2013-04-20

Yo soy el buen pastor


«Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, el que no es pastor dueño de las ovejas, ve venir al lobo y las deja, y huye, y el lobo arrebata y dispersa las ovejas. […] Yo soy el buen pastor y conozco a las mías, y las mías me conocen a mí, como el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre».

La importancia de saber escuchar

Con imágenes alegóricas, Jesús instruye a las gentes. Las parábolas son un recurso pedagógico que utiliza con frecuencia para explicar los misterios del Reino. Más allá de la imagen bucólica, nos está diciendo que entre el pastor y la oveja, es decir, entre el sacerdote y su comunidad, tiene que haber una gran sintonía.

El pueblo de Dios ha de saber escuchar a los ministros responsables de sus comunidades. La actitud de escucha es necesaria para abrir el corazón a Dios y crecer espiritualmente. La escucha es un signo de humildad para descubrir, desde el silencio, lo que Dios quiere de nosotros. A veces, las prisas, el estrés o la soberbia nos incapacitan para la escucha. La humildad y la confianza en Dios son dos actitudes básicas del cristiano.

Escuchar implica estar abierto al otro y recibir como un don precioso aquello que nos comunica. Implica confianza, sinceridad y transparencia. Escucharemos a Dios en la medida en que dejemos que su palabra nos penetre y pase a convertirse en parte de nuestra vida.

Escuchar también significa adherirse a la persona. No consiste solo en prestar oído. Muchas personas vienen a misa y siguen la liturgia. Aparentemente están atentas. ¿Hasta qué punto su escucha las transforma y se convierte en un compromiso? Una escucha que no deriva hacia este compromiso es vacía y pasiva.

 Un diálogo recíproco

Si la oveja escucha la voz del pastor, el pastor ha de conocer bien a las ovejas. Qué importante es conocer a fondo sus inquietudes, sus sueños, sus necesidades, sus dudas, sus sufrimientos, sus alegrías… También los presbíteros han de saber escuchar a su comunidad para conocerla bien. El presbítero debe doctorarse en escucha. Solo así se puede producir un profundo y rico diálogo que nos prepara para seguir la llamada de Cristo.

«Ellas me escuchan, me siguen, y yo les doy la vida eterna», dice Jesús. La consecuencia de una escucha comprometida y de una sincera adhesión nos lleva a la plenitud, a un vivir, aquí y ahora, un anticipo del cielo, promesa de eternidad. En Jesús, Dios nos lo ha dado todo.

La Iglesia nos ha engendrado en la fe. Venimos de Dios, somos de Dios y vamos hacia Dios. Él nunca permitirá que nadie se pierda, porque todos somos fruto de su inmenso amor. Estamos en sus manos y no dejará que nadie nos arrebate de su lado. Somos hijos de Dios, destinados a vivir mecidos en los brazos de la Trinidad.



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