Isaías 11, 1-10
Salmo 71
Romanos 15, 4-9
Mateo 3, 1-12
El evangelio de hoy nos
presenta a Juan Bautista con su fogosa predicación. Juan no dejaba indiferente
a nadie. Su discurso gustaba, pero tampoco era cómodo. A quienes se bautizaban
por curiosidad, o por quedar como santos, los increpa con dureza. ¿Hacéis esto por
parecer buenos? Lo que importa es la conversión auténtica, el cambio de vida.
No bastan las palabras y los gestos simbólicos, hay que abrirse al vendaval de
Dios, que sacude nuestra alma y nos invita a dejar nuestros lastres y
esclavitudes personales.
Preparad el camino al Señor. ¿Qué significa esto, para nosotros, hoy? Jesús ya
vino, y Jesús está vivo hoy. Pero si no le abrimos nuestra casa —nuestra alma—
estamos igual que aquellos judíos del siglo I que esperaban al Mesías y escuchaban
perplejos a Juan Bautista. Preparar el camino significa estar atentos, velar,
escuchar. Dios puede hablar y visitarnos de muchas maneras.
Yo os bautizo con agua. El agua es purificación y es vida. El bautismo de
Juan es un paso importante en la preparación ante la venida del Señor. Implica
un proceso de limpieza espiritual y compromiso con el bien, y es un acto de
voluntad que requiere nuestro esfuerzo. Muchas personas centran su vida en la
práctica virtuosa y la pureza interior. Buscan la perfección moral y se
esfuerzan por mejorar y cambiar. ¿Qué descubren? Como san Pablo, se dan cuenta
de que cambiar es dificilísimo y no basta con la voluntad. Uno nunca se cambia
a sí mismo del todo, pese a la ascesis y la disciplina. Dios tampoco quiere que
nos mutilemos ni nos deformemos espiritualmente. Nos hace falta algo más: el bautismo por Espíritu Santo y fuego. Si
el agua es voluntad nuestra, el fuego es don y acción de Dios. Será él, derramando
su amor, quien nos cambiará. No tendremos que forzarnos; él nos transformará
desde adentro, con pasión y ternura, haciéndonos crecer y dando fruto. Nuestra hazaña
no será alcanzar la perfección por mérito propio (esto despertaría nuestra
vanidad, y nos alejaría de Dios), sino abrirnos a su amor y a su misericordia,
los únicos que pueden cambiarnos y dar a nuestra vida un sentido nuevo y pleno.
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