2018-08-02

Renovaos por dentro

18º Domingo Ordinario - B

Éxodo 16, 2-15
Salmo 77
Efesios 4, 17-24
Juan 6, 24-35

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Tras leer la multiplicación de los panes, la lectura de hoy es como una contrarréplica del milagro. La gente ha quedado entusiasmada y busca a Jesús. Esta vez Jesús no les dará de comer pan, pero les va a dar otro alimento: una lección profunda sobre lo que necesitan de verdad si quieren vivir de manera nueva.

Jesús da un toque de atención a la gente. Es muy realista y conoce bien la naturaleza humana: Vosotros no venís por mi palabra, sino porque habéis comido hasta hartaros, les dice. Con esto, Jesús recuerda la primera tentación del desierto: convertir las piedras en pan. Es una tentación de la Iglesia reducir su acción a dar comida a los pobres y a llenar barrigas. Sí, el pan es necesario, y vemos que Dios es el primero que se apresura a darnos comida. Pero eso no lo es todo. No sólo de pan vive el hombre. Si queréis una vida plena, que valga la pena, hace falta algo más. La Iglesia no puede limitarse a dar de comer, y eso el papa Francisco lo recalca a menudo. No somos una ONG más.

Las gentes, que escuchan a Jesús, preguntan. Entonces, ¿qué pan necesitamos para vivir? Jesús les va enseñando paso a paso, respondiendo a sus preguntas. Hacer la voluntad de Dios es su alimento, y también es el alimento para todos nosotros. ¿Por qué? Porque la voluntad de Dios, en el fondo, es que todos vivamos en plenitud, floreciendo y dando lo máximo de nosotros mismos, como lo hizo Jesús.

Pero a las gentes no se les puede andar con filosofías. Cuando le preguntan a Jesús que deben hacer, él es muy claro: Creed en mí. Creed en aquel que envía el Padre. Y creer no sólo es creer, sino confiar, prestar atención, imitar y seguir. Creer en Jesús es querer vivir como él, haciendo lo que él hacía. Esto es tomar a Jesús como pan: hacer nuestra su vida. Quien sigue los pasos de Jesús camina hacia la vida plena.

San Pablo en su carta a los Efesios lo explica con otras palabras, que quizás nos resulten más modernas. Renovaos por dentro. Jesús está con nosotros. Lo conocemos, lo tomamos cada domingo, ¿cómo es posible que esto no nos cambie? ¿Cómo podemos vivir igual que la gente no creyente, preocupados por las mismas cosas, estresados y afanándonos por lo mismo? ¿Cómo es posible que nuestra vida siga girando en torno al dinero, el trabajo, el éxito, el consumismo, el miedo, la angustia por el futuro? ¿Es que no creemos en Jesús? ¿No nos hemos tomado en serio el vivir como él, amando, dándolo todo, confiando totalmente en la bondad del Padre? ¿Dónde está el centro de nuestra vida?

Renovaos en mente y en espíritu, dice Pablo, y vuestra vida será nueva. Todos nosotros llegamos a una edad en que nos sentimos cansados, gastados, desanimados. Envejecemos, por fuera y por dentro. El cuerpo puede deteriorarse… pero nuestra alma, si está llena de Cristo, ¡no puede arrugarse! No puede secarse ni encogerse. No puede dejar de crecer. Revestíos de vuestra nueva naturaleza, dice Pablo. ¡Sois cristianos, ungidos, amados, alimentados de Dios! Si comemos a Cristo, él forma parte de nosotros. ¿Cómo podemos seguir con las mismas obsesiones y atascos de siempre? Somos nuevos. Deberíamos serlo. Dejémonos renovar. Cada domingo Dios nos envía su maná, su mejor pan, su propio Hijo. Comemos a Dios. Hagamos porosa nuestra alma para que podamos asimilar su vida. Y no tenemos que hacer más: creer, confiar, abrirnos a su amor. Él nos renovará.

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