3 domingo de Pascua - B from Joaquin Iglesias
Mientras estaban
hablando, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: La paz sea con
vosotros. Ellos, atónitos y atemorizados, creían ver un fantasma. Y Jesús les
dijo: ¿Por qué os alarmáis? Mirad mis manos y mis pies, soy yo en persona;
palpad, y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne, ni huesos, como veis
que yo tengo.
Dicho esto, les mostró
las manos y los pies. Y como ellos aún no lo acabaran de creer, estando fuera
de sí de gozo y admiración, les dijo: ¿Tenéis aquí algo que comer? Ellos le
presentaron un pedazo de pescado asado. Lo tomó y comió en presencia de ellos.
Lc 24, 35-48
La paz sea con vosotros
Los discípulos de Emaús comentan a sus
compañeros su experiencia del encuentro con el resucitado y cómo lo han
conocido en la fracción del pan, un gesto simbólico que evoca a la Eucaristía. En
ese momento, se les abren los ojos y reconocen a su Maestro. ¡Qué alegría tan
intensa deben sentir aquellos dos discípulos! Tanta, que regresan a toda
velocidad, por el camino de Emaús, para comunicar el encuentro con Jesús
resucitado a sus compañeros.
Y en este contexto Jesús se presenta a todos
sus discípulos. Lo hace con el shalom
hebreo, que significa: la paz sea con vosotros.
Jesús les da la paz porque sabe que la
necesitan, sabe que están confusos y aturdidos. Tienen miedo y creen ver un
fantasma. Están desorientados y necesitan volver a creer en él. Necesitan la
paz de Cristo resucitado, la de su Maestro y amigo.
La resurrección del cuerpo
Jesús les pide que no se alarmen y quiere
arrancar del corazón de sus discípulos toda duda. Les enseña las manos y su
costado para demostrar que es él y que ha resucitado. Los apóstoles necesitan
ver, sentir la corporalidad de Jesús. Necesitan tocarlo. No es un espectro. Ha
resucitado con el cuerpo.
Resucitar no significa desprenderse de su
corporalidad. Su cuerpo ahora es glorioso. La resurrección de la carne, como
afirmamos en el Credo, forma parte del núcleo fundamental de nuestra fe. Es la
esencia del cristianismo, que nace con la resurrección de Cristo.
Las evidencias y los signos tangibles ayudan a
los discípulos a disipar sus miedos y sus vacilaciones. Jesús comprende que les
cuesta creer y les pide algo de comida. Le ofrecen pescado y él se sienta a
comer delante de ellos.
El valor del ágape
Comer juntos es algo más que alimentarse.
Compartir una comida significa conocer al otro más de cerca, entrar en su realidad,
en su vida, sintonizando compartiendo un mismo espacio y un ambiente cálido de
amistad y compañía. La esperanza crece en el corazón de los amigos. Comer
juntos es un signo
de sincera apertura del corazón al otro. Este es el significado más profundo de
la comensalidad. Los discípulos, reunidos de nuevo junto a su maestro,
participan de un signo
muy claro de su presencia.
El cumplimiento de las escrituras
Por fin reconocen a Jesús como Mesías. Con una
buena catequesis, Jesús les va explicando el sentido de aquellos pasajes de las
Sagradas Escrituras que hacen referencia a él y a su resurrección. Es entonces
cuando se les abren los ojos y el entendimiento. Ahora comprenden la misión de
Jesús, la finalidad de su ministerio y lo más importante de su vida, el
misterio de la resurrección. La fe cristiana no se entendería sin la
resurrección de Jesús. Sobre este fundamento nace la Iglesia misionera, con su misión expresa de
comunicar al Cristo viviente a todo el mundo.
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