1 Domingo de Adviento – ciclo C
Jeremías 33, 14-16.
1 Tesalonicenses 3, 12 - 4, 2.
Lucas 21, 25-36.
Iniciamos el tiempo de
Adviento, tiempo de espera activa, de preparación para una de las dos grandes
fiestas del año cristiano: la Navidad.
Las lecturas de este
domingo nos hablan de un anhelo de justicia y de paz constante en todas las épocas,
especialmente en tiempos de crisis. El profeta Jeremías anuncia una promesa al
pueblo de Israel, perdido en el exilio. Llegará un día en que vendrá un líder
que instaure la justicia en la tierra. San Pablo va más allá y ya no habla de
justicia, sino de amor: el amor es toda la ley y en él se contiene y se supera
toda la justicia. Sin amor mutuo, el gran mandamiento de Cristo, todo esfuerzo
por hacer justicia será inútil. San Pablo ruega encarecidamente a sus
comunidades que se amen. Así agradarán a Dios: «proceded así y seguid adelante».
Jesús, en el evangelio,
habla de signos apocalípticos: guerras y angustia, catástrofes naturales y cósmicas.
¿No resultan familiares estas imágenes? Hoy vivimos en una crisis mundial. El cambio
climático amenaza y el terrorismo azota nuestros países. El miedo se infiltra
en nuestras sociedades y nos paraliza. A diario somos bombardeados por noticias
que nos hacen sentirnos impotentes y nos quitan la alegría y la esperanza. ¿Qué
podemos hacer?
Jesús nos da pistas. No durmáis, dice. Velad. Estad despiertos.
Que no se os embote la mente, ni con evasiones fáciles y placeres, ni con agobios
y angustia. Nos está diciendo que no valen las actitudes escapistas: diversión
y vientres llenos. Pero tampoco sirve de nada angustiarse y vivir estresado,
corriendo sin saber a dónde. Ni negar la realidad ni dejarse abrumar por ella. «Estad
despiertos, pidiendo fuerzas, y manteneos en pie ante el Hijo del hombre.» ¿Qué
es mantenerse en pie? Seguir firmes. Ser responsables: responder ante las
necesidades y el dolor. Permanecer activos. Incluso en las peores
circunstancias, siempre podemos hacer algo. Aunque solo sea acompañar, apoyar,
estar ahí, ante la humanidad que sufre. De pie, amando siempre. Y sin perder la
esperanza. Mientras estemos vivos, hay un amor que nos sostiene, mucho más
grande que todos los males que parecen azotar el mundo. Escuchemos a Jesús:
¡vivamos despiertos y conscientes!
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