Zacarías 12, 10-11, 13, 1
Salmo 62
Gálatas 3, 26-29
Lucas 9, 18-24
Las lecturas de hoy
tratan un tema crucial: la identidad de la persona y su razón de ser. Este tema
suscita las preguntas más acuciantes: ¿Qué es el ser humano? ¿Quién soy yo?
¿Qué sentido tiene mi vida?
En la lectura del profeta
Zacarías vemos a un pueblo derrotado que añora tiempos mejores. Pero en medio
del llanto y el luto, Dios hace una promesa: vendrá un día de gracia y
clemencia, en que el pueblo esté preparado para recibir el amor de un Dios traspasado. Su cuerpo herido será
manantial que limpiará todas las impurezas del pueblo: un agua viva que
renovará todo lo que está muerto y sin esperanza.
San Pablo en la carta a
los Gálatas proclama que, por la fe en Cristo Jesús, todos somos hijos de Dios.
Esta es nuestra identidad más certera y más profunda. ¡Hijos de Dios! No
simples criaturas, ni juguetes de los dioses, como creían los antiguos. ¡Hijos
amados! Pero ¿acaso todo ser humano no es hijo de Dios? Sí, pero no es lo mismo
serlo por naturaleza que ser conscientes de ello, por revelación y por fe.
Quien se sabe hijo de Dios, amado por él, vivirá de otra manera. Su existencia
ya no será un cúmulo absurdo de casualidades: forma parte del plan de Dios, que
tiene un sueño inimaginable para cada cual. Saber que un Amor infinito es
nuestro origen y nuestro destino conforma toda una vida abierta a posibilidades
insospechadas, más allá de los condicionantes familiares, sociales e
históricos.
Los sabios clásicos
decían: conócete a ti mismo. Para ello la filosofía y la psicología ofrecen
muchas herramientas. La Biblia nos propone otro camino. ¿Quieres conocerte?
Conoce a Dios y sabrás quién eres. Pero ¿cuál es la identidad de Dios? En el
evangelio Jesús pregunta a sus discípulos. La gente piensa muchas cosas de él,
pero Pedro afirma: Tú eres el Mesías. Y Jesús los avisa: no digáis esto a
nadie. ¿Por qué? Porque Mesías, para
los judíos de aquel tiempo, significaba un líder religioso y político dispuesto
a tomar las armas para alcanzar el poder y convertirse en rey. Esta idea era
justo lo contrario de lo que Jesús pretendía hacer.
¿Quién es el Mesías según
Dios? ¿Quién nos salva y nos libera? Un Mesías afectuoso, cercano y humilde,
que no exige muertes, sino que da su vida por amor. Un Mesías que se niega a sí mismo, es decir, que renuncia
al egoísmo y al dominio para derramarse por los demás. Aquí está la verdadera
identidad no sólo de Jesús, sino de todo ser humano: en el dar. ¿Queremos
encontrarnos a nosotros mismos? Démonos. Entreguémonos a nuestros semejantes.
Derramemos nuestra vida por amor. Sólo así, perdiéndonos,
encontraremos nuestra identidad más genuina y nuestra vida será completa,
hermosa y plena.
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