2022-08-07

19º Domingo Ordinario - C


«No temáis, pequeño rebaño, porque mi Padre ha tenido a bien daros el Reino...»

Lucas 12, 32-48.

Jesús se dirige a sus discípulos en tono íntimo: los llama «pequeño rebaño». La expresión revela cariño: Jesús se muestra como pastor de los suyos, y les avisa para que no caigan en ciertas actitudes o tendencias que se apartan del proyecto que tiene para ellos. Y ¿qué les dice? Primero, que «vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino». Ya de entrada, ellos han dicho que sí al seguimiento, a la llamada, a la vocación. El gran regalo es el Reino, es para ellos. Pero a cambio les exigirá: «vended vuestros bienes y dad limosnas». No es que tengan grandes bienes porque, en realidad, ya son pobres. Pero les alerta para que no sean codiciosos cuando ejerzan sus responsabilidades más adelante, porque cuando uno desempeña un cargo de autoridad es muy fácil caer por el tobogán de la avaricia y la codicia. Jesús alerta a los suyos.

También les dice que atesoren riquezas en el cielo. ¿Qué significa esto? Un tesoro inagotable en el cielo son las buenas obras de caridad. Estamos en una situación social y económica en la que, si no tienes algo, no eres nada ni nadie. No puedes ir por el mundo mostrándote vulnerable. Sin embargo, Jesús llama a sus discípulos a esta vulnerabilidad espiritual. No hay que ser puritano con el tener, pero sí hay que tener cuidado con la avaricia. Por tanto, el tesoro inagotable en el cielo son las cosas buenas que estamos haciendo, porque estas obras buenas contribuyen a hacer reino de los cielos en medio del mundo.

Jesús sigue: «Tened ceñida la cintura». Estamos, como he dicho, en una situación social compleja. Los continuos vaivenes generan crisis y ansiedad en mucha gente. Problemas económicos serios, la falta de soberanía energética, la dificultad de que la nación pueda generar sus fuentes de energía y tenga que depender de otros lugares, comprando a precios muy elevados. Estamos en medio de un conflicto bélico: Rusia, Ucrania... Suenan tambores de guerra entre China y Taiwán. Y todo esto en medio de una corrupción terrible en el ámbito político y económico. Pero Jesús nos dice: «No temáis». Y luego añade: «Encended las lámparas». No nos achiquemos, no dejemos que esta situación nos haga sentir completamente desvalidos o incluso faltos de esperanza en un horizonte nuevo. Sabemos que Jesús está con nosotros. Por eso es bueno alertar de tanto en tanto. Esta situación, esta crisis económica, sanitaria, bélica, esta afirmación del orgullo del hombre poniéndose en lugar de Dios, puede generar vértigo. Pero si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Algunos grupos y corrientes filosóficas pueden pensar que el mundo lo llevan ellos, lo manipulan señores, diosecitos que toman las grandes decisiones a nivel mundial, pero pensad que esto no es verdad. Aunque ellos crean que sí y utilicen todos sus medios de comunicación, su arsenal mediático, enorme, que va infiltrándose en nuestras televisiones para lograr una manipulación sin precedentes. Están ciertamente marcando una tendencia psicológica y existencial para apabullarnos por completo. No podemos consentirlo de ninguna manera. No podemos arrodillarnos ante el miedo. No podemos postrarnos ante esa gente que está al otro lado, en la oscuridad, orquestando el futuro de nuestro mundo.

¿Dónde está Dios? ¿Se ha dormido en la barca, como aquel día que navegaban por el mar y estalló una tormenta? Las olas de las mentiras y la manipulación, las olas de la desinformación, el culto al cientificismo, nos están llevando a la incapacidad de dialogar. Todo se censura y todos los medios dicen lo mismo, ¡todos!, empezando por Europa y acabando por los países asiáticos.

Jesús nos dice: No tengáis miedo. No digo que no seamos prudentes y cautelosos. Pero lo que está pasando, según los estudiosos en psicología y sociología, es un sometimiento absoluto por parte de nuestra cultura occidental ante a los poderes de este mundo, esta unión de globalistas que se han casado con el poder político y las grandes corporaciones.

No tengáis miedo. Encended las lámparas de vuestra fe, las lámparas de vuestra alegría, las lámparas de vuestra certeza. No podemos rendimos ante el miedo, ante todo este impacto reiterativo, que hoy podemos llamar terrorismo informativo, las 24 horas del día. Hemos pasado la pandemia, ahora estamos con el cambio climático. No podemos idolatrar a los políticos y a los ideólogos. No podemos creer todo lo que la prensa dice, porque nos están abduciendo. Nos están sometiendo, estamos perdiendo la soberanía, no sólo nacional, sino incluso personal. Cuando uno pierde su identidad como persona se deshace, se desequilibra, se rompe. Pierde la capacidad de pensar, de razonar, de discutir. No pasa nada por discutir a los políticos. ¡Ellos no son científicos!  No les demos una categoría de dioses, como si nunca se equivocaran. No podemos arrodillarnos ante los poderes de nuestro mundo.

No nos dejemos llevar, no temamos, pequeño rebaño. Somos de Jesús. Somos de la gran corporación que es la Iglesia, extendida por todo el mundo. Ojalá en estos momentos seamos un poco más valientes frente a estas élites radicalizadas en su ideología. No sé si sabéis que el marxismo y el comunismo han provocado más de cien millones de muertos en el mundo. ¿Sabéis lo que es esto?

Encendamos esas lámparas de la fe en Dios que nos ama para que llene de sentido todo lo que hacemos y decidimos.

Para acabar, Jesús dirá algo más, con esa exigencia que a veces nos molesta, incluso a los curas. Es la exigencia que se deriva del evangelio y que nos apela a todos, desde el Papa hasta el último bautizado. «A quien mucho se le da, mucho se le exigirá.» Yo pienso: estamos aquí, sentados, celebrando la eucaristía porque se nos ha dado mucho. El mismo Jesús se nos da cada domingo en la eucaristía: el mismo Jesús murió por amor. ¡No digáis que no se nos ha dado mucho! La Iglesia nos da los sacramentos: se nos pedirá mucho. Es como a un niño pequeño, cuyos padres se vuelcan en él, lo aman con profundidad, le dan todo y más para que crezca con alegría. Sin embargo, cuántos jóvenes desprecian a sus padres y cuántos desprecian a sus abuelos. No responden a aquello que se les ha dado tan generosamente.

Nosotros hemos recibido el don de la vida, el don de los amigos, el don de la esposa, de los hijos; el don de la fe, el don de la vida sobrenatural, el don de los sacramentos. ¡Claro que se nos tiene que exigir! ¿Qué hacemos? ¿Nos mantenemos con las luces apagadas, porque nos da vértigo enfrentarnos a un mundo increyente, despiadado, que señala permanentemente, matando a los profetas de nuestro tiempo? Incluso, y perdonad, dentro de la Iglesia.

Mucho se le exigirá al que mucho se le confió. Se nos ha confiado administrar esa maravillosa herencia que Dios nos ha dado por medio de Jesús de Nazaret. ¿Qué hacemos con ese legado tan extraordinario? ¿O es que nos hemos adormecido? ¿Y si todo lo que está pasando en el mundo sucede para que nos durmamos y nadie diga nada, nadie quiera cambiar nada, y se autoconfine permanentemente? No lo digo yo: lo dicen obispos, teólogos, médicos y filósofos cristianos.

Por tanto, mantengamos con firmeza nuestra fe. Porque es la única manera de brillar en medio de la oscuridad, en medio de la desesperanza, en medio de la profunda tristeza y ansiedad que hoy embarga a mucha gente. Esto no se explica, pero sabed que ha habido muchos suicidios producidos por las medidas restrictivas (que han sido más políticas que sanitarias) ante la pandemia, especialmente entre la adolescencia y la juventud, tantos como muertos por la enfermedad. Esto es trágico y los medios no lo explican, porque no interesa. ¿Sabéis cuántas personas están muriendo como consecuencia de las inoculaciones y las medidas tomadas? La prensa está completamente vendida. Ha renunciado a decir la verdad. Y cuando renuncia a decir la verdad, está sirviendo al poder diabólico, a la mentira y a la desinformación.

Si algo quiere Jesús, y si algo quiere el cristianismo desde el principio es la libertad. La libertad es un don de Dios que nadie, bajo ninguna circunstancia real o ficticia, nos puede arrebatar, nadie. No temamos, como nos dice Jesús. A pesar de las crisis, las olas y las dificultades, él siempre está con nosotros y con él nada tenemos que temer. Así sea.

Barcelona, 7 de agosto de 2022

No hay comentarios: