Este blog pretende reflexionar sobre los evangelios dominicales de los tres ciclos litúrgicos, proporcionando un material que ayude a laicos y a sacerdotes a hacer una lectura del mundo de hoy a la luz de la palabra de Dios.
2022-05-28
Ascensión del Señor
2022-05-20
6º Domingo de Pascua - C
En las tres lecturas de
este domingo hay un protagonista silencioso, que a menudo olvidamos: es el
Espíritu Santo, este dulce huésped del alma que está siempre presente y que es
el fuego que anima la Iglesia y nuestra vida cristiana.
El Espíritu Santo es la
presencia de Dios que brilla en esta Jerusalén celestial de la visión de San
Juan, en el Apocalipsis. En esta ciudad no hay santuario, porque Dios mismo y
el Cordero, Jesucristo, son su santuario. Tampoco hay sol, ni luna, ni
estrellas, porque la misma luz de Dios la alumbra.
El Espíritu Santo es el
que ilumina el entendimiento de los apóstoles cuando surgen disputas en las
primeras comunidades. ¿Cómo resuelven los dilemas? Rezando, en grupo y contando
con el buen consejo del mejor aliado: el propio Espíritu de Dios. Por eso en la
carta enviada a los cristianos de Antioquía, Siria y Cilicia, los de Jerusalén
dicen: «Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros…» Una decisión reflexionada
con calma, tomando a Dios como consejero, seguro que será acertada, la mejor
para todos. ¿Actuamos así en nuestras vidas? Cuando tenemos problemas, ¿nos
detenemos a rezar, a poner el problema ante Dios y a deliberar con la ayuda de
su Espíritu Santo? ¡Lo primeros cristianos nos dan ejemplo!
En el evangelio leemos
una parte de las palabras que Jesús dirige a sus discípulos, en la última cena.
Les habla de lo que sucederá tras su muerte y resurrección. Ellos ahora quizás
no entienden, él les da ánimos y los avisa para que, llegado el momento, crean
en él. El Espíritu Santo les dará el don de comprensión y les enseñará todo lo
que necesiten. Les dará fuerza, lucidez, coraje, inteligencia y una inmensa
capacidad para amar y entregarse. Con él, jamás se sentirán solos. Será el lazo
que los mantenga unidos con Jesús y con el Padre. El Espíritu es el fuego que
los animará y les infundirá una paz que nadie les podrá quitar.
Hoy los cristianos tenemos mucha necesidad de recordar a este Espíritu de amor y de unidad. Lo necesitamos como agua de mayo para regenerar nuestra vida espiritual y comprometernos de verdad con nuestra comunidad y con el mundo. Todos estamos llamados a ser apóstoles, cada uno en su lugar y de una manera distinta. Invocar al Espíritu y escuchar su voz, con docilidad y apertura de corazón, puede cambiar nuestras vidas y las de muchos que viven a nuestro alrededor.
2022-05-14
5º Domingo de Pascua - C
«Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado.»
2022-05-06
4º Domingo de Pascua - C
Las lecturas de hoy,
¡incluso el salmo! nos hablan de pastoreo, de guía, de cuidado… Somos ovejas
del rebaño de Dios. No borregos sin criterio ni personalidad, sino posesión
suya muy preciosa. En la Biblia, cuando se utilizan estas expresiones de
propiedad hay que leerlas con una clave: la clave del amor. Solo entre dos que
se aman profundamente se emplean frases similares: eres mío, soy tuyo; nadie me
arrebatará de tu lado. Tú eres mi luz, mi guía, mi vida…
El salmo canta: somos
pueblo de Dios, él nos hizo, somos suyos y por esto tenemos motivos para vivir
con alegría y gratitud. Existimos porque somos inmensamente amados. El
evangelio nos ofrece palabras muy tiernas de Jesús dirigidas a sus seguidores,
a nosotros, hoy. Somos sus ovejas. Él nos conoce, una a una, nombre a nombre,
cara a cara. Nos protege y nos cuida. Nos da lo que todos anhelamos: una vida
que valga la pena vivir, una vida entera, completa, plena. Este es el significado
de vida eterna. Una vida que no se
acaba aquí en la tierra, sino que tendrá una continuación inimaginable en el
más allá, en brazos de Dios.
Nadie las arrebatará de mi mano, dice Jesús, e insiste: tampoco nadie las arrebatará de las manos del Padre.
Nos sujeta fuerte, como una madre que estrecha contra su seno al hijo que
ama tiernamente y no quiere perder. Así nos ama Dios, ¡no quiere perdernos! Y
no quiere que nos perdamos en el mundo. No quiere que nos hundamos en los
problemas y en la tristeza, ni que nos distraigamos con las frivolidades que
nos chupan la vida y la energía. Si estamos fuertemente unidos a la Trinidad de
Dios, no pereceremos.
Pero no solo estamos llamados a dejarnos amar. San Pablo con su vida nos muestra que estamos llamados a ser discípulos del mismo Dios, imitando su pastoreo. Muchas personas esperan un mensaje de paz y esperanza, muchas anhelan esa vida buena que nosotros ya disfrutamos. Hay que salir y ser apóstol. Hay que ser luz de las naciones, como dice Pablo. Y si en un lugar te cierran la puerta, sacúdete las sandalias y camina hacia otro. Somos luz. Hemos recibido mucho, y gratis. No podemos ocultar ni guardarnos esa luz. La plenitud de nuestra vida pasará por ser generosos y entregarnos para ser ayudantes del buen pastor, portadores de la buena nueva y colaboradores de Jesús. No tengamos miedo, él nos acompaña y nos defiende siempre. Su fuerza nos llena y nos inspira.