Domingo de Ramos - Pasión del Señor
Isaías 50, 4-7
Salmo 22
Filipenses 2, 6-11
Lucas 22, 14-23, 56
En la Pasión de Jesús los evangelistas se detienen: abandonan su parquedad
para ahondar con detalles en las últimas horas de la vida de Jesús antes de su
muerte. ¡Podemos extraer tanta riqueza meditando estas lecturas! En la Pasión
según san Lucas, que leemos hoy, vemos a muchos personajes alrededor de Jesús.
Los que le condenan, los que se compadecen, el gentío del pueblo que le rodea,
sin comprender nada, las mujeres que lo siguen de lejos. También notamos una
ausencia hiriente: la de sus amigos, sus discípulos, que tan fieles parecían y
ahora le han abandonado.
¿Es posible condenar a Dios? ¿Se puede enviar a la muerte al que es autor
de la vida? Los gobernantes del pueblo no saben cómo quitarse de en medio a
Jesús. Se lo pasan de unos a otros, como un objeto molesto del que hay que
librarse: del Sanedrín a Herodes, de Herodes a Pilato, de Pilato, otra vez, a
los sacerdotes… Sacan toda clase de acusaciones para justificar su muerte. Es
un peligro para el pueblo, dicen. Es una amenaza para su poder. Y saben, por
sus milagros y por la autoridad con que predica, que Jesús es un profeta… o
quizás más que un profeta. Le tienen miedo. En el fondo, ¡Dios les molesta! Tan
endurecido tienen el corazón, que aún clavado en la cruz son capaces de retarle
citando las sagradas escrituras. ¿Dónde está tu Dios, que te ha abandonado?
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