2022-05-28

Ascensión del Señor

«Ahora voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. De momento, permaneced en la ciudad, hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto.»
Lucas 24, 44-50


Jesús se aparece a sus discípulos, resucitado. Les recuerda cómo en él se cumplen todas las escrituras sagradas y les promete el Espíritu Santo. Después, asciende a los cielos. Regresa al Padre, mientras los discípulos permanecen en la ciudad, esperando el don de lo alto. La misión de los discípulos, ahora apóstoles, pasa de generación en generación hasta llegar a los cristianos de hoy. ¿Cómo vivimos nuestra fe en Jesús resucitado? ¿Nos transforma y nos cambia, como a los apóstoles? ¿Tenemos clara nuestra misión evangelizadora? Jesús no nos deja solos, sino que nos regala su presencia, con la fuerza del Espíritu Santo. Este Espíritu que recibimos con los sacramentos es el mismo que descendió sobre los apóstoles.

Con su fuerza lo podemos todo. No dejemos que nuestra fe se apague y que nuestra Iglesia languidezca. Dejémonos penetrar por su fuerza, dejémonos encontrar por Jesús resucitado. Él nos conoce, a cada uno por nuestro nombre. Nos mira con amor, y nos llama.




2022-05-20

6º Domingo de Pascua - C

«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.»

Juan 14, 23-29


En las tres lecturas de este domingo hay un protagonista silencioso, que a menudo olvidamos: es el Espíritu Santo, este dulce huésped del alma que está siempre presente y que es el fuego que anima la Iglesia y nuestra vida cristiana.

El Espíritu Santo es la presencia de Dios que brilla en esta Jerusalén celestial de la visión de San Juan, en el Apocalipsis. En esta ciudad no hay santuario, porque Dios mismo y el Cordero, Jesucristo, son su santuario. Tampoco hay sol, ni luna, ni estrellas, porque la misma luz de Dios la alumbra.

El Espíritu Santo es el que ilumina el entendimiento de los apóstoles cuando surgen disputas en las primeras comunidades. ¿Cómo resuelven los dilemas? Rezando, en grupo y contando con el buen consejo del mejor aliado: el propio Espíritu de Dios. Por eso en la carta enviada a los cristianos de Antioquía, Siria y Cilicia, los de Jerusalén dicen: «Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros…» Una decisión reflexionada con calma, tomando a Dios como consejero, seguro que será acertada, la mejor para todos. ¿Actuamos así en nuestras vidas? Cuando tenemos problemas, ¿nos detenemos a rezar, a poner el problema ante Dios y a deliberar con la ayuda de su Espíritu Santo? ¡Lo primeros cristianos nos dan ejemplo!

En el evangelio leemos una parte de las palabras que Jesús dirige a sus discípulos, en la última cena. Les habla de lo que sucederá tras su muerte y resurrección. Ellos ahora quizás no entienden, él les da ánimos y los avisa para que, llegado el momento, crean en él. El Espíritu Santo les dará el don de comprensión y les enseñará todo lo que necesiten. Les dará fuerza, lucidez, coraje, inteligencia y una inmensa capacidad para amar y entregarse. Con él, jamás se sentirán solos. Será el lazo que los mantenga unidos con Jesús y con el Padre. El Espíritu es el fuego que los animará y les infundirá una paz que nadie les podrá quitar.

Hoy los cristianos tenemos mucha necesidad de recordar a este Espíritu de amor y de unidad. Lo necesitamos como agua de mayo para regenerar nuestra vida espiritual y comprometernos de verdad con nuestra comunidad y con el mundo. Todos estamos llamados a ser apóstoles, cada uno en su lugar y de una manera distinta. Invocar al Espíritu y escuchar su voz, con docilidad y apertura de corazón, puede cambiar nuestras vidas y las de muchos que viven a nuestro alrededor.  

2022-05-14

5º Domingo de Pascua - C

 «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado.»

Juan 13, 31-35


Jesús en un contexto de confianza e intimidad. les abre el corazón a sus discípulos. Judas, el que lo va a traicionar, ya ha salido. Es entonces cuando Jesús les dirige estas palabras tiernas y cálidas: ¡Hijos míos!  Os tengo que decir algo muy importante. Durante los tres años que han estado juntos les ha dicho muchas cosas; pero en esta ocasión les va a pasar su legado, el testamento. Es la gran herencia del cristiano, que brota de la sintonía  tan hermosa que tiene Jesús con Dios Padre. Y les dice: hijos míos, un mandamiento nuevo os doy. Hasta ahora ellos han ido recibiendo muchas cosas de Jesús;  pero esta será la definitiva. Amaos unos a otros como yo os he amado

¿Cómo ha amado Jesús? Dando su vida. ¿Cómo es su amor? No es un amor interesado, egoísta, manipulador... No: es un amor libre, responsable, maduro, un amor que implica total entrega. Es un amor benevolente, capaz de trascender a si mismo. 

¿Cómo ama Jesús? Primero, Jesús tiene  muy clara la relación profunda con Dios: en el centro  de su vida está Dios. La consecuencia, para nosotros, es que necesitamos comunicarnos con Dios, hablar con él, ser amigos suyos, abriéndole el corazón. Segunda cosa: Jesús tiene muy claro que ha de hacer la voluntad de Dios. Amar a modo de Jesús es dar un salto en el vacío. Es un amor que lo da todo, sin esperar nada a cambio. Y finalmente, la palabra "glorificar" denota transparencia de Dios: es un amor   trasparente y sincero. Si aprendemos a amar así, perdonad la expresión, entonces sí que "saldremos del montón".

Todo el mundo ama, a su manera, pero ¿queremos retar a nuestra sociedad? ¿Queremos tener y dar esperanza? ¿Queremos colaborar en la creación, como bien dice san Juan, de un cielo nuevo y una tierra nueva?  ¿Queremos crear una Iglesia nueva en medio de un mundo impregnado de tecnología? ¿Queremos  desafiar los antivalores? ¿Dónde están los grandes valores  que dignifican al ser humano, que le hacen crecer como persona, apostando por lo que vale la pena? Hay mucha frivolidad, mucha  tontería, muchas memeces por ahí. Los padres tienen por delante un enorme trabajo educativo. Con su testimonio, con su presencia, con su referencia moral, pueden transmitir a los hijos que vale la pena dedicar un tiempo para edificarse por dentro, para formarse, y también un tiempo para  salir fuera y mejorar nuestro mundo. Porque no vale  refugiarse en uno mismo. Los cristianos nos lanzamos al combate cotidiano, unidos con Jesús en el ejército de los que creemos que vale la pena no ser borregos, vale al pena ser uno mismo, tener criterio propio, apostar, no por lo que el mundo apuesta

Necesitamos hacer introspección y preguntarnos: ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué queremos? Si no nos cuestionamos esto, difícilmente vamos a mejorar la sociedad. Hemos de rescatar la palabra y recuperar el sentido precioso del amor. Nuestra guerra será de amor, no con armas. 

Si hoy apostamos por Jesús de Nazaret, sabed que vamos a cambiar, vamos a hacer un cielo nuevo, una tierra nueva,  un mundo mejor, más solidario, un mundo capaz de autocriticarse y ver en qué nos estamos equivocando. No nos cerremos en nuestra propia familia, en nuestro propio grupo. Tenemos que ser capaces de hacer lo que Jesús nos pide: en cómo os amáis la gente reconocerá que sois mis discípulos. Amando os hacéis más seguidores de Jesús, más apóstoles de Jesús, más amigos de Jesús. 

2022-05-06

4º Domingo de Pascua - C

«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna.»

Juan 10, 27-30
Jesús se presenta a sí mismo utilizando la imagen del buen pastor. Conoce a sus ovejas una por una, y ellas lo reconocen por su voz. Este buen pastor, lejos de aprovecharse de su rebaño, da la vida por él, y les ofrece el mejor pasto: la vida eterna.


Las lecturas de hoy, ¡incluso el salmo! nos hablan de pastoreo, de guía, de cuidado… Somos ovejas del rebaño de Dios. No borregos sin criterio ni personalidad, sino posesión suya muy preciosa. En la Biblia, cuando se utilizan estas expresiones de propiedad hay que leerlas con una clave: la clave del amor. Solo entre dos que se aman profundamente se emplean frases similares: eres mío, soy tuyo; nadie me arrebatará de tu lado. Tú eres mi luz, mi guía, mi vida…

El salmo canta: somos pueblo de Dios, él nos hizo, somos suyos y por esto tenemos motivos para vivir con alegría y gratitud. Existimos porque somos inmensamente amados. El evangelio nos ofrece palabras muy tiernas de Jesús dirigidas a sus seguidores, a nosotros, hoy. Somos sus ovejas. Él nos conoce, una a una, nombre a nombre, cara a cara. Nos protege y nos cuida. Nos da lo que todos anhelamos: una vida que valga la pena vivir, una vida entera, completa, plena. Este es el significado de vida eterna. Una vida que no se acaba aquí en la tierra, sino que tendrá una continuación inimaginable en el más allá, en brazos de Dios.

Nadie las arrebatará de mi mano, dice Jesús, e insiste: tampoco nadie las arrebatará de las manos del Padre. Nos sujeta fuerte, como una madre que estrecha contra su seno al hijo que ama tiernamente y no quiere perder. Así nos ama Dios, ¡no quiere perdernos! Y no quiere que nos perdamos en el mundo. No quiere que nos hundamos en los problemas y en la tristeza, ni que nos distraigamos con las frivolidades que nos chupan la vida y la energía. Si estamos fuertemente unidos a la Trinidad de Dios, no pereceremos.

Pero no solo estamos llamados a dejarnos amar. San Pablo con su vida nos muestra que estamos llamados a ser discípulos del mismo Dios, imitando su pastoreo. Muchas personas esperan un mensaje de paz y esperanza, muchas anhelan esa vida buena que nosotros ya disfrutamos. Hay que salir y ser apóstol. Hay que ser luz de las naciones, como dice Pablo. Y si en un lugar te cierran la puerta, sacúdete las sandalias y camina hacia otro. Somos luz. Hemos recibido mucho, y gratis. No podemos ocultar ni guardarnos esa luz. La plenitud de nuestra vida pasará por ser generosos y entregarnos para ser ayudantes del buen pastor, portadores de la buena nueva y colaboradores de Jesús. No tengamos miedo, él nos acompaña y nos defiende siempre. Su fuerza nos llena y nos inspira.