Dios es familia
La fiesta de hoy nos revela las
entrañas del mismo Dios: un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Dios no es un ser solitario ni
aislado. La soledad es el primer mal, como señala el Génesis, cuando dice: «No
es bueno que el hombre esté solo». Dios tampoco permanece en la soledad, sino
que es una familia de tres personas estrechamente unidas: es relación y
comunicación.
El Padre Creador
La primera persona de Dios es el Creador. Nos regala la vida, el universo, se complace en la belleza de todo lo creado y vuelca todo su amor en su criatura predilecta, hecha a su imagen y semejanza: el ser humano.
Dios Padre, esta figura de la paternidad de Dios, nos es revelado por Jesús. Su relación con Él es de hijo a padre, una relación de comunicación, de amistad, de confianza. Evoca donación, generosidad y amor. En definitiva, Jesús nos descubre a un Dios cercano y personal, que ama a su criatura.
El Hijo, Palabra encarnada
Dios Hijo es el Verbo encarnado, Jesucristo. En Jesús el amor de Dios Padre se personifica, se hace humano y se manifiesta en medio de nosotros. Cristo ama como Dios ama. Esta es la gran novedad del Cristianismo: Dios no está alejado de la humanidad. Viene a habitar entre nosotros, hasta el punto de hacerse hombre con todas las consecuencias.
Del Hijo hemos de aprender su vida, su opción por los pobres, su delicadeza con los enfermos, su capacidad de entrega, de dar hasta la vida por amor.
El aliento sagrado de Dios
El Espíritu Santo es el aliento, la fuerza, el beso de Dios.
Es el amor de Dios que se extiende entre los seres humanos. Así como a Dios
Padre podemos adivinarlo reflejado en
El Espíritu Santo despierta nuestra conciencia de unidad. Él
es quien nos infunde la fuerza para salir fuera de nosotros mismos, ir hacia
los demás y construir comunidad, Iglesia, pueblo de Dios. Es el Espíritu de
amor, de unidad, de amistad. Para el cristiano de hoy,
el espacio de comunicación por excelencia es la Iglesia.
Cultivar nuestra
dimensión trinitaria
El cristiano está llamado a ser trinitario en todos los
aspectos de su vida, cultivando la devoción a
¿Cómo ser trinitarios?
Aprendamos a ser creadores, como Dios Padre. Podemos crear belleza a nuestro alrededor, podemos levantar pequeños universos de buenas relaciones. Aprendamos a ser constructores de bien. Los cristianos hemos de ser muy creativos. La persona que tiene a Dios dentro es bella porque ama, crea, se entrega, está llena de su Espíritu e inspirada por Él.
Seamos también como Cristo. Imitemos su vida. Nuestra mejor enseñanza son las bienaventuranzas, maneras directas de encarnar el amor de Dios en el mundo. Recorramos nuestras Galileas y anunciemos la buena noticia de Dios. Seamos buenos predicadores, curemos a los enfermos, aliviemos el dolor de los que sufren, hasta dar nuestra vida por aquello que creemos. Imitar a Cristo significa abrirse a la voluntad de Dios y configurar en ella nuestra vida.
¿Cómo imitar al Espíritu Santo? Siendo dulzura y bálsamo, y
a la vez soplo potente, fuerza, empuje. Estamos llamados a ser fuego en medio
del mundo, propagadores de
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