«Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado.»
Juan 13, 31-35
Jesús en un
contexto de confianza e intimidad. les abre el corazón a sus discípulos. Judas, el que lo va a traicionar, ya ha salido. Es entonces cuando Jesús les dirige estas palabras tiernas y cálidas: ¡Hijos míos!
Os tengo que decir algo muy importante. Durante los tres años que han estado juntos les ha dicho muchas
cosas; pero en esta ocasión les va a pasar
su legado, el testamento. Es la gran herencia del cristiano, que brota de la sintonía tan hermosa que tiene Jesús con Dios Padre. Y les
dice: hijos míos, un mandamiento nuevo os doy. Hasta ahora ellos han ido recibiendo muchas cosas de Jesús; pero esta será la definitiva. Amaos unos a otros como yo os he amado.
¿Cómo ha amado Jesús? Dando su vida. ¿Cómo es su amor? No es un amor interesado, egoísta, manipulador... No: es un amor
libre, responsable, maduro, un amor que implica total entrega. Es un amor benevolente, capaz de trascender a si mismo.
¿Cómo ama Jesús?
Primero, Jesús tiene
muy clara la relación profunda con Dios: en el centro
de su vida está Dios. La consecuencia, para nosotros, es que necesitamos comunicarnos con
Dios, hablar con él, ser amigos suyos, abriéndole el corazón. Segunda cosa: Jesús tiene muy claro que ha de hacer la voluntad de Dios. Amar a modo de Jesús es dar un salto en el vacío. Es un amor que lo da todo, sin esperar nada a cambio. Y finalmente, la palabra "glorificar" denota transparencia de
Dios: es un amor trasparente y sincero. Si aprendemos a amar así, perdonad la expresión, entonces sí que "saldremos del montón".
Todo el
mundo ama, a su manera, pero ¿queremos retar a nuestra
sociedad? ¿Queremos tener y dar esperanza? ¿Queremos colaborar en la creación, como
bien dice san Juan, de un cielo nuevo y una tierra nueva? ¿Queremos crear una Iglesia nueva en medio de un mundo impregnado de tecnología? ¿Queremos desafiar los antivalores? ¿Dónde están los grandes valores que
dignifican al ser humano, que le hacen crecer como persona, apostando por lo que vale la pena? Hay mucha
frivolidad, mucha tontería, muchas
memeces por ahí. Los padres tienen por delante un enorme trabajo educativo. Con su testimonio, con su presencia, con su referencia moral, pueden transmitir a los hijos que vale la pena dedicar un tiempo para edificarse por dentro, para formarse, y también un tiempo para salir
fuera y mejorar nuestro mundo. Porque no vale
refugiarse en uno mismo. Los
cristianos nos lanzamos al combate cotidiano, unidos con Jesús en el ejército de los que creemos que vale la pena no ser borregos, vale al pena ser uno mismo, tener criterio propio, apostar, no por lo que el mundo apuesta.
Necesitamos hacer introspección y preguntarnos: ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué queremos? Si no nos cuestionamos esto, difícilmente
vamos a mejorar la sociedad. Hemos de rescatar la palabra y recuperar el sentido precioso
del amor. Nuestra guerra será de amor, no con armas.
Si hoy apostamos por Jesús de Nazaret, sabed que
vamos a cambiar, vamos a hacer un cielo nuevo, una tierra nueva, un mundo mejor, más solidario, un mundo capaz
de autocriticarse y ver en qué nos estamos equivocando. No nos cerremos en nuestra propia familia, en nuestro propio grupo. Tenemos que ser capaces de hacer lo que Jesús nos pide: en cómo os amáis la gente
reconocerá que sois mis discípulos. Amando os hacéis más seguidores de Jesús, más apóstoles de Jesús, más amigos de Jesús.
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