Dios, uno solo de nuestros cabellos vale más que un monumento extraordinario. Jesús nos habla de confianza; nada nos sucederá si permanecemos a su lado. Dios cuidará de nosotros.

Y nos llama a perseverar. Perseverancia significa mantenerse fiel, hacer crecer nuestras convicciones pese a las adversidades, reafirmarnos en nuestra fe y seguir confiando en Dios.


Finalmente, esa perseverancia llevará al nacimiento de una humanidad nueva, una recreación del hombre que comienza con Cristo y su mensaje. Como hombre nuevo, Jesús inicia su camino con el bautismo, pasa por la cruz y acaba en la resurrección. Este es, también, el itinerario que recorre todo cristiano en su vida. Porque cada uno está llamado a vivir en la plenitud del amor de Dios.

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