2024-04-05

Paz a vosotros

2º Domingo de Pascua B

Evangelio: Juan 20, 19-31



La lectura de hoy es el primer final del evangelio de Juan. En este capítulo, el autor nos explica dos apariciones de Jesús a sus discípulos y concluye con un testimonio, explicando por qué se ha escrito este libro.

La tumba de Jesús está vacía; Pedro y el discípulo amado la han visto. Las mujeres explican que Jesús les ha salido al camino. María Magdalena les transmite un mensaje directo del Maestro. Confusos, asustados y con apenas esperanzas, los discípulos aguardan, hasta que Jesús también se aparece a ellos.

La aparición de Jesús es sencilla e impactante: simplemente entra allí donde están, encerrados por miedo a los judíos. Los discípulos se han cerrado de mente y de corazón, el miedo los paraliza. Pero Jesús puede penetrar todas las barreras. Es un hombre resucitado y entra: no hay muros, físicos ni mentales, que puedan frenarlo.

La frase con que los saluda está llena de sentido: Paz a vosotros. Paz, el shalom hebreo, es mucho más que calma y serenidad: es bendición, es gozo, es plenitud. Jesús está derramando su gracia sobre los discípulos. Y ellos se llenaron de alegría. Después, Jesús les otorga otro don: el Espíritu Santo, y una tarea: salir en misión y perdonar los pecados. Cuando Jesús suba al cielo, serán ellos quienes deberán ir por el mundo esparciendo la gracia y el amor de Dios, empujados por la fuerza del Espíritu.

Leamos esta frase dirigida a nosotros. ¡Cuántas veces somos como esos discípulos! Creyentes, sí, devotos quizás también, pero temerosos y encerrados, metidos tras los muros de nuestros miedos porque no queremos arriesgarnos a salir. Jesús nos viene a ver, nos da su paz y nos manda que salgamos. Estamos llamados a continuar su tarea y a liberar a las gentes del mal. ¿Es una misión enorme? Sí, pero Jesús no nos envía desarmados: nos provee con el mayor don y la mayor fuerza, el Espíritu Santo. Nuestra paz se cimenta en él.

La segunda aparición de Jesús nos muestra la resistencia de un discípulo, Tomás, que no estuvo presente en la primera. Tomás es también un espejo nuestro, tantas veces. Queremos creer, pero… si no vemos ni tocamos, no creeremos. No confiamos en el testimonio de otros, queremos experimentar por nosotros mismos. Muchos son los que piensan que, si pudieran viajar en el tiempo y ver a Jesús, haciendo milagros y pisando los caminos de Judea, creerían en él. Pero lo cierto es que muchos contemporáneos de Jesús lo conocieron, vieron y no creyeron. Las palabras de Jesús a Tomás se dirigen a todos los creyentes posteriores a su tiempo. No lo verán físicamente, pero recibirán el evangelio de boca de otros, gracias al testimonio que se transmite de generación en generación.

Jesús nos dice: Felices los que crean sin haber visto. Felices los que creen en testimonios fiables: dentro de la Iglesia, el de tantos sacerdotes buenos, cristianos convencidos, misioneros y santos. Muchos han entregado su vida por Jesús y han pasado por el mundo haciendo el bien, siguiendo los pasos de su Maestro. Felices los que, antes de ver y tocar, acogen la palabra de Jesús y la hacen vida de su vida.  

Leamos, por fin, la última frase del evangelio: Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo en él, tengáis vida en su nombre. Este es el gran anhelo de Jesús: que confiemos en él, que nos hagamos hijos del Padre y que así gocemos de una vida plena que no se acaba con la muerte, pues será eterna.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Preciosa homilia! Señor quítanos los miedos pues te tenemos a ti !

Anónimo dijo...

Muchas gracias padre, por compartir con todos nosotros tan bellas y acertadas palabras, sin duda inspiradas por el Espíritu Santo. Que nuestra fe en Cristo Resucitado se fortalezca un poco más esta nueva Pascua. Bendiciones para usted.