16º Domingo Tiempo Ordinario - C
«Prosiguiendo su viaje, entró Jesús en cierta aldea, donde una mujer, de nombre Marta, le hospedó en su casa. Tenía esta una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, estaba escuchando su palabra. Mientras tanto, Marta andaba muy afanada en disponer todo lo que era menester, por lo cual se presentó y dijo: “Señor, ¿no reparas que mi hermana me ha dejado sola en las tareas de la casa? Dile que me ayude”. Pero el Señor le dio esta respuesta: “Marta, Marta, tú te afanas y acongojas por muchas cosas. Cuando con pocas, y hasta con una sola, basta. María ha escogido la mejor parte, y no le será arrebatada”».
La hospitalidad ante Dios
El evangelio de este domingo nos presenta a dos mujeres judías hospitalarias, que saben acoger al Señor.
La hospitalidad es intrínseca de la cultura judía. Además, Marta y María tenían un vínculo de amistad con Jesús, formaban parte de la familia de amigos de Betania.
¡Qué importante es saber acoger y abrir las puertas a los demás! Y aún más, qué importante es abrir las puertas del corazón a Dios.
El activismo de Marta
Las dos hermanas tienen reacciones diferentes ante la visita de Jesús. Marta se multiplica en el servicio para atender a su amigo. María se sienta a sus pies para escucharlo. Marta nos recuerda el hiperactivismo, ese afán por hacer, aplicado a muchos aspectos de nuestra vida. Aunque siempre es bueno trabajar por los demás, también conviene encontrar espacios para hacer silencio, rezar y acoger. Muy a menudo, en nuestro empeño por ser obsequiosos, nos perdemos en detalles y olvidamos lo más importante: la misma persona a la que recibimos.
A veces, la mejor acogida es la escucha.
Hoy la gente va deprisa, estresada y preocupada por mil cosas, como Marta. Y nunca llega a todo. Nos falta tiempo y calma. Nos ponemos nerviosos y de aquí pasamos a la angustia y, en muchos casos, a la depresión. Llega un momento en que tenemos que plantearnos, no tanto qué hemos de hacer, sino qué hemos de dejar de hacer para encontrar esos momentos necesarios de paz y sosiego. No podremos ser acogedores si en nuestro interior reinan el nerviosismo y la prisa.
La acogida de María
Jesús elogia a María y le dice que nadie le quitará su parte ―la mejor parte―. María ha centrado su acogida en el amigo que viene a visitarlas y es ella quien recibe el regalo que les trae Jesús: su presencia, sus palabras.
Hoy, viniendo a la eucaristía, los cristianos hemos escogido la mejor parte del día: estar cerca de Jesús, escucharle y, además, tomarlo y llevarlo dentro. Ese elogio de Jesús a María puede hacerse extensivo a todos los cristianos.
Hemos de aprender a encontrar espacios para acercarnos a Dios e intimar con Él. El núcleo de la revelación cristiana es la amistad de Dios con el ser humano. Dios no desea otra cosa que cultivar esa amistad, pero solo será posible si somos capaces de encontrar esos momentos de paz y de silencio.
Dios busca nuestra amistad
Jesús no quiere el servilismo de Marta, no desea que le sirva como una criada, sino que sea su amiga. Hacer muchas cosas puede convertirse, inconscientemente, en un afán por ganar méritos y buscar una recompensa. A Dios, en cambio, solo le basta que dejemos de hacer y nos pongamos ante Él. La fe cristiana no consiste tanto en lo que yo puedo hacer por Dios sino en lo que Él hace por mí.
Hemos de lograr ser buenas Marías para ser buenas Martas. Con Dios en nuestro corazón, podremos servir mejor a los demás y nuestro trabajo será fructífero. Solo desde la escucha y la contemplación podremos ejercer la caridad.
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