33º Domingo del Tiempo Ordinario
En aquel tiempo,
algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los
exvotos. Jesús les dijo: “Esto que contempláis, llegará un día en que no
quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. ... “Cuidad que nadie os
engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien:
“El momento está cerca”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de
guerras y revoluciones, no tengáis pánico. ...
Se alzará pueblo
contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos y en diversos
países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las
sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por
causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no
preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no
podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros
padres y parientes, y hermanos y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de
vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra
cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
Lc 21, 5-19
Las obras humanas son efímeras
En Jerusalén, son muchos los que admiran la belleza del
templo, ponderando la calidad de su piedra y sus exvotos. Jesús manifiesta
entonces la caducidad de las proyecciones humanas. Todo empieza y todo tiene su
final. Las palabras de Jesús nos hacen pensar en tantas construcciones que se
levantan hoy día, respondiendo a la vanagloria y a la autoafirmación del
intelecto y las capacidades humanas. Muy pocas obras resisten el paso del
tiempo o la destrucción, todas ellas son caducas y perecederas.
El poder del mal sobre el mundo
Habrá guerra, hambre y epidemias, dice Jesús. Son palabras
crudas, de una enorme vigencia. Hoy vemos que los estados se levantan unos
contra otros, enfrentándose por el poder, el control de los recursos y la
hegemonía. Las secuelas de estas guerras son enormes: destrucción, hambre,
epidemias… Son los frutos del orgullo y la vanidad del hombre que quiere
igualarse a Dios. La persona que desplaza a Dios y se erige en valor absoluto,
sin otra referencia que ella misma, acaba aniquilando la vida a su alrededor.
Las predicciones de Jesús responden a un género literario
apocalíptico, pero reflejan la realidad en muchos lugares de nuestro planeta.
Jesús describe la fuerza del mal que se desata sobre el mundo, nutriéndose de
la prepotencia y el afán de poder del hombre, capaz de generar devastación por
no abrir su corazón a la novedad del mensaje de Dios.
Y Jesús nos alerta. En un mundo sacudido por las catástrofes
y las convulsiones sociales, siempre surgen falsos líderes que aprovechan la
angustia y la falta de esperanza para liderar el mundo y ocupar el poder. Lo
vemos en la actualidad. Jesús nos dice abiertamente: “no los sigáis”. Multitud
de seudo-religiones, ideologías y corrientes de pensamiento crecen a costa de
la fragilidad y el miedo de la gente, amenazando con el fin del mundo y otros
males inminentes. Es necesario adquirir formación humana, científica,
filosófica y también cristiana para poder hacer lecturas realistas y serenas de
cuanto sucede a nuestro alrededor.
La persecución de los cristianos
Por mi causa os perseguirán, e incluso matarán a algunos,
dice Jesús. Es un anuncio del martirio y de la persecución de los cristianos.
Llegará el momento en que tendremos que dar testimonio. Hoy, las persecuciones
quizás no son tan cruentas como en otras épocas, al menos en los países
occidentales. Pero se dan otras formas de persecución más sutiles: la mediática
y la ideológica. Se habla de democracia y libertad, pero a veces parece que los
cristianos somos molestos a la hora de expresar públicamente nuestra fe. Se desatan
verdaderas campañas para barrer el cristianismo de la sociedad y relegar la fe,
atacando las convicciones cristianas. Vivir en medio de una realidad contraria
a Dios nos da la oportunidad de proclamar lo que somos y vivimos, sin
escondernos.
Perseverancia en la adversidad
Después de estas advertencias, Jesús nos alienta con otra
afirmación rotunda: “Ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá”. Ante Dios,
uno solo de nuestros cabellos vale más que un monumento extraordinario. Jesús
nos habla de confianza; nada nos sucederá si permanecemos a su lado. Dios
cuidará de nosotros.
Y nos llama a perseverar. Perseverancia significa mantenerse
fiel, hacer crecer nuestras convicciones pese a las adversidades, reafirmarnos
en nuestra fe y seguir confiando en Dios.
Finalmente, esa perseverancia llevará al nacimiento de una
humanidad nueva, una recreación del hombre que comienza con Cristo y su
mensaje. Como hombre nuevo, Jesús inicia su camino con el bautismo, pasa por la
cruz y acaba en la resurrección. Este es, también, el itinerario que recorre
todo cristiano en su vida. Porque cada uno está llamado a vivir en la plenitud
del amor de Dios.
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