5º Domingo de Cuaresma B
Evangelio: Juan 12, 20-33
¿Quiénes son estos griegos que han acudido a Jerusalén? Seguramente
eran judíos de la Diáspora, de habla griega, que habían llegado para celebrar
la Pascua. Y quizás se dirigen a Felipe y Andrés (dos discípulos que llevan
nombres griegos) porque, siendo galileos, tal vez hablaban su lengua y podían
entenderse con ellos. La petición de estos hombres es apremiante: quieren ver a
Jesús. Es como un preludio de lo que será la futura misión de los apóstoles,
que saldrán de Jerusalén y se esparcirán por el ancho mundo para saciar la sed
de Dios de miles de almas.
Jesús se dirige a sus seguidores y los avisa. Si quieren ir
tras él, deberán desprenderse de todo y ser libres para volcar su vida. Si se
aferran a sus bienes, a sus miedos y seguridades, lo perderán todo. Esto es lo
que significa «perder la vida y guardarla para la vida eterna». Jesús no habla
de ninguna renuncia suicida ni de la autoaniquilación, sino de la entrega
total.
Después, viendo inminente la hora de su muerte, Jesús nos
deja ver su lado más humano y se angustia. ¿Qué diré?, exclama, rezando ante su
Padre del cielo, ¿Líbrame de esta hora? El debate interno que libró en
Getsemaní empieza ahora, días antes. ¡Qué batalla debió librar Jesús en su
interior! Porque humanamente era natural tener miedo y querer escapar del
sufrimiento. Jesús conocía bien a los suyos, sabía ya que uno lo traicionaba y
que las autoridades judías tarde o temprano acabarían con él. Pero no iba a
escapar a su destino. Y convertiría su muerte en una ofrenda. No fallaría a su
Padre. Por eso le pide: ¡Glorifica tu nombre! Es decir, muestra tu gloria, que
todos vean cómo es el Dios que adoran. El Padre responde desde una nube, como
un trueno, en una imagen muy bíblica. En el evangelio de Juan, es la primera
vez que oímos la voz del Padre. En los otros evangelios la escuchamos cuando
Jesús se bautizó, en el Jordán, y en el monte alto, durante la transfiguración.
Jesús es fiel a su Padre; su Padre tampoco le fallará, aunque de por medio
tenga que pasar una muerte muy dolorosa.
Jesús se vuelve a dirigir a la multitud con palabras que
suenan un poco misteriosas y que deben ser explicadas. La voz del Padre ha
sonado para ellos, para que crean que Jesús viene enviado por el cielo. ¿Qué es
el juicio del mundo y quién es el príncipe de este mundo? El príncipe representa
a todos los poderes que rechazan a Dios y a Jesús, los que le condenarán a
muerte. ¿Cómo serán juzgados? Con la resurrección. Después de su muerte en cruz
(cuando «sea elevado»), Jesús atraerá a muchos: muchos serán los que creerán en
él cuando sus discípulos comiencen a dar testimonio de su resurrección. Pero
los que se cierren a su luz, los que lo rechacen, ya han sido juzgados. Ellos
mismos se juzgarán, eligiendo vivir en la oscuridad y rechazando la vida que
Jesús les ofrece. Permanecer en las tinieblas será su condena.
Hoy nosotros podemos reflexionar. Seguir a Jesús es nacer de
nuevo e iniciar una vida con sentido e intensidad. Una vida desafiante, pero
con una belleza y un gozo incesante. Una vida que empieza en la tierra y seguirá
en la eternidad. Pero hay que dar el paso, y Jesús promete y no engaña, pero
siempre avisa. Para lanzarse al mar hay que soltar lastre; para seguirlo hay
que renunciar a las ataduras. Y la principal atadura es el egoísmo acompañado
del miedo, que nos llevan a querer «guardar» nuestra vida, ahorrándola y dando
lo mínimo, para no perder nada. Es la manera más fácil de acabar perdiéndolo
todo. En cambio, quien es generoso para darse a los demás y sigue a Jesús sin
reservas, lo ganará todo y mucho más de lo que pueda imaginar.
2 comentarios:
Gracias por su trabajo, devoción y generosidad. Nos está ayudando mucho a la comunidad. Bendiciones.
Padre Joaquín: Muchas felicidades por el 37 aniversario de su ordenación sacerdotal.
Que Dios lo bendiga.
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